Donde alguna vez hubo fuego -Luna Valente

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—Luna, ya es tarde, ¡levántate!

Esa voz. No puede ser.

Me remuevo entre las colchas sin mucha pereza y no puedo evitar sonreír al ver a mamá mirarme desde la puerta del cuarto.

—Luna, ya se va a hacer tarde, el señor Alfredo las— guarda silencio cuando corro a abrazarla con fuerza.

Corresponde, yo siendo paz. Todo había sido una pesadilla.. absolutamente todo.

—Amor ¿todo bien?

—Tuve una pesadilla horrible —respondo cuando nos separamos. Me siento en la cama, acaricia mi pelo.

—¿Qué viste?

— a ti y papá se los llevaba la policía.. Lili venía a buscarme, Ámbar era mi hermana, Sharon era buena.. una locura —murmuro y niego.

—Pero fue solo un sueño, cariño.. nada más —toma mi mentón con cariño —¿Te cambias? Papá se va a acabar tu desayuno.

Asiento enérgica. Mamá besa mi frente y se va, yo me levanto y tomo mi uniforme. De verdad no me puedo sentir más tranquila de lo que ya estoy.. es mi casa, mi hogar.

Soy Luna. 

Me siento en la cama para colocarme las medias y los zapatos negros. Me permito recostarme un momento, respirando tranquila, y cierro los ojos. No puedo dejar de sonreír. Por fin todo acabó.

—¡Sol!

¿Sol? Espera-

¿¡De nuevo!?

Mierda.

Abro los ojos y estoy bajo las colchas. Como sin nunca me hubiera levantado. Pero.. pero ya estaba cambiada. Mamá había entrado...

Mamá. 

Esa definitivamente no es la voz de mamá.

—¡Sol! —quito la colcha de mi rostro y veo a Ámbar, sonriendo tranquila, mirándome desde la puerta de mi habitación. —¿Piensas levantarte?

Esto es una pesadilla.

—Cinco minutos más —respondo me vuelvo a tapar, con ganas de dormir y despertar donde debo.

—Ambi, amor, ¿y tu hermana? —me tenso al oír esa voz y siento un escalofrío.

Esa voz.

No era de Sharon. Tampoco de Ámbar. Mucho menos de Amanda.

—Quiere cinco minutos más —responde mi hermana.

—Yo me ocupo, anda a cambiarte. —Sus pasos paran. Escucho unos yéndose y otros aproximándose a mi cama.

Me mueve con suavidad.

—Sol, amor, buen día.

Respiro profundo. Okey Luna, si puedes. Doy la vuelta y me quito las colchas del rostro, veo sus ojos miel sobre mi. Los mismos que recuerdo al llegar aquí.