La Princesa del Castillo y el Príncipe Encantador

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Su visión era nublada cuando abrió los ojos todavía confundida por el sueño, miró hacia todas partes y logró recordar los hechos de la noche anterior, una sonrisa iluminó su rostro, además, la frialdad de la mañana le recordó que todavía estaba sin ropa, se levantó, se puso el camisón para evitar que los niños la vieran y tuviera que darles explicaciones que no entenderían, entonces, allí, justo debajo de la copa que dejó encima de la chimenea, encontró un pedazo de papel con una nota dirigida a ella, era de él.

Mi reina hermosa:
Preparé el desayuno para los niños, vendré a recogerlos para llevarlos al colegio, luego tú y yo, iremos a desayunar juntos a Granny´s, anoche me enamoré más de ti y quiero demostrártelo, te dejo un beso para que te acompañe mientras regreso.

David.

Esa nota alegró su mañana, aún más, si es que eso era posible, movió un dedo y con su magia, la guardó en un lugar seguro para conservarla como un recuerdo bonito de ese día, caminó hasta la cocina sonriendo y negando con la cabeza, sirvió el desayuno en el comedor esperando que los niños bajaran, pero nada ocurrió, tuvo que mirar el reloj y se dio cuenta de la hora, era demasiado temprano, subió las escaleras, fue a sus habitaciones para animarlos a que degustaran del delicioso desayuno, no podía confesarles que David lo había preparado, así que omitió esa parte, con una ligera punzada en su corazón, el que le suplicaba que de una vez, le propusiera vivir juntos.

"vayan a desayunar mientras me doy un baño", obedecieron la orden de su mamá.

Esperó que los niños se sentaran a la mesa para entrar a la habitación y salir más que arreglada para su cita con el Príncipe Encantador, o mejor dicho, SU Príncipe Encantador, sonrió entre dientes y no pasó inadvertida su alegría para Ruth, quien siempre estaba al pendiente de ella.

"¿ocurre algo mami?", tenía los labios embarrados de leche, disfrutaba del desayuno más que su hermano.

"nada mi princesa, tu madre está feliz", se sentó a su lado para admirarlos.

"muy feliz diría yo", Henry, quien también la conocía demasiado, añadió.

"así es mi príncipe", acarició sus cachetes con suavidad.

"las tostadas están deliciosas", comentó la rubia, del gran plato lleno del pan tostado, quedaban bien pocas, no podía decirles nada, en las mañanas, el apetito se les abría y a ella, más todavía, no sabía por qué, pero no le molestaba.

"disfrútenlas", recordó que debía guardarles la merienda en la pequeña maletica y se dispuso a realizar esa tarea que tenía pendiente.

"hoy no quiero jugo", protestó Ruth al verla sacar de la ladera la merienda.

"¿qué quiere la reinita?", dijo con un tono irónico.

"un sándwich inmenso", tuvo que mirarla con las manos en la cintura, no podía negar sus genes.

"y frutas", Henry intervino, eso significaba que, a él, tenía que prepararle exactamente lo mismo.

"muy pronto tendré que mudar el supermercado para la mansión", comentó dándoles las espaldas para sacar los ingredientes y preparar un delicioso sándwich, pero ellos no se quedaron quieticos desayunando, escuchó que se le acercaban corriendo el camino para estrellarse contra su cuerpo viéndose en la necesidad de sostenerse para no caer.

"te amamos mucho, mamá", dijeron a coro.

Henry se prendió de su lado derecho, mientras que la rubia, se adueñó de su cintura izquierda sujetándola con la misma intensidad.

"mis niños", vació sus ocupadas manos y correspondió el gesto de cariño, "mamá los ama con todo su ser, por ustedes soy una persona diferente", se detuvo ahí, porque no se quería recordar que una vez fue La Reina Malvada, eso ya era parte del pasado, uno que la acompañaría hasta el fin de sus vidas, pero luchaba por superarlo.

Jamás te olvidaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora