Capítulo 16.

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Me desperté por el impacto de un cuerpo sobre el mío que se había lanzado sin cuidado alguno.
- ¡Will! -- Grité sin abrir los ojos pizcando el culo del cuerpo.
El grito me indico rápido quién era, abrí los ojos incorporándome y mirando al mullido.
- ¿Tanto te molesto que hasta me confundes con tus hermanos? -- Habló entre risas mirándome contento.
- Te juntas demasiado con mis hermanos, así no se despierta a tu novia que vino a cuidarte.
- Mi novia preciosa, hermosa. -- Dijo con una sonrisa mientras me tiraba de los mofletes.
Una sonrisa salió inconscientemente de mis labios.
¿se había despertado cariñoso?

- ¿Qué piensas? -- Me pregunto mirándome curioso.
- Lo raro que estás, ¿donde esta mi novio?
- Que graciosa.
Sin dejarme responder sus dientes se clavaron por encima de mi ropa en mi estómago.
- ¡Hugo! -- Chille entre risas sin poderlo evitar.

No sabía en qué momento había acabado jugando con mi novio como si fuéramos críos.
Solo se que al levantarme tenía la cara roja de tanto reírme.
- Tengo hambre.
- Pues haz el desayuno.-- Le indiqué mientras me estiraba.
No podía pasar por alto la mirada clavada de Hugo que aún yacía tumbado en la cama con una sonrisa que enseñaba lo suficiente como para que viera su separación entre pala y pala.

- ¿Que miras? -- Cuestione mirándolo con una leve sonrisa.
- ¿Te e dicho ya que eres preciosa?
En el momento que terminó de hablar no sabía si estaba roja por las tonterías recientes o por sus palabras y con la sinceridad que parecía decirlas.

Agarré un cojín y se lo estampe en la cara tirándome yo detrás mientras sostenía el cojín.
- ¡Ey! -- Se quejó divertido apartando el cojín haciéndonos quedar con las caras enfrente.
- Te quiero. -- Soltó derepente.
Chasque la lengua divertida antes de morder su mejilla.
Su risa.
En verdad me gustaba escucharla.
No era la risa que tenía delante de sus amigos al hacer el capullo.
Esta era diferente.
- Te quiero. -- Repetí burlándome entre risas, él algo impresionado sonrió juguetón y me dejó un beso en la nariz.
- Mala.
- Lo mejor que tienes.
- Y lo único que necesito.
No mentiré, esa contestación me tomo por sorpresa, dejé un beso en sus labios al no saber que responder.
Tampoco pareció descontento con mi respuesta.

Nos levantamos a desayunar.
Desayunar pizza.
Estaba claro que esto cada vez se veía más como mi casa.
- ¿Enserio me vas a hacer desayunar esto?-- Pregunté cruzada de brazos con un puchero y mirada asqueada hacia la comida que en verdad me encantaba, pero al ser menú principal la mayor parte de los días de mi vida me aborrecía.
- ¿Que sugiere la reina?
- Un café y Nocilla. -- Solté al momento sin duda, pareció hacérsele cómico a Hugo.
- ¿Lo tenías ya pensado?
- Nunca elijo desayuno en casa, soñar es gratis cielo.

Mientras negaba con una sonrisa iba sacando mi desayuno.
¿Me lo iba a preparar él?
¿Donde estaba mi novio?
¿Y el adolescente al que había que sacar con amenazas de la cama?
Hoy se había despertado de buen humor al parecer.

Me senté en el sofá apoyando los pies sobre la pequeña mesa y encendiendo la tele.
- Pon película, hoy hacemos plan de casa.
- Tenemos instituto idiota.
- Que le den a eso.
Por una vez decidí acatar sus órdenes y poner una película.
No sabía porque pero siempre veíamos la misma película.
El planeta del tesoro.
Una película infantil que le encantaba.
No sabía bien el porqué.
Pero a mí me encantaba verlo como un crío cantando y totalmente empanado mirando la película.
Era cómico el gran contraste.

- Un desayuno de diez para mí chica de once. -- Canturreo dejando el desayuno en mi regazo.
Este se componía de una taza de café con nata intentando hacer un decorado, una tostada algo quemada con demasiada Nocilla para intentar tapar el quemado y una flor de la maceta de su madre.
Simplemente se me hizo la cosa más bonita del mundo.
- Gracias mi amor. -- Dije con voz de nena antes de darle un ligero beso.
Quite el pause de la película y en el momento que empezó me quedé sin novio.
Era algo que impresionante.

Algo que había pensado bastante, era que si llegáramos a romper, habría bastantes cosas que por su culpa no podría ver de igual forma.

Supongo que eso eran hechos inevitables para todo o casi todo el mundo cuando está en un romance adolescente.
Pero es que mi romance se componía de siempre las mismas margaritas por todos lados, la misma película e incluso discusiones en lugares similares o incluso los mismos.

- Aunque no creas en ti mismo, siempre habrá una persona que te dirá lo importante que eres.
- Hugo deja de narrarme los diálogos de la película. -- Me quejé con sarcasmo.
- ¡Shhh! Calla. -- Me contesto sin siquiera mirarme.
Definitivamente esta película me robaba a mi novio.

- Venga vamos.
- ¿Cuál es el problema en que me vean tus padres?
- Mis padres son.... raros
- ¿Y mis hermanos no?
No entendía porque no podía conocer a sus padres, siempre que había venido a su casa era cuando sus padres no estaban.
Nunca me molestó pero me picaba la curiosidad.
- ¿Es por mí? -- Cuestione mirándome, Hugo abrió de golpe los ojos negando.
- ¡No! Tu eres perfecta, no eres tú, es que mis padres son algo intensos.

No entendía tanta preocupación, mis hermanos eran las personas más metidas e impertinentes del mundo, y él si había estado con ellos.

- Está bien, pero los ves y nos vamos.
Asentí contenta antes de agarrarle los mofletes y estampar un beso sobre sus labios.
- Te quiero.
- ¿Me quieres? -- Cuestionó el divertido mientras dejaba otro corto beso en mis labios.
- Si. -- Respondí como niña pequeña.

La puerta nos interrumpió y los gritos de una mujer hicieron que Hugo se arrepintiera de haber accedido.
- ¡Cielo estás en casa! -- Grito una mujer joven, rubia y vestida como una hippie, se me hizo una mujer agradable a primera vista.
- Hola mamá. -- Contestó Hugo incómodo entre sus brazos.
Por detrás vi pasar a un hombre robusto cargando unas bolsas de la compra, este tenía más parecido a Hugo.
- ¡Cielo saluda al niño! -- Bramó la mujer girándose hacia el hombre que sacaba una botella de cerveza de la nevera.
Hugo se liberó del abrazo de su madre y se colocó a mi lado.
- Mamá, esta es Orión, mi novia.
El silencio de su madre me puso nerviosa, pero cuando pensaba hablar ella grito como una adolescente emocionada mientras saltaba antes de acercarse a mí.
- ¡Pero qué guapa!

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