Capítulo 34 - Alumbramiento y más secretos

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Ailín

La fiesta fue todo un éxito aunque no me siento contenta. Ver la cara de pena de mi cuñada mirando su mano donde reluce la sortija que Patrick le entregó me parte el alma.

—Tal vez debería haber aceptado ocupar su lugar —digo suspirando con resignación, ya que ahora no hay marcha atrás.

—No, mi amor. Has hecho lo correcto, Patrick necesita un escarmiento y fue tu padre el que puso la condición —dice tratando de tranquilizarme.

—Pero si yo hubiese aceptado, papá no se habría metido. —Me siento fatal por Anya.

—Crees que ella será infeliz junto a él, ¿verdad? Por eso te sientes tan mal. —Me mira a los ojos.

—Sentirá que se le desgarra el alma por estar casada con él, sufrirá, llorará, querrá escapar de su calvario, pero ahí estaré yo para apoyarla y levantarla —digo sin evitar las lágrimas.

—Con lo que me dices no estoy tranquilo, no permitiré que mi hermana sufra. Ella se merece lo mejor, tengo que hacer algo. Como tu hermano le ponga una mano encima, lo mato. —Comienza a caminar como animal enjaulado estirando su pelo.

—Sufrirá, mi amor, porque lo amará como yo a ti, su rechazo la destruirá —digo para calmarlo.

—Pero, ¿por qué dices eso? Ella sabe que es un arreglo, que no hay sentimientos. No debe abrirle su corazón —me dice rojo de la rabia al pensar en el sufrimiento de su hermanita.

—Eso es imposible, Nikolay. Cuando le mostré la foto de él al llegar aquí, se le iluminaron los ojos, comenzó a acariciar su rostro y me dijo que era hermoso. Cuando lo mira lo hace con anhelo, deseando que su situación sea otra —digo con calma, pero con una punzada en el pecho.

—¿Y todo eso lo deduces solo de mirarla reaccionar ante él? —Está que no se lo cree.

—Soy mujer, siento como una, por otra parte..., en mis asociaciones he tenido que aprender a leer a chicas que son tímidas y han sufrido mucho. Sé interpretar las emociones de los demás, al menos en lo que a mi sexo se refiere. —Sonrío tímidamente porque en cuanto a mi marido se refiere no puedo leerlo como él a mí.

—Entonces no hay nada que hacer más que esperar verla sufrir —suspira negando.

—Tranquilo, amor, ella sufrirá, pero él, también. Conozco a mi hermano y la amará más que a su propia vida, eso te lo prometo —digo con sorna.

—No puedes obligar a nadie a que ame a otro, Ailín —dice.

—Eso no, pero sí hacer entrar en razón a un idiota que se ha cerrado a amar. Sé que no le es indiferente, pero no dará su brazo a torcer y por eso la hará sufrir, pero se enamorará sin darse cuenta. ¿Acaso no has visto a tu hermana? Es bellísima y muy dulce, eso necesita él, alguien que le haga olvidar el mundo en el que vive y que le ha arrebatado tanto. —Mi mirada se ilumina esperanzada.

—No sé cómo lograrás lo que te propones, la verdad —dice incrédulo.

—Tengo un plan, todo hombre no soporta que deseen lo suyo, son como niños que no comparten su juguete. Esa será mi gran venganza, cuando la ame y la pierda. —Me mira serio.

—Eso es macabro, cariño. Eres muy mala cuando te lo propones, espero jamás caer en desgracia contigo. —Sonrío.

—A pesar de lo que me hizo, necesito salvar a mi hermano, sufre como un condenado y Anya es la única que podrá sacarlo del hoyo donde está, de eso estoy segura. —Me abraza con fuerza.

—Te amo, tигрица (tigresa).

—Y yo a ti, ljubav (amor).

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Los secretos de mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora