Dos Caras

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Senti mi cuerpo. Lo sentí.

Estaba... Viva.

–sarahi... Dioses. Por favor... Sar –rogó la suave y herida voz de Kane.

–dejala. Su poder la consumió –se desintereso Inferne –ahora. La gema. Dámela.

Las piedras crugieron como el hielo al sentir los expectantes pasos de Inferne hacia él, hacia nosotros.
Kane se tensó. Caí en la cuenta, de que mi cuerpo estaba apoyado en el suyo. Me estaba abrazando. Como impidiendo que la vida me fuera arrebatada.
Podía sentir el temblor en su cuerpo, en los brazos que me sostenían como a una muñeca.

–prefiero... Morir –tembló de rabia.

Inferne resopló, no esperaba menos.

–haré tus deseos realidad.

Kane se pegó más a mí. Me abrazo con fuerza, su cuerpo temblaba a la expectacion de la muerte. En verdad cumpliría su palabra. Se iría, se iría conmigo...
Su respiración era irregular, su cuerpo estaba congelado, empapado por el lago.
El lago... ¿Que demonios pasó?
¿Había conseguido la Gema?

No lo sé. Pero algo que si sabía... Hace unos minutos estaba muerta. Y había visto... A... Mi familia. Sentía mi rostro normal, sin ninguna lágrima incrustada ni con los ojos picorosos por el llanto. Mi rostro no se sentía así. Pero mi mente... Mi mente se sentía ahogada, sentía que había pasado toda la noche llorando.
Pero percibía algo más. Algo distinto. Algo... Poderoso.
Como mi poder, pero, como si con tan solo pensarlo podía invitarlo a mi alrededor, a mis manos, a mi control.

Kane estaba dispuesto a morir conmigo. Estaba dispuesto a morir de la manera más dolorosa para aunque sea, saber que el peleó hasta su último aliento. Que peleó con su última estocada, que dió su última gota de sangre.

–alejate de ellos –amenazó Dametir con un gruñido.

Inferne rió con maldad, con la misma risa que seguramente había alejado a cientos de ejércitos.

–¿Y tú qué harás? ¿Gruñirme? –se burló.

¿Que demonios hacia haciendo la muerta? Porque no simplemente abría los ojos y manifestaba mi poder contra ella. Fácil. Mi cuerpo estaba muriendo. Me había ahogando. Mis pulmones quemaban como si tuvieran acero fundido en ellos. Tenía miedo de respirar, como si eso me tomaría demasiadas fuerzas y me mandaría a el mismo piso y vacío en el que ví a mis padres.

Una respiración. Eso era todo lo que tenía que hacer y Kane sabría que estaba bien... Bueno, bien no. Viva.
Su frío cuerpo se pegaba a el mío. Cubriendome con sus brazos. Protegiendome.
Mi cabeza estaba pegada a su pecho. Si lanzaba una respiración desde luego lo notaría, pero ¿Inferne? ¿Lo vería?

Dioses y si...

Ya cállate.
Mi poder era lo más inteligente que hacer.

Con solo pensar en ello mis manos se llenaban de calor, de energía.

–le prometí a tu querida ¿Amiga? –rió frívolamente –no... Estoy dudando si ella en verdad era tu amiga –dijo para sus adentros –le prometí que te mataría con su propia arma. Que triste que ella no esté para verlo. Ni... Ni tu hermana...

Kane lanzó un grito de rabia. Pero antes de detenerlo, antes de detenerme..
Todo esto hirvió mi sangre. Él, él había sufrido más que cualquiera. Había sacrificado tanto, estaba dispuesto a irse conmigo, apresar de todo. Apresar de que... De que yo lo metí en esto.
La rabia me inundó. Mis emoción eran más fuertes, más intensas; incontrolables.

Mi poder se lanzó como si tuviera vida propia a golpear el pecho de Inferne.

Abrí los ojos de golpe. El dolor inundó mi cuerpo en el primer movimiento: respirar. Dioses, hacerlo era como inhalar fierro hirviendo.
Mi boca se sentía llena de cenizas, el frío de la noche me golpeaba como una cachetada, mandando látigos de frío alrededor de mi cuerpo. Todo estaba oscuro, apresar de la energía que bullia sin parar de mi, mostradose.

La Quinta Gema Del Infierno I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora