CAPÍTULO 13

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Jelena

*

Abrí  la nevera  y saqué una jarra de jugo de naranja que había comprado en el supermercado, serví un poco en uno de los vasos que tenía aun costado y lo bebí de un solo trago.
Sonreí satisfecha y feliz. Todo estaba resultando perfectamente. Ya tenía una casa y ahora un trabajo, ahora podía vivir mi vida tal y como lo deseé.

Tomé mi bolso y continúe con mi camino hacia las escaleras, me deshice de los tacones arrojándolos en un rincón, desabotoné mi saco y después la blusa. Y por último deslicé el cierre de mi falda dejándola caer por lo largo de mis piernas, quedando en ropa interior y mostrando mis curvas y mi muy esbelto cuerpo.

Tomé las prendas y las arrojé al cesto de la ropa sucia y me dispuse a tomar una ducha.

Bajé a preparar algo de comer, no tenía mucha variedad así que prepare algo de pasta y tomé un par de huevos que freí cuando la pasta estuvo lista.
Preparé mi lugar en la mesa, coloqué mi plato y aun lado puse una copa. Regresé a la cocina y del refrigerador  saqué una botella de vino y regresé al comedor.

Luego de  algunos sorbos de vino me quede mirando detenidamente la copa y recordé a mi hermana. ¿Cómo estaría? ¿La estaría pasando bien o fatal? ¿Qué habría hecho mi padre con ella? Fueron unas de tantas preguntas que se me vinieron a la cabeza. Miré mi celular y esta vez no dudé en llamarle. Ya habían pasado dos meses y seguramente estaría preocupada.

El celular timbraba y timbraba pero no respondía. Estuve a punto de colgar cuando por fin escuché su voz.

-Alo!

-Hermana soy yo. – dije con la voz entrecortada.

-¿Perdón?

-Soy yo…

-Lo siento está equivocado. – se apresuró a cortarme.

-No.  Está bien entiendo. Solo quería que supieras que estoy bien.

-Está bien, no se preocupe. – y colgó.

Un montón de preguntas pasaron por mi cabeza otra vez. ¿Será que ya no quiere saber nada de mí?, ¿me ha olvidado? ¿Creerá que morí? O quizá mi padre estaba junto a ella y ¿por eso fingió que estaba equivocada? Traté de tranquilizarme y serví más vino en mi copa y lo bebí de un trago.

Decidí creer que me había colgado debido a la presencia de mi padre. Así que esperé, sabía que ella me regresaría la llamada en cuanto pudiera.

Los minutos pasaron pero nada. No pasó nada. Ni una llamada y ni un mensaje. Bufé fastidiada y me levanté de la mesa pero todo me daba vueltas, no me había dado cuenta de que estaba por terminarme la botella de vino y como pude me fui a mi habitación, me refresqué un poco la cara y me dejé caer en la cama.

***

Desperté gracias a los rayos de sol que entraban por la ventana lastimándome la vista, me removí en la cama volviendo a cubrirme por completo pero enseguida me levanté tan rápido como pude, todo me dio vueltas y junto con ello un dolor en la cabeza. Busqué mi celular y ví la hora.
Se me había hecho tarde. Todo mal. Esto no podía estar pasando, iba a llegar tarde en mi primer día de trabajo. 

Dejé de lado la resaca y me apresuré a darmé un baño, pero esta vez con agua fría.

Al salír unté crema en todo mi cuerpo y corrí al closet a tomar un conjunto de ropa interior color gris y un traje de falda del mismo color y una blusa negra.

Esta vez me maquille un poco más para ocultar las ojeras y tratar de disimular lo rojo de mis ojos.

Preparé mi bolso y corrí al rincón donde había botado mis tacones. Me los puse y salí corriendo.

Llegué a la avenida con la esperanza de encontrar un taxi disponible, pasaron tres pero estos iban ocupados, luego de un par de minutos más al fin uno estuvo libre.

Necesitaba un auto, así que lo siguiente que haría sería conseguir uno.

Mire mi reloj de mano. 08:05 am.

Maldición ya iba retrasada. Pero unos segundos después ya estaba en mi destino. Saqué el efectivo para pagarle al conductor le agradecí y salí corriendo.

Subí las escaleras rápidamente y saludé a la chica de la recepción quien me regresó el saludo alegremente.

Me detuve a esperar el asesor pero el tiempo se hizo eterno y después las puertas se abrieron.

-¡Señorita Celine! – levanté la mirada hacia el dueño de esa voz – llega  tarde.

No puede ser, no puede ser.

-Pero que dices, son las ocho. – me defendí.

-Ocho cinco. – contraatacó mientras miraba su reloj de mano.

-Creí que había tolerancia.

-Claro que la hay. – me miró de reojo.

-¿Entonces? – pregunte incrédula.

-Su tolerancia es a las ocho.

-Dime que es una broma Adrien.  – miré hacia ambos lados para
asegurarme que no hubiese alguien cerca.

-Debes estar aquí antes de que yo llegue. Veo que alguien no leyó su contrato. – alzé las cejas.

Maldición se me había olvidado.

-Lo leí, solo que tú contrato está mal estipulado.  Quizá debiste ser más específico en ese punto.

-No hay nada mal en mi contrato.  Quizá el alcohol no te permite ver las cosas claramente.

-¿Qué?  - levanté la voz y de inmediato me tapé la boca con mi mano. Adrien se giró para mirarme divertido.

Las puertas del elevador se abrieron frente a nosotros.Adrien entró en él y yo me quedé ahí parada tratando de entender.

-¿No vienes? – preguntó burlón. Y entonces me apresuré a ingresar antes de que las puertas se cerrarán.

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¿Arrodillarse o Sangrar? 🖤 - Donghae - Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora