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Todos comen en silencio. Yo sigo mirando mi plato, extrañamente no siento hambre. El ver a Michel con la otra chica siento que me ha afectado a pesar de que no quiera admitirlo.

Ámbar no me dirige la mirada. Habla un poco con Sharon o con papá, pero evade toda palabra mía. Estoy frustrada, me duele su actitud. Igualmente no puedo culparla, pero si hay alguien que lleva el título de culpable con todas sus letras y no sé porque no se encuentra en la mesa.

Sharon pide que le pase el pequeño salero blanco y se lo alcanzo, ella me sonríe y correspondo, pero sé que puede ver —bueno, tanto ella como papá— la tensión entre Ámbar y yo. Que no sé porque parece usual pero ahora mismo me siento demasiado incómoda.

Escuchamos una puerta de auto cerrarse y dirijo la mirada hacia la puerta de la casa. Se abre, entra mamá y sonríe.

—Buenas noches, amores. —besa la mejilla de Ámbar y luego mi frente, y se sienta en el espacio vacío. —¿Qué tal hoy?

—Bien. —respondemos sin mirarnos y al unísono ella y yo.

Mamá se ve sorprendida. Bueno, tal vez es así. No quita la mirada de mi plato, está intacto, y decide tan solo mirarme a mí cuando sé que Ámbar lo necesita más que yo.

Suspiro y como un poco, al Lili apartar la mirada y dirigirla a Ámbar me siento un poco más tranquila.. tal vez ahí la atención a ambas es igual.

—Lili —miro a Sharon cuando llama a mamá. Miran a Ámbar las dos y creo entender su mensaje. —¿Mañana hay planes?

—Si, claro que sí. Ámbar, cariño. —ella levanta la mirada. —Mañana a la tarde tenemos algo planificado para ti.

—¿Para mí?

—Si, para tí. —su mirada es de emoción y sorpresa.

—¿Y qué es?

—Es una sorpresa, eso no se dice. —mamá sonríe pícara y Ámbar no puede evitar sonreír.

—Mañana a las cinco pasamos por las dos. —añade Bernie.

—¿Por las dos?

—Iremos todos. —añade Sharon.

Asiento sin mostrar mucho mi emoción pero internamente estoy gritando. No tengo idea de lo que vendrá mañana pero de verdad es algo para Ámbar. Faltan menos de dos días para su cumpleaños y es lo mínimo que Lili puede hacer.

El tiempo aquí se ha pasado volando e igualmente tengo que ver que le haré de regalo. No puedo quedarme con las manos vacías.

Me excuso de la mesa, levantándome sin terminar la cena y saliendo al jardín. Extrañamente mamá no me lo niega, pero la mirada preocupada esta vez es de Sharon y Bernie.

Antes de salir al jardín paso por mi cuarto y me coloco una casaca, hace frío para ser sincera. Salgo, sonrío al ver aquel columpio aún colgando del árbol, el mismo que recuerdo en casi todos mis sueños. Me siento y tan solo suspiro, me siento agobiada. Literalmente de todo. No voy a mentir que el poder contar con Gastón y Mateo sabiendo la verdad es un alivio en todo sentido, pero eso es apenas una fracción de todo.

Extraño a mis padres. A mi novio. Extraño a mi mejor amiga negándose a mis locuras. Extraño a mi abuelo, el cual luchó tanto por encontrarme.

Simplemente extraño mi vida y esta no lo es. Me siento ridículamente infantil por pensar de esta forma, pero de verdad tengo tanto guardado que siento un tremendo nudo en la garganta cuando quiero murmurar algo aunque sea para mi.

Mirando al frente tengo aún áreas verdes y un muro alto no muy lejos. El viento corre, mueve un poco mi pelo y al mismo tiempo aparta un poco las lágrimas que caen por mi rostro sin que me de cuenta de ello. Suspiro, sé que no falta mucho para que yo vuelva a mi mundo.

Donde alguna vez hubo fuego -Luna ValenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora