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Esa noche Ariana no había tenido ganas para ir a comer con el resto de los chicos a la cocina. Eso sí, a Mateo lo había mandado a comer sin falta.

"Yo soy yo. Que yo no coma, no significa que vos tampoco lo vayas a hacer." le había dicho con una sonrisa.

Se había hecho acordar a su abuelo, que una vez también le había dicho así. La comida en el baldío a veces tendía a faltar, entonces él no comía para que Ari y Monito pudieran alimentarse bien y se excusaba con que no tenía hambre. La chica una vez había dicho que sí él no comía ella iba a hacer lo mismo y la respuesta del hombre fue exactamente la misma que le había dado a su hermanito hacía unos minutos.

¿Así iba a ser todo ahora?, ¿se iba a encontrar con el recuerdo de su abuelo en cada detalle mínimo?, ¿se iba a tener que conformar solo con los recuerdos?

Estaba centrada en sus propios pensamientos mientras garabateaba lo que más temprano había sido una hoja para una canción, y ahora solamente era algo arrugado y con muchos rayones. Tan centrada que no se dio cuenta del momento en que Tacho llegó a la puerta del cuarto.

El de pelo largo dio un golpecito en la puerta para que ella se diera cuenta de su presencia. Y funcionó, porque Ari levantó la mirada y se encontró con el chico con una sonrisa señalándole una bandeja que tenía en manos. Ella soltó una muy leve risa al aire y le hizo señas para que pasara.

—Dice Cielo que tenés que comer algo. —habló él mientras entraba.

—Uh, tortilla de papa, que rico —comentó levantándose para agarrar las cosas. Los dos sabían que no tenía hambre, ni ganas de comer, pero apreciaba el gesto. —. Muchas gracias, rubio.

—A mí no me agradezcas, Cielo fue la que insistió con que tenías que comer. Y viste como es, medio testaruda como vos.

Ambos se rieron levemente, pero Ari negó mientras se volvía a sentar en su cama.

—Por esto no —se refirió a la bandeja la bandeja. —. Hoy no te pude dar las gracias por lo que hiciste.

—Yo no hice nada.

—Sí hiciste —ella suspiró. —. Yo sé que estuve medio ida, pero así y todo me dí cuenta de que vos te quedaste con el enano, que estuviste con nosotros en el hospital...

—Eso no es nada, Ari. Yo ya te había dicho que acá éramos como una familia, nos bancamos en todas —se apoyó en el borde de la cama. —. En las buenas, en las malas y en las peores. —la chica asintió recordando la charla que habían tenido hacía unos días.

—Bueno, otra vez tenías razón —comentó ella y hubo una pausa antes de mirarlo. —. Igual, gracias, Tacho. Lo que hiciste significa un montón para mí. —se animó a decirle sincera.

Él le sonrió cálidamente antes de volver a hablar. —¿Cómo te sentís?

Ariana lo pensó un momento. Decir que hasta hace diez minutos había estado llorando otra vez no sonaba muy bien, y lo que menos quería era que el chico se preocupara.

—Atrapada —contestó mirando el lugar, era la palabra más tranquila que se le había venido a la cabeza. —. Bartolomé me ganó al final. En cualquier momento mi hermano y yo vamos a ser otros de sus pimpollos. —hizo énfasis en la última palabra para soltar una amarga risa nasal.

—Por Mateo no preocupes, entre los dos nos vamos a encargar de que a él no le haga nada. —se apresuró a decirle, casi como si el chiquito también fuera responsabilidad suya.

fearless • Casi AngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora