Capítulo XV

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El rey guiaba a Mia hacia los jardines, allí estaba el príncipe entrenando sin camiseta por el calor que hacía ese día en pleno verano. El rey le había dicho si ella le podía seguir enseñando clases de defensa a su hijo ya que su antiguo entrenado estaba en la guerra, además le iban a pagar bien y eso lo necesitaba para poder cuidar a su hermana y a ella. El chico dejó de entrenar cuando los vio llegar, él y Mia se sostuvieron la mirada durante un tiempo hasta que él la desvió. El rey dejó solos para que pudieran entrenar. Mia desenfundó su espada, a ella le gustaba entrenar con la suya ya que era con la que estaba desde que era pequeña, mango marrón y la espada echa de diamante que era el material más duro que se pudiera conseguir, a ella le había costado mucho hacer esa espada. Los dos empezaron a pelear, el príncipe era rápido, pero Mia veía venir todos sus movimientos y tenía más experencia en batalla que él. En un momento Mia le tiró la espada y puso la suya en su cuello, él levantó las manos en señal de rendimiento.

-Oxidado Aqles.

-Puede, pero también me estoy enfrentado a una guerrera de alto rango.

Mia le quitó la espada del cuello y recogió la de Aqles del suelo para dársela. Volvieron a tener otro combate, en este fue Aqles el que le quitó la espada a Mia, pero él la cogió del brazo la giró, la pegó a él y le puso la espada en el cuello.

-Te rindes.-le dijo.

-Nunca.

Ella le cogió el brazo se lo bajó, le dio una patada en la mano para que soltara la espada y lo tiró al suelo. Para que no se levantara se agachó y le puso la rodilla, él le cogió la pierna la tiró a la hierva y fue Aqles el que se puso encima de ella. Pero ninguno de los dos se iba a dar por rendido, Mia puso sus manos en su pecho desmudo y lo empujó con tanta fuerza que lo quitó de encima suya y se puso de pie. Ya los dos en pie se enfrentaron cuerpo contra cuerpo, a ninguno de los dos se le daba muy bien el cuerpo contra cuerpo, pero bueno. En un momento Aqles cogió a Mia de la mano y la acercó a él inmovilizándola. Estaban tan cerca que ambos podían notar la respiración agitada del otro.

-Sigues diciendo que estoy oxidado.

-Sí.- ella se alejó facilmente de Aqles  y de un sencillo movimiento lo tiró al suelo- El entrenamiento se ha acabado.- dijo mientras se daba la vuelta y soltaba una pequeña carcajada.

Aqles se levantó, tenía un brillo en los ojos peculiar. Se acercó a Mia y le dio un beso en la mejilla, después de eso salió corriendo. Mia se quedó un poco sorprendida por esa muestra de afecto, la única que le daba besos en la mejilla era Lia. La tía de Aqles estaba viendo como entrenaban desde la ventana y al ver eso fue a buscar al rey para decírselo.

Cuando Mia entró al castillo el rey le dijo que lo acompañara hacia la sala del trono, ella dijo que si. Cuando llegó, allí estaba la tía de Aqles. El rey se sentó en su trono.
-Me ha dicho la hermana de mi exmujer que vio como mi hijo te daba un beso en la mejilla.- empezó el rey.

-¿Y qué tiene eso de malo?- preguntó Mia.

-Que mi sobrino se merece algo mejor que una escoria como tú.

-Yo no soy una escoria.

-Vas a tener tu castigo.- dijo el rey mientras mandaba a unos guardias que pasaran.

Unos guardias empezaron a golpear a Mia. Los guardias dejaron de golpearla, ella tenía el labio y la nariz rota.

-Vas a hacer que la próxima ver nada de eso pase.- le dijo el rey.

-Eso no lo puedo controlar.

El rey la dejó ir, ella salió de la sala y se acercó a la cocina, allí la cocinera le ayudó a limparse las heridas y ella misma se recolocó la nariz, la verdad era que había quedado peor otras veces, también mientras se curaba las heridas pudo ver que tenía una en el abdomen. Después fue a la habitación de Aqles para decirle que se iba. Entró en ella y pudo oír el ruído de la ducha. Se puso a ver las cosas que tenía encima de la cómoda mientras esperaba a que saliera. Cuando Aqles salió tenía una toalla atada a la cintura, Mia seguía de espaldas a él. Aqles se acercó sigilosamente hacia ella y le agarró por la cintura, Mia soltó un quejido. La sonrisa de Aqles cambió a una cara preocupada.

Sáterix I: La guerra de las tres clasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora