Jeremy hizo lo que prometió y apareció cada vez más en mi vida y en la de mis compañeros a pesar de que Nora le seguía odiando a muerte. Fueron meses fáciles en los que hablamos mucho de todo lo que vivimos, de cosas que nos guardamos dentro mucho tiempo y que necesitaban sanar. Vivir con sus tíos era cómodo pero a cierta edad ya no te apetece convivir con tu familia sino que sientes el deseo de independizarte y tras una votación reñida con dos a favor y uno en contra se vino a vivir al apartamento con nosotros.
No estaba equivocada y después de varios meses he comprobado que las tres personas con las que convivo son mi nueva familia. Con Nora sigo manteniendo esa relación de hermana del alma que desde que éramos niñas hemos tenido, a pesar de que al principio no quisiera aceptar a mi ex novio como nuevo miembro de la tribu. Ethan es el extintor que apaga los malos humos de mi amiga porque incluso a mí me resulta complicado cuando nos enzarzamos en absurdas peleas. Sigue sin traer a nadie a casa ni le vemos que salga con ninguna chica así que la sospecha de su homosexualidad aún colea en la mente de Nora, que a veces lo mira como si quisiera comérselo y no dejar ni rastro. En cuanto a Jeremy fue raro cuando se mudó porque ya no éramos los dos enamorados que estaban pegados todo el santo día y tuvimos que aprender a ser Sophie y Jeremy de nuevo. Poco a poco conseguimos ser amigos y de los mejores. Somos una pequeña familia que se cuida, se protege, se enfada, ríe, llora, pelea a gritos... Pero al final todos nos comprendemos y compenetramos a la perfección.
***
Un día más salgo corriendo a la ducha para después comer un trozo de tostada, beber un zumo y dedicar el resto a arreglarme pues si algo he aprendido en este trabajo es que la imagen vale mucho, por algo es una revista que marca tendencia. Al salir tropiezo con Ethan que llega medio dormido del trabajo y apenas me da tiempo a pedirle disculpas pues para variar, llego tarde.
Afortunadamente llego antes que la estirada de mi jefa y me pongo como loca a trabajar en el reportaje que llevo preparando esta última semana, los bares de moda entre los jóvenes. Mis compañeros de piso adoran este tipo de trabajos porque tengo que salir a ver estos lugares y siempre están dispuestos a ayudarme a documentarme. Al cabo de una hora hace aparición la gran Sandra Speen. Esta mujer cada día luce más espléndida, con su corto pelo rubio platino peinado siempre de manera impecable, la camisa blanca con puños en negro y la falda por debajo de la rodilla en negro también le hace un tipazo de escándalo. No me explico cómo es capaz de llevar esos tacones tan altos y no torcérsele el pie en ningún momento, ¿cómo demonios lo conseguirá?
Tras acomodarse en su oficina me llama por teléfono su secretaria y me dice que la jefa requiere mi presencia en su despacho así que cojo mi bloc de notas y un bolígrafo a sabiendas que querrá hablar de un nuevo reportaje. El problema es que todavía no he terminado con el que estoy y si me pide otro creo que voy a optar por la opción de no dormir. Me dirijo a su despacho y tras llamar a la puerta, me abre su secretaria que nos deja a solas. La gran jefa está al teléfono y con el dedo índice de su otra mano me hace un gesto para que me siente en los sillones que están a un lado de la sala. La verdad es que el primer día que vi su despacho me quedé impactada, no solamente por lo amplio si no por el contenido. No es solo la mesa de cristal con remates en oro, los cuadros modernos impresionistas o los sillones en los que estoy sentada que aparentan costar varios miles de dólares, si no es el ambiente que reina en general. Se respira glamur y opulencia lo mires por donde lo mires.
Mi jefa sigue a lo suyo sin importarle lo más mínimo mi presencia, es tan egocéntrica que te hace sentir un mosquito a su lado pero controla absolutamente todo lo que le rodea. Al cabo de cinco minutos se levanta mientras se pone un gran pendiente en la oreja donde estaba apoyado el teléfono y se sienta frente a mí, en el sillón blanco más grande de todos. Yo sigo mirándola sin pestañear con el cuaderno apoyado en mis piernas y el bolígrafo en una mano mientras me mira sin hablar lo cual me pone bastante nerviosa porque no sé en qué estará pensando. Finalmente veo como acerca sus manos a las mías y las agarra, en esos microsegundos suelto el boli que cae al suelo sin remedio pero no es momento de preocuparme por él. Mi jefa, la arrogante, egocéntrica y perfecta, me tiene agarrada por las manos. Creo que ni siquiera respiro.

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Simplemente perfecta
RomanceSophie es una chica dulce e ingenua que un día tiene que hacer una entrevista a un Amo. Lo que ella no esperaba era que ese hombre tan peligroso para ella se convertiría en el hombre al que más querría jamás. Sin embargo no todo puede ser fácil y lo...