Mi corazón te ama

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Después de haberse asegurado de no estar soñando, se apartó de sus labios en contra de su voluntad porque respirar también era importante, con toda su calma, le dedicó una mirada con la intención de hacerle saber lo que su corazón sentía en ese momento.

“¿te piensas quedar para siempre bajo este árbol mirándome así?”, preguntó Regina, no quería que supiera sobre el poder que esa mirada ejercía sobre ella.

“me quedaría así contigo hasta en el desierto”, bromeó y en sus labios se dibujó una hermosa sonrisa que la hizo temblar de emoción.

“es muy tentadora la invitación, encantador”, intentó levantarse, no tuvo equilibrio, el cuerpo le ajustó cuentas, además, al parecer se dio un fuerte golpe en la cabeza pues sintió su cabello mojado y era sangre que brotaba libremente por la herida.

“estás sangrando, no hagas esfuerzo, te llevaré al hospital”, lo fulminó con la mirada.

“no me gustan los hospitales”, prefería sanar sus golpes con magia antes de ir a ese lugar espantoso.

“alguien debe revisarte, acabas de caerte de un caballo, eso no es de juego, Regina”, apeló a su cordura.

“dije que no iré al hospital, llévame a mi bóveda, por favor”, le pidió, estaba muy agotada como para sanarse con magia, allí podría encontrar alguna poción que pudiera ayudarla.

“te llevo donde quieras, cabeza dura”, en señal de resignación David se levantó de su posición y la cargó en sus brazos hasta llevarla a la camioneta, donde la sentó con mucho cuidado en el asiento del copiloto.

“señora alcaldesa, ¿está bien?”, preguntó el muchacho con el que había conversado hacía solo minutos.

“un poco golpeada, pero estoy bien, gracias Daniel”, respondió muy cordialmente, conocía al muchacho desde el Bosque Encantado, cuidaba los caballos en el castillo del rey Leopoldo y siempre tuvieron buenas relaciones debido a que ella pasaba la mayor parte de su tiempo en los establos con su caballo Rocinante.

“tu yegua me dio una lección, pero yo le daré otra un día de estos”, tanto David como Daniel la miraron amenazadoramente ante ese comentario, “no me miren así, vendré a menudo para que me conozca y ganarme su confianza”, como si lo hubiesen ensayado previamente, los dos soltaron el aire que contuvieron.

“nos diste tremendo susto”, habló en plural, pero realmente lo que quería decir era que casi muere cuando no la encontró por todo Storybrooke.

“muerta les sirvo mejor, este pueblo no es que me quiera mucho que digamos”, no recibió respuesta, David subió a la camioneta y condujo hasta el cementerio.

“espera que te ayudaré a bajar”, sabía muy bien que la muy terca querría caminar sola en el estado en el que estaba.

“puedo sola”, confirmó sus teorías con esa respuesta, además tuvo que apresurarse, casi cae al intentar poner un pie en el suelo.

“te dije que me esperaras”, al no tener de donde sostenerse, Regina se prendió de su cuello, él se aprovechó y volvió a cargarla en sus brazos, “podría pasarme el resto de mi vida así contigo”, bromeó y se ganó una mirada asesina que lo hizo sonreír a carcajadas, siguió caminando sin hacer el menor caso a sus miradas de Reina Malvada, las que por una razón desconocida ya no eran tan amenazadoras para él.

“puedes dejarme aquí, estaré bien”, le dijo al entrar a la bóveda y ver un pequeño sofá que ella usaba para descansar allí.

“¿me puedes explicar el motivo por el cuál siempre quieres alejarme de ti?”, no recibió respuesta, “encuentras cualquier pretexto absurdo para que me vaya”, sus esfuerzos eran en vano.

Jamás te olvidaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora