El sonido del viento al rozar las ramas y el suave crujir de las hojas bajo los pies rompían el silencio matutino en la casa de campo. Louis observaba desde la ventana de su habitación, mientras el sol tímido se asomaba por el horizonte, proyectando una luz dorada sobre el extenso jardín. La semana en ese lugar había sido un respiro en medio del caos, pero también un recordatorio constante de la soledad que ahora sentía.
Athenea y Andrew corrían por el patio, sus risas resonando en el aire y llenando el ambiente de una felicidad que parecía casi ajena a la tormenta interna de Louis. Por un momento, una sonrisa tenue se dibujó en sus labios; ver a sus hijos felices era lo único que lo mantenía firme.
Mientras tanto, Harry permanecía en su casa, rodeado de un silencio denso y casi insoportable. La soledad, ahora palpable, lo obligaba a enfrentar los errores que lo habían llevado a este punto. No podía evitar pensar en los momentos felices que había compartido con Louis y sus hijos, y cómo todo se había derrumbado por sus decisiones. Las paredes de su oficina, que antes le habían proporcionado consuelo, ahora se sentían como una prisión que lo asfixiaba.
Volvió a tomar su teléfono, buscando un destello de esperanza en las fotos antiguas que aún guardaba. Un clic accidental hizo que una foto apareciera en la pantalla: una imagen de Louis y él en la playa, riendo y abrazándose, sus ojos reflejando un amor que ahora parecía tan lejano.
El teléfono cayó de sus manos, el impacto resonando en el suelo como un eco de su propio corazón roto.
El peso de la melancolía se volvía insoportable para Harry mientras contemplaba la fotografía que accidentalmente había abierto. Era imposible ignorar cómo, en ese momento congelado en el tiempo, Louis lo miraba con una devoción inquebrantable, sus ojos azules reflejando una felicidad que parecía tan imposible de recuperar. Harry dejó escapar un suspiro tembloroso, y con un movimiento brusco, se pasó las manos por el rostro, sintiendo el picor de las lágrimas que amenazaban con escapar. Se negaba a permitirlo; no después de todo lo que había arruinado.
Mientras tanto, en la casa de campo, Louis preparaba el desayuno mientras sus hijos seguían jugando en el jardín. El aroma del café recién hecho llenaba la cocina, brindándole una fugaz sensación de calidez. Pero en lo profundo de su mente, el eco de las últimas palabras de Harry, sus suplicas y promesas rotas, seguía acechándolo. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen del beso en la gala volvía a su memoria, clavándose como una espina en su pecho.
Andrew, ajeno al torbellino de emociones de su madre, entró corriendo, con los ojos brillando de emoción. "¡Mamá, mira lo que hice!", exclamó, enseñando un dibujo donde todos ellos aparecían juntos, sonriendo. Louis lo miró, y aunque la tristeza seguía ardiendo en su interior, forzó una sonrisa sincera y se inclinó para abrazarlo.
"Es hermoso, mi amor", susurró, mientras su voz temblaba. La inocencia de sus hijos era lo único que lograba amortiguar el dolor. Athenea entró poco después, uniéndose al abrazo, y Louis se sintió momentáneamente protegido por esa burbuja de amor puro.
Mientras tanto, Harry, en un acto de desesperación, llamó a Niall. El tono de la llamada sonó tres veces antes de que la voz firme y seria de su amigo respondiera. "¿Qué quieres, Harry?"
"Necesito verlos", soltó Harry, sin intentar ocultar el temblor en su voz. "No puedo más, Niall. Necesito... necesito a mi familia".
Hubo un silencio tenso en la línea antes de que Niall respondiera con un tono mucho más frío de lo habitual. "Tú tuviste tu oportunidad, Harry. Y la desperdiciaste. Ahora, Louis y los niños están tratando de sanar. Déjalos."
Las palabras cayeron como un martillo sobre Harry, dejándolo sin aliento. Su mano tembló mientras colgaba la llamada, sabiendo que había llegado a un punto de no retorno. La realidad se estrelló contra él con una crudeza que le hacía pensar que quizá, esta vez, no habría forma de volver a juntar los pedazos.
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¿Adonde Van Los Corazónes Rotos, Harry? (Editando)
FanficLouis Tomlinson, un omega de ojos azules tan profundos como el océano y de belleza inigualable, ha dedicado su vida a ser un devoto esposo y madre desde su matrimonio con Harry, su alfa. Juntos han formado una familia con dos hijos, Andrew y Athenea...