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—Mi señor... —canturreó Justina con una sonrisa implacable entrando al despacho de Bartolomé. —Noticias —cerró la puerta del lugar. —. Los borregos incendiaron en el colegio.

—¡Noo! —exclamó él mientras su sonrisa también se ensachaba al oir aquellas palabras. —¡Que tragedia! —llevó una mano a su pecho fingiendo estar afectado. —¿Y quienes fueron los culpables, Tini? —preguntó esperando que la respuesta fueran tres nombres en concreto.

—Rama, Tacho y la rata rebelde.

—Ya no más, Tini, a la rata se le apaciguó la rebeldía —festejó. —. Esa borrega estaba un poco descarrilada, pobrecita. Pero por lo que veo la voy a sacar buena, che.

—¡Pero claro!, solo usted puede lograr estos milagros, mí señor.

—Y conclusión, los chicos no van a poder volver a pisar ese colegio —dijo como si fuera una pena y Justina asintió del mismo modo. —. Bueno, habrá que ir a retar a nuestros capullos del mal.

Capullos del mal, que apodo ridículo.

Los pobres chicos no dejaban de pensar en la culpa que le daba haber obedecido la orden de su tutor. Y ahora Thiago estaba frente a ellos que estaban en el salón junto con Mar, enojado, decepcionado, recordándoles la gravedad de sus actos.

Como si lo necesitaran.

—¡No lo puedo creer, les juro que no me entra en la cabeza! —el chico los miró a los tres. —Me dijeron que estaban re contentos de ir al colegio, ¿y que hicieron? ¿Por qué se boicotearon así? —hizo una pausa. —Rama, me dijiste que era tu sueño estudiar —después miró a Ariana. —. Yo pensé que a vos te había gustado la idea.

—Ella no tuvo nada que ver. —lo interrumpió Tacho antes de que siguiera hablando.

Ari lo miró con el ceño fruncido y luego su mirada fue a Rama quien también habló.

—Fuimos nosotros dos nada más —apoyó. —. Si te la vas a agarrar con alguien que no sea con ella.

Era increíble pensar que la estaban defendiendo, que la estaban cubriendo. Pero claro, ella no iba a dejar que los dos cayeran solos.

—No arranquen con la mentira, que tiene patas cortas, chicos —los detuvo y miró a Thiago. —. Fuimos los tres. Igual cortala con el discurso que ya no los dio la directora, Justina y seguro tu papá está en camino a lo mismo.

—¿Vos te estás escuchando? —le preguntó el de lunares sin creerlo. —¡Prendieron fuego el colegio!

—Vos no entendés nada, no es tan simple. —contestó Tacho.

—No, claro, porque les habrá costado mucho prender un fósforo y tirarlo, ¿no? —Ariana se mordió la lengua, ya ni siquiera tenía ganas de discutir, pero Thiago parecía no querer parar de recordarles lo que habían hecho. —¿Qué les pasa, chicos?, ¿Qué pasa acá?

Entonces se oyeron los pasos fuertes de Bartolomé, para luego ver a su tutor en la puerta.

—¡Estoy indignado! —dijo acercándose amenazante a los chicos, que no hacían más que bajar la cabeza. —¡Justina me acaba de contar todo! ¿Con que cara salgo a la calle?, ¡¿Con que cara veo a los padres de ese colegio al que va mí hijo?!, ¡Son unos desagradecidos! ¡Thiago les dio la oportunidad de entrar a ese colegio! —señaló al chico a su lado que ahora hacía intentos para hablarle a su papá, aunque este no lo escuchaba.

—Papá...

—¡¿Y con que le pagaron?!, con fuego.

—Papá, yo puedo hablar con la directora para convencerla de que fue un accidente. —sugirió el de lunares.

fearless • Casi AngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora