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Estoy en el dormitorio de Ámbar. Esta tal cual lo recuerdo, salvo que no manchado con negro. Esta Ámbar es muchísimo más tranquila, y me da una vibra que es agradable. Me habla acerca de sus amigas, y eso me hace pensar en algo. ¿Quién me conoce aquí?

 O bueno, pregunta correcta. ¿Cómo se me conoce aquí ?

—Sol, ¿estás bien?

—Si —miro a Ámbar. —¿Por?

—Nada, como no terminaste el almuerzo, me era raro. 

Niego. —Estoy bien, tranquila.

—Tienes que recuperarte, pequeña.

—Lo sé. —Mentira. Ni siquiera sé de qué. Aquí hay algo que no me están diciendo. 

Busco con la mirada mi celular y recuerdo que lo dejé en mi dormitorio. 

—Ambi, voy por mi teléfono. Ya vuelvo.

Ella asiente y me levanto, bajo las escaleras y me siento ligeramente tranquila al saber que Sharon no está. Dijo que tenía que salir, no sé. Me da curiosidad la presencia y la ausencia, a su vez, de mis supuestos padres.

La casa completamente vacía es rara, me siento extraña. Todo lo amplio me hace sentir más pequeña de lo que ya soy. Choco con alguien por andar mirando a otro lado.

—Señorita Sol, ¿está usted bien? —siento un escalofrío al oir esa voz.

Amanda. Maldita sea, su presencia parece la de un fantasma. Me voy a morir de un susto estos días. 

Tiende su mano para que me levante, me incorporo. Su mirada es fría, gélida. Apuesto a que si se pusiera a cantar Libre soy, saldría hielo de sus manos.

—Si, lo... lo siento, andaba distraída. —respondo, bajando la mirada.

—¿Y qué hace por aquí por la cocina? ¿Se le ofrece algo?

—Eh.. yo.. yo iba a mi cuarto. —respondo y la miro.

Se hace a un lado, dejándome pasar, y el personal de la cocina no quita su mirada encima de mi. Que extraño. Entro a mi cuarto, y tomo el iPhone del velador. Es extraño, el teléfono pesa mucho y es enorme. Toco la pantalla con suavidad y se deja ver la foto de la pantalla de bloqueo.

Un momento. El teléfono está bloqueado. La contraseña. Yo.. yo no la sé.

Miro la pantalla y se desbloquea. Bendito sea el desbloqueo facial. Estoy por volver a pasar por la cocina, pero tomo la ruta por la cual la rubia me había llevado. Doy toda la vuelta a la casa y vuelvo por las escaleras a encontrar a la rubia.

Nota mental, encontrar la contraseña de este equipo. Tal vez esos números han de darme alguna pista acerca de mi aparente vida aquí. Error. De la vida de Sol.

Yo soy Luna. No puedo perderme. Este no es mi lugar.

Estoy por dirigirme a su cuarto cuando distingo dos puertas cafés en medio del pasillo.

—¿Sol?

—¿Este es el cuarto de Sharon? —pregunto.

—No, tontita, es el de papá y mamá. Aquel es el de Sharon. —señala otra puerta.

Apoyo mi mano sobre la manija. —¿Se puede?

—Claro que si, hermana.

Otra vez, suena raro. Insisto, no podré acostumbrarme a esto con rapidez.

Entramos, las ventanas abiertas iluminan de forma agradable el cuarto. La cama perfectamente tendida, la cómoda con un joyero encima y fuera del ropero, en un pequeño sofá, un saco, una camisa y un pantalón formal.

Esa ropa ha de ser de Bernie. De papá. Del otro lado, la puerta para el baño, y en los veladores de la cama, marcos con fotos. Tomo uno, no puedo evitar sentir un escalofrío cuando veo la fotografía. Ámbar, Lili, Bernie y yo en el jardín. Ámbar y yo llevamos unos vestidos color lila, y papá su traje. Mamá un vestido blanco y un ramo de rosas entre sus manos.

Dejo el marco donde estaba y la otra foto es una de, al parecer, Ámbar y yo de pequeñas.

—¿Vamos al cuarto? —me llama Ambi, sacándome del trance de pensamientos en el cual volví a perderme.

—Está bien. —me toma de la mano y salimos.

Cierro la puerta con cuidado y entramos al dormitorio de Ámbar de nuevo. Me siento sobre la cama, desbloqueo el celular y tengo ganas de revisar los contactos, de ver quién está y quién no..

—¿Está bien este conjunto? —me muestra un vestido plateado y una pantaloneta crema.

—Está bonito.

—Mañana después de la escuela, tengo que ir a la pista. Quedé en entrenar con mis amigas, ¿vendrás?  Para que no te quedes sola.

Cierto, la pista. Pequeño detalle que se me olvidó. Concéntrate, Valente. Miro al ropero de la rubia, y siendo un gran alivio al ver sus patines ahí.

Asiento. —El Jam and Roller, ¿cierto?

—Si... creo que el golpe que te diste fue muy fuerte. —bromea.

Está por decir algo más cuando suena un celular. Miro el mio, pero está en silencio. Es Ámbar la que.toma su celular del velador y rueda los ojos, contesta.

—Ya te dije que no, no es su celular. —¿por quién preguntará? —si, te veo mañana.

—¿Quién era?

—Nadie importante.

—Ambi.. ¿puedo ir a mi cuarto?

—Claro, pequeña. Anda descansa. —besa mi frente. —cualquier cosa estoy aquí.

Asiento, y salgo. Necesito dormir, y despertar de una buena vez. Y esto es en serio. 

Donde alguna vez hubo fuego -Luna ValenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora