Aryana Russo no se caracterizaba por ser alguien fácil de domar, de hecho siempre fue muy difícil. Ella aseguraba que nadie nunca sería capaz de marcarla de ninguna manera.
—Hazlo— mandó nuevamente Voldemort, señalando al hombre moribundo frente a ellos.
—¿Por qué debería? No ha hecho absolutamente nada— volvió a negar nuevamente la chica.
—Simplemente hazlo— suspiró impaciente—, debes de hacerlo para poder comenzar a controlarte— añadió, alentándola a hacerlo.
Ella realmente quería aprender a controlarlo pues no quisiera dañar a absolutamente nadie de su alrededor, se sentiría terriblemente mal. Resignada, miró al hombre y luego realizó el hechizo que le mandó el mago obscuro. El hombre comenzó a gritar suplicando clemencia, con dolor ella admiraba la escena, su rostro afligido aseguraba que no estaba completamente cómoda con la situación, mientras que el ser a su lado mantenía una sonrisa malévola.
—¿Ves? No fue tan complicado, ya está— la felicitó por haber realizado el hechizo. Ella se tragó su dolor por el daño que había ocasionado a aquel hombre.
—No quiero repetir esto nunca más— bufó ella alejándose de aquel hombre, requería soledad.
—Si quieres aprender debes de hacerlo, a no ser que quieras mantenerte encerrada en una celda durante el resto de tu vida— dijo él, la maldad en sus palabras pasaron de desapercibido para la chica, ella no quería eso último.
Durante todo ese mes en el que el padre de su futuro esposo la estuvo entrenando, fue aprendiendo las debilidades de la chica, y la principal era el miedo a la soledad durante el resto de su vida. Voldemort no permitió que nadie fuera a verla, no quería que nadie la hiciera sonreír en ningún momento, pese a que ella tenía en su mente pequeños recuerdos felices con sus amigos, obligándose a sonreír.
—Quiero ir a Hogwarts— exigió ella, su tono demandante sorprendió al mago.
—Aún no estás lista para volver de nuevo a Hogwarts— negó de vuelta el mago.
Ella rodó sus ojos antes de subir a su dormitorio y agarrar sus cosas. Volvió a bajar y se fue directa hacia la caseta donde se escondía la chimenea para volver a Hogwarts. Ella había estudiado los horarios de los mortífagos, solo cuando ellos se movían por la mansión los hechizos de seguridad alrededor de la mansión eran retirados. Se colocó una capa negra por encima de su torso y logró escabullirse entre el resto de mortífagos hasta salir.
Puso sus pies en el interior de la chimenea, temerosa agarró polvos flú y murmuró "Hogwarts", hasta que de repente apareció en el despacho de Snape, sorprendiendo al profesor que parecía corregir unos exámenes.
—Señorita, Russo, el señor no me avisó de que fuera a venir— comentó Snape con su voz apagada.
—Y no lo sabe— dijo ella encogiéndose de hombros sin preocupación.
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𝐓𝐨𝐱𝐢𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞- 𝐌𝐚𝐭𝐭𝐡𝐞𝐨 𝐑𝐢𝐝𝐝𝐥𝐞.
Fanfic"Todo esto comenzó siendo una mentira, y ahora es una realidad."