Louis vivía inmerso en la vida de investigador de la National Crime Agency, por consecuencia de haberse encontrado con un hombre que le arrebató todo lo que alguna vez amó.
Luego del incidente, destrozado, se juró proteger a los suyos, aún si eso s...
Los documentos arrojaban una sola huella en el celular la cual pertenecía a Damian Stevens, con la foto de él y el reconocimiento de Norman, sólo les faltaba elegir una dirección de las dos que tenía Hailey.
Ambos agentes estaban a cada lado de ella, mirando la pantalla —encontré dos lugares a los que fue, dos o tres veces por semana, ambos están un poco apartados de la ciudad, quizás ya sea demasiado tarde para ir, es peligroso— dijo Hailey —cariño, siempre es peligroso para ir— rió Taylor —podríamos separarnos e ir cada uno a un lugar con un escuadrón de respaldo— la investigadora parecía de acuerdo. Tomaron las direcciones y cada uno comenzó a organizar sus salidas, Taylor pidió refuerzos que tardarían unos minutos en llegar.
Louis bajó al estacionamiento subterráneo del edificio a buscar el auto que usaría para ir, caminó a través de los autos, el lugar estaba vacío. Desbloqueó el auto pero no se metió dentro, había algo extraño, se sentía observado. Estaba acostumbrado a eso, en la calle lo seguían y sentía lo mismo, era esa misma mirada, pero no sabía de dónde venía.
Sintió un ruido justo a su lado, se giró con rapidez, deteniendo la mano de un hombre, que iba justo a su cuello con una jeringa en ella, torció su mano y arrojó el objeto lejos. Lo giró y sometió, pegándolo contra el auto —¿quién mierda eres?— pero Louis no pudo hacer nada cuando otro hombre llegó por detrás con otra jeringa, luego sólo cayó de rodillas, esforzándose por mantener la conciencia y finalmente oscuridad.
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Parpadeaba lento, escuchaba un goteo de fondo y las luces del lugar eran tenues. El lugar era alto pero no era demasiado grande, como un gimnasio o una bodega, pensó Louis. Habían cajas grandes a las orillas, no estaba seguro de qué.
Levantó su cabeza e intentó moverse, sin embargo, notó que estaba inmovilizado, estaba en una silla y sus manos estaban atadas al igual que sus pies. Frunció el ceño, intentando acostumbrar sus ojos a las luces, cuando de pronto, comenzó a escuchar unos pasos hacia él.
—Al fin tengo el gusto de conocerte en persona, Louis— habló la voz de una mujer. La vio por fin, de pie frente a él. Tenía un gran abrigo de piel, su cabello negro suelto y un cigarro entre sus dedos. Se quitó el abrigo y se lo tendió a un hombre a su lado, sin romper contacto visual con el investigador. Debajo tenía un vestido negro ceñido al cuerpo y que tenía una abertura en un muslo, donde habían dos dagas enganchadas en una liga.
—Angela— murmuró Louis —veo que sabes quién soy, te traje a tiempo entonces— alzó una ceja y se cruzó de brazos parándose justo frente a él —¿qué quieres?— Louis la miró a los ojos también, ya sabiendo la situación en la que estaba —pero relájate hombre, te ves tan tenso, hey Damian, tráeme una copa de vino para el agente, rápido— recién en ese momento Louis se dio cuenta que había una mesa con objetos que no alcanzaba a ver.
"Puta madre" pensó.
Damian volvió con la copa y se la pasó a Angela, ella se acercó al investigador y lo tomó de la barbilla, enterrando sus uñas en su piel —abre la boca— ordenó —no voy a tomar una mierda que venga de ti— la mujer dio un paso atrás y giró los ojos —como quieras— arrojó ferozmente todo el vino al agente —uhm, disculpa, no deberías quedarte con eso mojado, permiso— se acercó a él y Louis comenzó a forcejear para alejarse de ella —quédate quieto, o puedo equivocarme y va a dolerte— dijo sonriéndole mientras sacaba la daga de su muslo. Enterró la daga en la tela de la camisa y la rajó completamente, luego volvió a dejar la daga en su muslo.
