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Capítulo diez

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—¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Cuando llegaste?! —preguntó Ellie sin soltar su cuello

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—¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Cuando llegaste?! —preguntó Ellie sin soltar su cuello.

—Llegué hace un rato, quería sorprenderlos —contestó él con una sonrisa ladeada en sus labios—, y te traje esto también. Es un regalo anticipado de bodas —señaló, entregándole una pequeña cajita dorada—. Espero que te gusten. 

—Nada me hace más feliz que tenerte aquí, hermanito. Así que ven, siéntate rápido y cuéntanos todo acerca de tu viaje. ¿No dijiste que estarías en una isla como por tres semanas?

—Sí, pero regresé rápido. 

¿Entonces él había fingido todo este tiempo para darle la sorpresa a su hermana?

Vaya...  

Detallé al hombre que tomó asiento justo en el puesto conjunto al mío. Los hombros anchos y el cuerpo fornido eran la clara señal de que era del tipo que pasaba varias horas ejercitándose, lo cual cobraba sentido cuando te enterabas de que recorría grandes kilómetros durante sus viajes. Necesitaba la resistencia física y al fuerza suficiente para ello. 

Debía admitirlo. Era guapo... realmente atractivo.  Su perfil marcado, la sonrisa abierta que le dedicó a su familia y los ojos marrones que vagaron alrededor hasta posarse en mí, hicieron que me sintiese nerviosa. Al parecer no había notado mi existencia hasta ese entonces en que nuestras miradas se cruzaron, dejándome recta en mi asiento sin saber a donde más mirar. Si me volteaba hacia mi costado izquierdo, me encontraba con el rostro de Liam. Si me giraba en dirección opuesta entonces estaba Calum... Y al frente ni intentarlo porque la señora Oswald volvería a retomar sus interrogaciones. 

Así que preferí volver a beber de mi copa de vino. 

—Oh, veo que... también tienen compañía —comentó, sonriéndome cálidamente. Ni siquiera imaginé que el hombre rudo con el que hablaba por teléfono, se vería tan agradable a los ojos. 

—Ella es Lena Holsen, nuestra asesora de bodas —me presentó Ellie y noté como la sorpresa cruzaba su expresión en el momento en que escuchó mi nombre. 

Su mirada se quedó incrustada en mí como si no se hubiese imaginado nunca que yo era la persona con la que había estado conversando durante todo este tiempo, y la mirada fija hizo que mis mejillas ardieran. 

—Un gusto conocerlo al fin, señor Oswald —dije extendiendo mi mano en su dirección para poder saludarlo. Agradecí al cielo que los dedos no me sudaran. 

—Es un gusto también para mí, señorita Holsen —asintió, tomando mi mano contra la suya. 

Sentí el contraste frío del anillo en uno de sus dedos, mezclándose a la vez con la calidez de su piel.  

Había algo en la forma en que me miraba que provocaba que todo a mi alrededor desapareciera. O al menos así lo sentí hasta que alguien carraspeó para llamar nuestra atención; Liam.

La boda de mis pesadillas ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora