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Ser padre no estaba en sus planes, pero siendo sincero, no cambiaría nada si eso significaba no tener a Haruno consigo

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Ser padre no estaba en sus planes, pero siendo sincero, no cambiaría nada si eso significaba no tener a Haruno consigo.

Fue aterrador enterarse que sería padre durante su último año en la preparatoria por un error que cometió en una fiesta, y por meses le consumió el pensamiento de que jamás podría ser buen padre, pero olvidó momentáneamente todas sus preocupaciones cuando vio a Haruno por primera vez.

Era pequeño, estaba arrugadito, era calvo y tampoco podía ver sus ojos, pero para él era perfecto. Se enamoró de él apenas lo vio y se propuso dar lo mejor de él para ser un buen padre en cuanto lo sostuvo entre sus brazos.

Y no había sido fácil. Había tenido que abandonar sus sueños y aspiraciones para dedicarse a trabajar y cuidar de Haruno. La mayoría de las noches terminaba cansado y sin ganas de nada, pero todo valía la pena si su hijo estaba bien y se aferraba a su brazo cuando por las noches le contaba un cuento hasta que se quedara dormido.

Él ya había hecho las pases con lo que sería el resto de su vida con Haruno a su lado, sin embargo, no contó con que su hermano sería tan persuasivo para convencerlo de cumplir su sueño de jugar voleibol profesionalmente.

Para él eso ya no era posible. Tenía un hijo al cual cuidar y su futuro deportivo había acabado, pero se le había presentado la oportunidad de hacerlo real. Y se negó, por miedo a descuidar a Haruno y convertirse en un padre ausente, pero de nuevo su hermano le hizo un plan sobre cómo podía hacerlo funcionar y él, ilusionado por cumplir su sueño, terminó aceptando.

Era difícil. Mucho. Había tenido que negociar con sus entrenadores para que pudiera seguir cumpliendo su función de padre, pero de alguna forma lo estaba logrando. No podía distinguir si estaba del todo feliz y complacido con los resultados, pero lo estaba intentando.

Y así como todos, tenía sus días buenos y sus días malos. Ese día en específico, era uno de los malos.

Había pasado gran parte de la noche anterior arreglando una tarea que Haruno debía llevar al día siguiente a la escuela y, por consiguiente, no había dormido lo suficiente. Si mal no recordaba, terminó desplomándose en su cama pasadas las 3:30 y tuvo que despertarse temprano para hacer su desayuno, vestirlo y llevarlo a tiempo a la escuela. De vuelta en casa cumplió con el resto de su rutina a pesar de estar cayéndose de sueño. Hizo su almuerzo, alistó sus cosas para el entrenamiento, se aseó y dejó listo las cosas que usaría más tarde para hacer la comida.

Con el tiempo contado, condujo su auto a una velocidad decente para llegar al gimnasio sin dormirse y morir en el intento.

Llegó un par de minutos temprano, así que se cambió y se recostó en el vestidor para descansar sus ojos un poco. Su paz se desvaneció cuando sus compañeros comenzaron a llegar y, como llevaba sucediendo las últimas semanas, respondía las preguntas que ellos hacían de Haruno.

Al iniciar el entrenamiento, corrió más lento de lo normal porque las piernas no le daban para tanto y admite que su rendimiento no era el adecuado. Estaba agotado. Sentía que el aire no le era suficiente y sus piernas parecían perder fuerza con cada segundo que pasaba. Sus pases no eran tan perfectos como siempre y se tropezaba con sus propios pies al correr detrás de la pelota.

El amor de mi vida - SakuatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora