Capítulo 13 -Sentimiento de culpa

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Nikolay

Enciendo el ordenador portátil y pongo las cámaras de la habitación. Parezco un psicópata acosador, pero necesito verla. Quiero saber cómo se encuentra.

Lo que veo me parte en dos, no puedo seguir mirando, mis ojos se cristalizan y pienso: «¿qué me has hecho, mujer?». Nunca pensé que podría romperme al ver a una mujer así de destrozada; pero ella no es cualquier mujer, es mi mujer y como tal debo estar a su lado e implorar perdón si es necesario. No soy menos hombre ni mafioso por demostrar mis sentimientos, al contrario, demuestro madurez y que no me creo más que ella. Le hago ver que sé pedir perdón cuando me equivoco y que no temo reconocerlo. Miro la pantalla y me quedo así unos minutos más.

Тигрица ты выглядишь беспомощным котенком. Я причинил тебе боль и ненавижу себя за это. (Tigresa, pareces un gatito desamparado. Te he lastimado y me odio por ello).

Apago el ordenador y salgo del despacho. Necesito hablar con ella, que vea lo idiota que he sido pero que aquí me tiene rendido a sus pies. Tal vez piensen que para un sádico como yo es raro que me comporte cariñoso o romántico, pero la verdad es que crecí con mucho amor. Mis padres siempre estaban haciéndose mimos, besándose, correteándose, metiéndose mano, saliendo a comer juntos, mirándose de manera sugerente, siendo cómplices..., en fin..., amándose como locos.

Siempre nos inculcaron el respeto por nuestra pareja. Papá me decía que la mujer es como una flor en un jardín, hermosa, vistosa y frágil, pero que si no se riega todos los días un poquito, comienza a marchitarse de tal manera que cuando la queramos revivir ya no podremos. Contaba que cuando uno le habla a una flor crece más bella y fuerte, lo mismo que las mujeres. Que el hombre no debe maltratar a ninguna mujer y mucho menos a la suya, que cuando se ama de verdad no se lastima ni se daña al otro ser, porque hacerlo es como si fuera a uno mismo y obviamente nadie se golpearía o lastimaría a propósito o porque sí. Lo mismo es con nuestra mujer; todo debe ser con amor y que, aunque a veces haya tribulaciones, la comunicación es esencial para lograr arreglar los problemas.

Yo lo escuchaba y soñaba con vivir eso algún día.Con el tiempo dejé de pensar así; no porque no sea verdad, sino porque no había llegado esa mujer especial como era mi madre para mi padre. Por otro lado, mamá les decía a mis hermanas algo similar pero al revés. Dos de ellas han conseguido a ese alguien que las ama y admira, más les vale a mis cuñados tratarlas así si no quieren morir jóvenes. Con la más pequeña es otra historia. Lamentablemente le ha tocado el karma de las mujeres de la mafia, creímos poder librarnos de eso pero en este mundo hay reglas que se deben cumplir aunque duelan. Las mayores se salvaron pero ella, no.

Entro a la habitación y la encuentro llorando en el suelo con la cabeza en la cama. Me acerco e intento tocarla, me rechaza y suspiro.

—Cariño, sé que estás enfadada. Lamento haberte orillado a esto. Te juro que no fue mi intención, solo quería estirarte de la lengua para que reaccionaras como haces siempre, siendo altanera, contestona, desafiadora, irónica. Nunca quise que pensaras que dudo de ti, es más, me tenías duro y con unos pensamientos demasiado oscuros que, tal vez, si los comparto contigo como quiero, te asustarán o harán que te alejes de mí. Por favor, Ailín, mírame. —Levanta la cabeza y lo hace con lágrimas saliendo por sus ojos y su cara roja de tanto llorar.

—No... po... dre... mos seeer fe... feli... ces —me dice entre hipidos que me estrujan el pecho.

—¿Por qué no? Si lo queremos y lo intentamos, podremos —le digo implorando con la mirada.

—Much... muchaas... coo... saas... no... ooos... separan —dice al fin entre un espasmo y un suspiro.

—Tranquila, cariño, primero necesitas calmarte. Prepararé el baño y luego cuando te relajes hablamos calmadamente, ¿vale? —le digo con amor en mi mirada, a lo que ella asiente.

Los secretos de mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora