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—Klaus tenemos que hablar.— Dijo Astrid entrando en la casa del híbrido, viendo a este junto a la chimenea con una apariencia que reflejaba que no estaba nada bien. —¿Qué te ha pasado?— Preguntó preocupada.
—Silas, me apuñaló con la estaca de roble blanco y me dejó un trozo clavado.— Explicó Klaus con dificultad, señal que la estaca haciendo bien su propósito.
—Ahora ya no soy una paranoica por pensar que es peligroso, ¿no?— Se burló mientras se acercaba un poco. —Pero podría haberte matado.— Afirmó preocupada por lo que le había pasado.
—Me siento como si me estuviera muriendo.— Garantizó Klaus creyendo que con quien hablaba era realmente Astrid.
—A pasar de que disfrutaría un poco viéndote morir, aún no me has conseguido la cura.— Dijo Silas mostrando que podía tomar la apariencia de cualquier ser sobre la tierra, lo que confirmaba lo poderoso que podía ser.
—Silas.— Murmuró Klaus al ver que no era Astrid con la que estaba hablando.
—Exacto.— Respondió el brujo con una sonrisa. —Anoche adopte la forma de Shane, hoy la de Astrid y mañana, ¿quien sabe?— Comentó sabiendo perfectamente como incentivar al híbrido, a fin de cuentas era muy evidente y más fácil de engañar y de manipular que la híbrida.
—Muéstrame tu verdadero rostro.— Exigió Klaus mientras miraba a Silas con despreció, cosa que le costaba porque a quien veía no era a Silas sino a Astrid.
—¿Por que iba a hacerlo, pudiendo adoptar la forma de quien quiero que veas?— Preguntó Silas con burla. —Resistete cuanto quieras Klaus, pero hasta que me consigas la cura, solo te causare sufrimiento.— Añadió el brujo justamente antes de irse, dejando en el salón al híbrido retorciendose de dolor.
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—He recibido tus tropecientos mensajes, más vale que sea urgente.— Dijo la verdadera Astrid mientras se quedaba en la sala contigua a la que estaba el híbrido.
—Lárgate.— Se oyó de fondo la voz de Klaus, el cual creía que era, otra vez, Silas jugando con lo que parecía ser un punto vulnerable.
—¿Klaus? ¿Dónde estás?— Preguntó Astrid confundida mientras entraba en el salón en el que el híbrido estaba y veía el mal aspecto que este tenía. —¿Qué te ha pasado?— Preguntó preocupada.
—Necesito más tiempo, deja de agobiarme.— Gritó Klaus creyendo que seguía siendo Silas, que jugaba con su cabeza.
—¿Agobiarte yo?— Preguntó Astrid sorprendida por su comentario y por la actitud que estaba teniendo, aunque tratándose de Klaus no debía de sorprenderla en absoluto. —Tendría que estar fuera del país cuando has empezado a acribillarme el móvil.— Alegó la híbrida haciendo que Klaus se diera cuenta de que no era Silas.
