La maldición

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La tarde en familia fue llena de felicidad, en los ojitos de Ruth se reflejaba la satisfacción de haber recordado que David era su padre, si ella lo amaba incluso sin saberlo, ahora, lo amaba mucho más.

"papi, quédate a cenar con nosotras esta noche, mami cocinará algo especial para el novio de mi tía Tink", el príncipe había insistido en acompañarlas hasta la mansión, lo despedían en la puerta.

"mi amor, David no se puede quedarse esta noche, recuerda lo que hablamos sobre ese tema", le guiñó un ojo y la niña entendió.

"solo porque debes ir a cuidar a mi hermanito porque a la maestra Mary no la quiero", las mejillas de Regina reflejaron la vergüenza que sentía en ese momento, David se dio cuenta de su reacción y se arrodilló frente a ella para conversar con ella.

"te prometo que muy pronto viviremos juntos y nadie nos separará", la abrazó y la niña se aprovechó para hablarle bajito en el oído.

"prométeme que no le darás besos a la profesora Mary, solo quiero que beses a mamá", David rió por sus palabras y por el miesterio que las manejó.

"palabra de honor", levantó una mano para seguirle la corriente.

"te quiero papi", se despidió de él y entró a la mansión volando las escaleras.

"es igualita a ti", comentó Regina, en respuesta, David entró a la casa, cuidando de que nadie los viera, cerró la puerta y la tomó entre sus brazos para despedirse como dos enamorados debían.

"creo que te equivocaste de padre, porque la reinita es tu copia con mis cabellos y mis ojos", rieron mirándose fijamente a los ojos, los que de pronto viajaron a sus labios, ambos a la misma vez, exteriorizando sus más escondidos deseos, "¿puedo?", pidió su autorización antes de perderse en un beso amoroso, en el que exploró cada rincón de su deliciosa boca, ella le permitió hacer a su antojo, se abrazaban desesperadamente, luchando mutuamente por no dejarse ir, por hacer eterno el intercambio, "este beso es para que me recuerdes durante toda la noche", en la mañana sería otra historia.

"hasta mañana Encantador", se apartó de él para permitirle el paso, debía marcharse.

"hasta mañana mi reina", sacó medio cuerpo, la otra mitad la dejó dentro para terminar de admirarla, no pudo evitar tocarse el beso aún vivo en sus labios y a él le encantó verla cerrar los labios para hacer imagen mental de sus labios unidos bailando la misma melodía, salió con una sonrisa dibujada en su rostro, dejando atrás, una parte importante de su corazón.

La camioneta estaba estacionada afuera, se montó y condujo hasta el departamento, abrió y la primera imagen que vio fue a una Snow cocinando la cena con un rostro de terror, ahí mismo fue que recordó que se olvidó de acompañarla al hospital para su primera ecografía, respiró hondo, se esperaba lo peor, así que se preparó, colgó su camisa de cuero en la entrada e hizo sentir su llegada.

"hola, Snow", no le respondió, "¿cómo fue la cita con el doctor?", prefirió hablar del tema más temprano que tarde, ella lo miró varias veces y continuó cocinando, entonces, él, interpretó su silencio, se fue a dar un baño, luego se sentó en el sofá a leer las noticias del día, allí pasó como tres horas, su tranquilidad terminó cuando la cena estuvo lista e intentaron comenzar a comer.

"si te interesa, TU hijo, está perfectamente, el embarazo marcha muy bien, escuché el latido de su corazoncito por primera vez, fue emocionante, quien único faltaba era su padre para que la experiencia fuera completa", reclamo que se tenía bien merecido.

"Snow lo siento, lo olvidé completamente", confesó, su esposa dio tal golpe en la mesa, que por un momento lo asustó.

"ni siquiera sé por qué me molesto, últimamente te interesa más la hija de Regina que no es nada tuyo, que cumplir tus responsabilidades como esposo y padre de familia", pasó la mano por la cabeza formulando lo que diría, es que la hija de Regina sí era su hija también.

Jamás te olvidaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora