Capítulo 9.

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Iba ya dispuesta a irme a casa y guardar todo en mi taquilla, sabiendo que el plan de esta tarde era conocer a la novia de mi mejor amiga.

Nada más llegar, me fijé en el pequeño detalle de las abolladuras en la puerta de mi taquilla. La abrí encontrándome con una pequeña carta.

No pude evitar que una sonrisa se formará en mi rostro al leer la disculpa e invitación de Hugo al partido de fútbol que tenían mañana.

Llevábamos toda la semana peor que el perro y el gato, ya que almenos ellos se gruñen, nosotros ni eso.

Guarde todo en mi taquilla y la carta en el bolsillo delantero de mi mochila.

Mi hermano me recogió del instituto en aquella chatarra que tenía como coche, él pequeño detalle de que no encendiera la radio se me hizo extraño.
- ¿Puedo preguntar quién está perjudicando el humor de mi hermana pequeña? -- Cuestionó con un tono serio y amargo.
- Mike, no es nada, a mí nadie me perjudica en nada, no seas dramático. -- Contesté de malas maneras, recostandome en el asiento de copiloto. Iba a subir la radio, pero él me dedico una mirada rápida con el semblante serio y colocó la mano sobre la mía impidiendo que tocará la radio.
- Quiero saber qué te está pasando, estás más seria, ya no veo esas tonterías en casa, y te crees que no te escuché llegar llorando aquel día.
Eso sí me pilló por sorpresa, al ver que llegábamos a casa abrí la puerta obligándolo a parar de golpe y salí dando un portazo.
- ¡Orión! -- Gritó mi hermano en claro reproche, estaba enfadado, yo también y no sabía bien el porqué, pero lo que si sabía era que no quería hablar con él y menos de mí.
- ¡Dejame tranquila joder! -- Grité de vuelta antes de entrar a casa y correr a mi cuarto encerrando me.

No necesitaba la opinión de nadie sobre lo que fuera que tenía con Hugo, yo sabía cuidarme sola y no necesitó que nadie me evite caerme y equivocarme por mi cuenta.

Una llamada de teléfono me hizo salir corriendo con la chaqueta en la mano dejando pasar por alto que había visto de nuevo esa melena rubia en el sofá de mi casa.

- Orión siempre tarde. -- Dijo Alana con una sonrisa sarcástica mientras yo mantenía las manos en mis rodillas y respiraba de manera acelerada.
- Que se me ha ido la hora. -- Reproche intentando controlar mi respiración. Una pequeña risa me hizo alzar la mirada.

La dueña de esa fina risa era una chica de cabellos cortos por los hombros y mechas moradas en dos mechones delanteros.
Iba vestida con una falda plisada de color negro y una blusa algo rara al igual que su maquillaje de estilo coreano.
- Ori, ella es Samantha. -- Presentó Alana al ver que fijaba la mirada en la chica.
- Encantada. -- Dijo ella al ver que yo no hablaba, sonreí colocándome recta y le ofrecí mi mano.
- Hola cuñada, ¿que tal la vida?
No tardó en llegar la colleja de Alana a mi nuca haciendo reír a su novia mientras yo rascaba la zona golpeada.
- No seas tan bruta.
- Lo dice la que me acaba de pegar, que irónico. -- Respondí sarcástica sonriendo.

Estuve un rato con ellas, Samantha no era desagradable, hacían buena pareja. Pero en el momento que empezaron a ponerse muy pegajosas es cuando noté que sobraba o me convertiría en una sujeta velas.

De camino a casa, un mensaje me hizo acelerar el paso.

Entré en casa sin ver rastro de la medusa que al parecer a parte de tonta era una fresca.
No me hizo falta preguntar cuando Will señaló con la cabeza la habitación que él compartía con Ethan.
La cara marcada de Will me hizo replantearme el entrar o no a la habitación.
- Estoy bien enana. -- Hablo Will con la voz calmada, asentí y entré a la habitación.
En esa habitación donde había un adolescente malhumorado y dolido por amores erróneos.
Donde estaba mi hermano y mejor amigo sufriendo por alguien que no valía ni un suspiro lastimero.

- Fuera. -- Dijo nada más cerré la puerta a mí pasó con la voz sería y fría.
Lo miré sin decir nada y me acerqué a él abrazándolo.
- Ella ha-.
Le corté al notar su voz entre cortándose y lágrimas cayendo sobre mí hombro, él me abrazó con más fuerza mientras contenía las lágrimas y yo acariciaba su pelo.
- Ethan, llora. -- Susurré mirándolo a los ojos, él miró a la puerta y negó separándose y sentándose en la cama.
- No pienso llorar por ella.
- No te digo que ella se merezca tus lloros, te digo que llores por tí. -- Contesté sentándome a su lado y apoyándole la mano en la pierna, él mordió su labio inferior y se negó a llorar.

Mi hermano no lloraba por falta de confianza, si no por miedo a verse débil, se cree que si llora alguno lo veremos menos fuerte de lo que es.

Ethan se sentía más culpable por la bofetada que le había dado a su gemelo, eso lo tenía claro, no sabía el porque había sido, pero supongo que ya me enteraría.

Al rato salimos al salón donde Mike nos miraba con preocupación y Will miraba a la consola sin hacernos caso alguno.
Pocas veces estábamos todos callados, y al ver que está era una de esas veces no tardé en recurrir a irme.
- Voy a buscar a Jonny. -- Hablé rápida y clara antes de salir de casa sin tiempo a que ninguno dijera nada.

Jonathan solía quedarse en el parque a jugar con sus amigos al fútbol, no podíamos permitirnos apuntarlo a un equipo de fútbol ya que en el colegio no tenía equipo de su edad y habría que apuntarlo a otro lado donde tendríamos que comprar todo material y equipación.
Con el hockey fue distinto ya que la equipación la daban y el material era de nuestro padre y tío de cuando eran jóvenes.

Me quedé apoyada en una farola mirando a mi hermano pequeño disfrutar jugando.
No tardó en darse cuenta de mi presencia.
- ¡Tata! -- Gritó en mi dirección saludando me con la mano, le devolví el saludo con una sonrisa y lo contemple mientras corría en mi dirección con la mirada de sus amigos. Jonathan sin cuidado alguno me abrazó frenando en seco contra mi cuerpo haciendo que retrocediera un paso.
- Hola microbio. -- Saludé mientras lo abrazaba, aún abrazándome alzó la cabeza pegando la barbilla en mi pecho y sonrió.
- ¿Nos vamos?
- Vámonos, que sin nosotros ya sabes que no pueden vivir.
Él pequeño sonrió separándose y se despidió de sus amigos con la mano.

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