Mi Sangre

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¿Muerta? ¿Era eso lo que sentía en que se había convertido mi cuerpo?

No. Esto no era la muerte. Se supone que cuando te mueres todo acaba. Pero yo; ésto, estaba lejos de acabar...

Y además si estuviera muerta mi cabeza no sería tan molesta.

Toda mi vida se reprodució como cuando te cuentan un cuento. Solo que... Con imágenes. Y yo... Yo me veía a mi. Como si estuviese viendo toda mi vida desde un escenario.

Todo pasaba rápido. Me ví a mí, la primera vez que conocí a Gavín.

Veía a una pequeña Sarahi de 8 años llorando como la mayoría de las veces hacia en el viejo roble.

Una pequeña cabeza con el cabello marrón lleno de ramas, se asomó por un árbol que estaba a unos pasos de ella.

-hola -dijo alegremente un niño. Tenía un pequeño pájaro en las manos que no dejaba de picotearle los dedos. Yo... Digo ella... Osea, la yo pequeña se limpio rápidamente las lágrimas e ignoró completamente a el niño -estas sola -se percató mirando a todos lados en busca de alguien más -¿Quieres compañía? -preguntó acercándose a ella.

Mi yo pequeña rápidamente se puso de pie y entre las lágrimas dijo:

–alejate –demandó, demandé.

–estas... llorando... –interrogó con curiosidad -estas... triste.

La pequeña Sarahi se alejó dando grandes sacadas en enojo.

–¡espera! –la llamó. Ella se detuvo solo una vez estuvo a múltiples pasos de él –estás triste porque estás sola. No tienes porque estar sola. Yo me quedaré contigo –le sonrió. Levantó a el pájaro en sus manos para mostrárselo a ella –se llama Phill. No hace nada tranquila –aclaró la dulce voz infantil de el niño –ambos nos quedaremos contigo.

La niña no respondió.

–me llamo Gavín –se presentó –y tu eres...

Le tomo un tiempo a la niña responder. Pero había algo en el que la había cautivado. Su bondad.

–soy Sarahi.

El recuerdo se esfumó como si de humo se tratara. Dejando mi mente en blanco, haciendo espacio para otro.

Ahora estábamos en los comedores.
Mi mente pasaba de pasaje en pasaje. Hilando mi vida, mi historia.

Los comedores siempre tan abarrotados como siempre. Los legionarios de tierra discutían y algunos se habían tirado a el suelo rodando como unos chanchitos de tierra por pelearse con otro. Apenas podía escuchar a Gavín, que se encontraba sentado a el lado de una Sarahi entre nueve y diez años.

–...así que por eso me pusieron con los Raizanos –estaba explicando –bueno, aparte de hablar con los animales, claro –añadió.

La pequeña Sarahi escuchaba con atención. Noté que estaba más relajada, la presencia de Gavín le hacía bajar la guardia.
Me dieron ganas de ir a abrazar a esa pequeña. Una niña que tuvo la obligación de luchar cuando no le correspondía. Una niña que tenía que mantener la guardia alta y sus escudos arriba.
Yo... Era solo una niña. Y supongo que lo sigo siendo.

Estábamos, estaban sentados en uno de los troncos que se encontraba en la entrada del comedor. Sin pasar por las mesas ni por todo el desastre que se estaba produciendo.

Levanté la mirada a el mismo tiempo que Gavín para ver a una niña gritándole a alguien tres veces mayor que ella. Debía de tener nuestra edad unos 11 u 12 tal vez. Tenía el semblante frunsido y una imponente nariz arrugada en amenaza.
Su negro pelo le caía desordenado sobre los hombros.

La Quinta Gema Del Infierno I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora