Hoy es sábado por la mañana. Me quedan dos días para darle una respuesta a mi jefa sobre el tema de la columna. ¿Qué hago Dios mío, qué hago? Unos gritos me alarman y salgo disparada. Cuando llego al salón veo a un Ethan furioso decirle a Nora que es imposible y se marcha de casa dando un portazo. Ella grita desahogándose y se va detrás de él dando otro sonoro portazo. Lo de estos dos no ha terminado aún por lo que veo. Ya que estoy levantada decido hacer algo útil y me pongo el chándal para salir a correr unos kilómetros. Dicen que hacer ejercicio ayuda y despeja la mente. Ojalá funcione.
Una hora después empapada en sudor y agotada no tengo la mente más despejada. Me siento en un banco a descansar dejando que la luz del sol bañe mi cara.
—Menuda sorpresa.
—Dios, estoy obsesionada —oigo la voz de Allen claramente en mi mente. Si sigo así me volveré loca.
—¿Obsesionada?
Vuelvo a escuchar su voz pero entonces abro los ojos y lo veo frente a mí con un chándal gris ladeando la cabeza mientras trata de acompasar su respiración.
—No sabía que te gustara correr también. ¿Puedo? —señala el hueco vacío del banco y se siente junto a mí sin que le diga nada. Me he quedado petrificada al verlo —. ¿Y bien? ¿Con qué estás obsesionada? Porque si es conmigo creo que podemos remediarlo.
El descaro y la sinvergüenza ya tienen nombre y apellidos. Por supuesto que es consciente de lo que me afecta porque mantiene la sonrisa mientras me mira recorriéndome con sus preciosos ojos castaños.
—Tengo que irme —me levanto rápidamente pero él agarra mi mano y me sienta en su regazo. ¿Pero qué está haciendo?
—¿Y por qué no te quedas y hablamos un poco, o no? También se pueden hacer otras cosas —pone una voz que hace que me tiemble el cuerpo por completo y el deseo crezca en mí de forma repentina.
—Allen...—susurro pues no me sale la voz del cuerpo.
—¿Sí, bombón?
Me tiene sujeta entre sus brazos. Su mano acaricia mi mejilla y yo cierro los ojos instintivamente.
—Abre los ojos —su voz fuerte me llega contundente y rotunda, es una orden y los abro sin rechistar.
Sus ojos me hipnotizan, me paralizan y sé que sería capaz de hacer cualquier cosa que me pidiera. Con un brazo rodea mi cintura mientras que la otra mano baja de mi mejilla recorriendo el cuello con detenimiento parándose en el centro. Su contacto me provoca tantas sensaciones que no sé a cuál atender primero. Echo la cabeza hacia atrás exhalando un suspiro, él se ríe y vuelve a agarrarme la cara y obligarme a mirarle. Permanecemos unos segundos aguantando la respiración con las miradas conectadas ardiendo de pura lujuria. El pecho de Allen sube y baja a un ritmo trepidante y cuando creo que no voy a resistir más su mirada, se lanza a mi boca anhelante y ávida de deseo.
Nuestros labios se acoplan a la perfección, encajan. Allen sigue acariciando mi cara obligándome a abrir más la boca para recibir su lengua caliente que me captura por completo. Seguimos besándonos como si no estuviéramos en mitad de un parque rodeados de gente, como si ese beso fuera el último de dos amantes que no volvieran a verse jamás y necesitan sellar con él todo lo que sienten. De pronto abandona mi boca y la otra mano sube a mi cara, me agarra con ambas manos mientras agacha la cabeza buscando el aire que le falta.
—Maldita sea, Sophie...—me deja en el suelo y se levanta tirando fuertemente de mí obligándome a seguirle, aunque es difícil.
—Allen, más despacio —trato de decirle que no puedo seguirle el ritmo pero hace caso omiso a mis palabras.
Al salir del parque nos lleva hasta el primer taxi que encuentra y entramos en el interior. Le da una dirección al taxista y se sienta lo más alejado posible, sin mirarme. No comprendo nada.
—¿Dónde se supone que vamos? —le pregunto cruzándome de brazos. Incluso mirando por la ventanilla con el gesto fruncido me excita y me estremezco sin remedio. Allen sigue con la vista fija por la ventanilla. No se molesta en contestarme y eso me está empezando a enfadar. ¿Quién se cree que es para ignorarme?
Sopeso las opciones, tirarme de un taxi en marcha no es de las mejores, así que opto por esperar con la paciencia que me queda a que se detenga y darme la vuelta. Finalmente el taxista se para delante de un edificio impresionante y Allen le da unos billetes. Me agarra de la muñeca para que baje con él. No soy de las que montan escenitas así que salgo sin rechistar pero en cuanto avanzamos unos pasos me suelto bruscamente. Su actitud en el taxi no me ha gustado nada y he pasado del deseo ardiente al cabreo elevado a la enésima potencia.
—No sé si lo que has hecho en el parque es habitual, si lo haces con tus sumisas pero conmigo te has equivocado. Tu actitud arrogante podrá excitar a las mujeres, no te lo voy a negar, pero cuando te hablan ¿qué mínimo que responder? —estoy elevando la voz en mitad de la calle aunque por suerte no hay nadie cerca. Allen me mira con las manos en la chaqueta del chándal curvando los labios en una sonrisa.
—¿Has acabado? —por un momento mi desconcierto aumenta y pienso qué más puedo decirle para que vea que no soy para nada como las mujeres a las que está acostumbrado, aunque eso suponga decir adiós a mi ascenso y a compartir algo más que el aire con él.
—Ni siquiera he empezado —hacerme la dura no es algo que se me dé demasiado bien pero no me conoce, quizá dé resultado —. No soy un pedazo de carne al que marear y excitar hasta que tú decidas que se acabó. No puedes tratar a las mujeres de esta manera fuera de tu círculo de BDSM, no soy ninguna sumisa. No pienso obedecerte como si no tuviera dignidad ni personalidad —las últimas palabras no le han agradado nada. Su gesto se tuerce en una mueca de enfado y se acerca a mí tanto que escucho su corazón latir desbocado al compás de su agitada respiración.
—No te pases o te ganarás una zurra —una oleada de excitación regresa a mí culminando en un suspiro —. No quiero tratarte como a una sumisa más, no quiero anularte ni despojarte de tu personalidad. Creo que tienes demasiados estereotipos en la cabeza. Quiero estar contigo derribando todos y cada uno de ellos, y créeme cuando lo haga, desearás estar conmigo de la misma manera que yo lo deseo.

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Simplemente perfecta
RomanceSophie es una chica dulce e ingenua que un día tiene que hacer una entrevista a un Amo. Lo que ella no esperaba era que ese hombre tan peligroso para ella se convertiría en el hombre al que más querría jamás. Sin embargo no todo puede ser fácil y lo...