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Finalmente luego de una larga caminata, los dos hermanos llegaron al hospital y luego de unos minutos buscando la habitación de su abuelo, se encontraban en la entrada.

—Adelante. —Se escuchó una débil y rasposa voz del otro lado cuando Ariana golpeó la puerta.

—¡Abuelo! —Exclamó Monito para ir corriendo a abrazar al señor que estaba en la camilla.

—¿Chicos, que hacen acá? —Preguntó riendo como pudo.

—Buenas... —Saludó Ari entrando con una sonrisa. —Vinimos a hacerle compañía, ¿no habrá pensado que se había liberado de nosotros así como así, no?

—¿Por qué tiene estos aparatos acá? —Preguntó su hermanito observando todo. —¿Y esto que hace ruido para qué es?

—Es porque me chamusqué un poco, nada más —Le explicó al niño. —. Pero ustedes no se preocupen que no es nada.

Don Tulio tenía un respirador y el monitor cardíaco conectados. Esto era lo que había llamado la atención de Mateo, ya que era algo que nunca había visto. Y de Ari, porque la hizo ver que la situación era más grave de lo que creía.
Ella sonrió levemente y se obligó a no pensar demasiado en eso. Aunque le era casi imposible. El sonido del monitor se le parecía casi a una bomba a reloj en su cabeza que contaba el tiempo y que en cualquier momento podía explotar. Sin embargo decidió fingir que no pasaba nada por su bien, el de su hermano y el de su abuelo.

Así fue que los chicos comenzaron a contarles sobre lo que había pasado en ese día y medio. El festival, la presentación, la explosión de los equipos de sonido, incluso le hablaron sobre Cielo, evitando que se entera de los detalles negativos, solo para no preocuparlo.

No se movieron de esa habitación durante el resto de la tarde ni durante la noche.
Pero, aunque ellos no lo supieran, no se iban a quedar ahí mucho tiempo. Barto y Tina ya se habían dado cuenta de su desaparición y al día siguiente iban a iniciar su búsqueda.

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A la mañana siguiente, Ariana fue la primera en despertar. Resultó que dormir en la silla de la habitación de un hospital no sonaba ni era cómodo. Así que aprovechando el horario y suponiendo que Jazmín iba a estar trabajando desde temprano, se le ocurrió ir a verla y hacerle compañía. Entonces le avisó tanto a su abuelo como a Monito que saldría y se fue del lugar.

Le faltaban un par de pasos para llegar a la plaza cuando ya comenzaba a escuchar la característica música gitana con la que bailaba su amiga. Y ahí la vio, Jazmín acababa de terminar su baile cuando ella llegó. La rubia estaba tan centrada pasando entre su público recibiendo dinero y robándoles sin que se percataran, que no se dio cuenta en el momento en que Ariana se coló entre la gente hasta que todos se fueron y ella contaba la plata conseguida.

—Pero que bien que bailas, guapa. —La halagó con un falso y pésimo intento de acento gitano.

—¿Qué haces vos acá? —Una sonrisa se dibujó en el rostro de la chica cuando se dio vuelta y se encontró con su amiga.

—¡El aguante a mí bailarina favorita! —Sonrió abriendo los brazos en espera de un abrazo.

Jazmín en seguida la abrazó. —¿Dónde te habías metido ahora, chavala? —Le preguntó cuando se separaron. —Hoy temprano pasé por el baldío y no había nadie.

—Uh, la historia que te espera... —Comentó agarrando el grabador. —Entregale eso a tu jefe —Señaló la bolsa con la plata conseguida. —. Yo te espero acá y te después te cuento todo en el camino.

fearless • Casi AngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora