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Baila baila princesita
En tu bosque encantado
Y cantale al deseo de un amor
De un amor soñado…

Valiente — Emilia Attias

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Ahí estaba. Se encontraba con una sonrisa en su cara mientras daba un par de vueltas, su pelo castaño bailaba en el aire mientras movía un poco su larga pollera con sus manos. Una canción la acompañaba y había bastante público prestando toda su atención a ambas.
Quizás no era su trabajo, ni siquiera tenía la obligación de hacer aquello, pero casi nada le traía tanta felicidad como aquello.
Bailar, cantar, el disfraz, que las personas la vieran. Aunque fueran tres minutos, era como si la niñez robada le volviera por un ratito. Por eso sonreía y reía, como si eso fuera  lo único que necesitara.

Hasta que la música acababa y las personas aplaudían. Ahí finalizaba el show. Ahí volvía a la vida real. Y ahí volvían a su trabajo.

—Gracias, gracias. ¿Les gustó? —hablaba la rubia a su lado con una sonrisa. —Bueno, me alegro mucho. Pero me alegra mucho más llevar la bolsa cargada —Agregó empezando a pasar entre el público con su bolso.

—¡Y al que pone un peso más les leemos las manos! —agregó Ariana sonriendo.

Su amiga se acercó disimuladamente a su lado.

—Ari, no sabes leer las manos. —le susurró con una falsa sonrisa.

—Pero ellos no saben que yo no sé y estoy actuando de gitana, Jaz, tengo que estar en personaje —le dijo del mismo modo mientras veían a una mujer acercarse a ellas. —. Además, a esta gente le tiras cualquiera y se la creen, mirá.

Acto seguido la mujer le entregó dos pesos a Ariana.

—Ay, muy bien, muchas gracias —sonrió ella y tomó las manos de la mujer. —Ahora no abra los ojos, mire que si no no funciona, eh —una vez que la mayor le hizo caso, tomó cuidadosamente la billetera que se encontraba en su bolso descuidadamente abierto. —. Hoy no va a ser un buen día en cuanto a lo económico, ¿Sabe?, Yo que usted evito hacer grandes inversiones. —habló. —Muchas gracias.

La mujer asintió y seguido a eso se fue.

Ari se acercó a su amiga, quien seguía pasando con el bolso y dejó de forma disimulada la billetera que acababa de robar en el mismo.

—¿Qué te dije?, se creen cualquiera. —le comentó a la rubia haciéndola reír.

—Esa quedatela vos, Ari. —dijo ella.

—No, está bien, gitana, no lo necesito. Lo hago para ayudarte nada más.

Su amiga la dedicó una mirada no muy convencida.

—¿Segura?, aprovecha y cómprale alguna golosina a Mateo, o algo —insistió. —. Y ya te dije que no es necesario que me ayudes.

—Si es necesario, vos sola no llegas a cubrir lo que Joselo te pide, y yo tengo dos manos, tiempo libre, robo desde los ocho años y no se me da mal el baile —enumeró. —. Además, el enano está bien, por él no te hagas drama, está ahí jugando...

Ambas buscaron al pequeño con la vista. Pero al no encontrarlo en la plaza en la que ella lo había dejado, Jazmín volvió a hablar.

—Ari, tu hermano no está ahí.

—Mi hermano no está ahí —respondió atónita mirando a su amiga. —A este pibe no se lo puede dejar solo —dijo mientras caminaba a tomar su mochila, que había dejado de lado para poder ayudar a Jazmín.—. Disculpame, pero me voy a buscarlo ya, porque si a entera Don Tulio no salgo durante las próximas dos semanas.

fearless • Casi AngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora