8. Conductas impulsivas

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- ¿Y no me dirás quien eres al menos? -inquirio curioso.

-No, aún no. Eso nos va a quitar toda la diversión, Jake-exclamo.

El chico tan sólo negó divertido. Ya era la tercera llamada esa mañana, habían sido llamadas ocasionales, aquel desconocido lo había llamado y comenzado hablar de trivialidades, al principio se mantuvo reacio al hablar con aquel hombre, pero luego, dejo de tomarle importancia y comenzó hablar con él como si se tratará de un viejo amigo-Igual no es justo. Tu sabes mi nombre de alguna forma, pero yo no se el tuyo.

El contrario se mantuvo en silencio por varios segundos. Hasta que oyó una leve y ronca risa del otro lado de la línea.

-Tienes razón-murmuro con resignación-Soy Billy... ¡Pero tu puedes llamarme como el amor de tu vida!

El chico no pudo evitar soltar una leve risa, encantando de forma inmediata al contrario, que se quedó fascinado por lo natural que se había oído aquello, se emocionó al saber que él fue el causante de tan angelical risa. Por su parte Jake se mantuvo estático, ¿acababa de reírse? Si. Y había salido natural, no como en veces anteriores que el la hacia a propósito. Esta había salido por si sola como antes del accidente de hace un año, se alegro por ello, a la vez que sentía como el calor se concentraba en sus mejillas, quel desconocido había sido el detonante de aquella risa involuntaria, y eso lo alegro de sobremanera. Tal vez le estaba haciendo bien hablar con aquel hombre, experimentaba nuevas emociones lo cual significaba que iba mejorando.

-Billy-murmuro aún sumido en su asoñación. El nombrado se sonrojo al escuchar el tono tan dulce y angelical con lo que, lo había dicho, y su sonrisa se enganchó todavía más, si eso era posible-Tienes un lindo nombre.

-Oh, gracias, tu tambien-admitio-, pero no es tan lindo como lo eres tu.

No pudo aguantar más y corto la llamada, sintiendo su cara arder, estaba rojo a no más poder, aquel sujeto no era nada disimulado a la hora de coquetear, pero, se sentía algo incómodo al respecto, pese a que era un hombre el que lo alagaba de tía modo, un hombre a otro hombre, era raro y no era muy bien visto las relaciones con tu mismo género, a pesar de que ya era algo ligeramente aceptable, seguían habiendo gente que te juzgaba por ello. Ese sujeto lo hacia sentir de forma extraña cada que lo llamaba, sentía el mismo sentir como cuando tenía miedo... Pero no era miedo, él sabía que no, y se convencía de que si lo era. Porque de no ser así todos lo irán a odiarlo por sólo el hecho de sentirse más atraído hacia los hombres que hacia las mujeres.

Se dejo caer en su cama, cubriendose por las cobijas, quedando tal sushi, necesitaba pensar y estar acostado de ese modo lo ayudaba a descansar y despejar la mente, y eso era lo que más necesitaba ahora.

Siempre había tenido esa duda en la cabeza, que era lo que estaba bien, aveces se sorprendía a sí mismo observando a un hombre atractivo, ¿pero, eso es normal, no? Porque él sentía que no lo estaba, su madre se había encargado de hacérselo saber. Tan sólo tenía seis cuando le pregunto si estaba bien enamorarse él de un hombre. Lo que obtuvo de respuesta fue una cachetada por parte de su madre. Su madre le hizo saber a los golpes que eso estaba mal, ella no era tonta y se había dado cuenta de lo que sentía su hijo. Y ese día Jake comprendió que eso lo que sentía estaba mal...

¿Pero, porque? ¿Porque no podía sentirse atraído por lo de su mismo sexo? ¿En verdad eso estaba mal?

No comprendía nada. Las personas eran tan confusas y estúpidas, sus mentes son cerradas, la de su madre lo era, por eso lo golpeaba cada que lo pillaba observando a un hombre más de la cuenta. Era algo estúpido a decir verdad, pero así era como ella reaccionaba ante dicha situación.

Se libro de su prisión de cobijas, poniéndose de pie y comenzando a desnudarse frente al espejo en su cuarto. Y vio como en su piel aún seguían gravados esos golpes que su madre le había dado, las veces en las que con un cinturón lo golpeaba en la espalda como si se tratará de un esclavo, cicatrices cubrían su cuerpo. Una más no le haría daño, ¿verdad?

Con algo de temblor en sus manos tomo el pequeño objeto afilado, trago en seco nervioso apoyando dicho objeto en donde sus venas se encontraban. Quería acabar con esto de una buena vez por todas, si acababa con su existencia ya no sufriría más, ya no tendría que vivir bajo el desprecio de su madre, ya no tener que vivir con miedo de que aparezca un arrebató en el peor de los momentos y herir a alguien, acabar con una vida en la que debía de pasarla tomando pastillas y suplementos para el dolor y disminuir aquellos episodios repentinos y repetidos de conductas impulsivas... Lo presionó con fuerza, y una pequeña gota de sangre recorrió su piel hasta caer al suelo.

Se detuvo. No podía hacerlo, era de cobardes provocar su propia muerte, no debía de hacerlo, esa no era una salida viable. Arrojó lejos la cuchilla con gran ira. Su respiración de aceleró y... ¡Explotó! Sus puños fueron a dar con el espejo, haciéndose trizas en un instante, saliendo volando restos del cristal hacia todas las direcciones.

Jake observó como de su puño chorreaba aquel líquido carmesí manchando sus ropajes de sangre. Pronto Phyl llegó y aterrada se acercó a él para curar su herida.

Desde el armario todo era observado por cierto acosador quien estaba al borde del colapso, su corazón y su respiración estaban acelerados, como si acabará de correr una maratón. Se había asustado por un momento al creer que el chico se cortaría, y él tendría que intervenir, no podía quedarse allí con los brazos cruzados mientras ve como su chico se autolesiona. Vio como él se iba junto a la señora, y ahí, él aprovecho tomando la cuchilla, se la iba a quedar para que Jake no se vuelva a intentar herir. Él no se merecía ese final tan fatídico.

Con agilidad y sigilo, logró regresar al ático, ese lugar era como su refugio, ali tenía de todo y buena compañía, o por lo menos el gato lo era, Clare aolo se quedaba allí sentada y no hablaba, y obvio que no lo haría si ella ya estaba muerta. Billy se rio de su propio chiste. Y también estaría aquí la señora MacHenry, pero no la asesino sólo porque era la tía de Jake y se pondría muy mal si se enterará de que ella estaba muerta, y no quería verlo sufrir. Era algo muy considerado de su parte no matar a alguien por tan sólo el hecho de se familiar de Jake. A diferencia de Barb a la cual tenía planeado matar esa misma noche cuando todos se vayan a dormir, en la paz de la noche en el momento justo en el que su chico se ponía a escuchar la radio mientras lava los trastes sucios. Ese era el momento ideal para asesinar a Barbara Coard.

Esa misma noche volvió a llamar a Jake antes de darle su misericordia a la basura de Coard. Su sonrisa se enganchó todavía más cuando escucho como era atendido por su lindo y adorable chico.

- ¿Billy?

- ¿Jake? -pregunto del mismo modo. Se había emocionado al ver como Jake aún lo recordaba, y eso era algo maravilloso a decir verdad.

- ¿Te puedo hacer una pregunta? -inquirio, a lo que él respondió con un simple si, dándole pie al chico- ¿Porque me llamas?

-Quiero saber más de ti-contesto con simpleza-te me eres alguien realmente interesante y quiero saber más de ti. Quiero conocerte, Jake.

-No logró entenderte-se sincero el muchacho-yo no tengo nada de interesante.

El mayor tan sólo soltó un suspiro pesado, para luego reír de forma apaciguada, poniendo los nervios de punta al muchacho.

-Oh, de eso te equivocas-espeto-Eres bastante interesante desde mi perspectiva. Tus ojos son bicolor, tienes lindas cicatrices y la forma en la que te descontrolas y destruyes todo, es simplemente fascinante. Y tienes una linda sonrisa que aparece de forma fugaz y luego se desaparece tan rápido como apareció. Tu cabello es simplemente alucinante, ese extraño corte de cabello es muy tú-declaro, dejando perplejo al muchacho-Y tienes un lindo trasero a decir verdad. E-Es redondo y se ve muy su-suave. Me g-gustaría poner mi ver...

Rápido el chico corto la llamada hecho todo un tomate, ya se venía venir aquello desde el instante en el que comenzó a hablar d reforma pausada y agitada. Billy era un degenerado que no le importaba si hablaba con un hombre o una mujer, siempre soltaba vulgaridades. Ó simplemente era demaciado directo a la hora de coquetear, y eso le ponía los nervios de punta. En la estación de policía, todo aquello había sido escuchado por teniente Fuller, que estaba congelado en su lugar, eso en verdad que lo había sorprendido. No se lo esperaba de aquel hombre, ahora gracias al chico sabía que el que los llamaba que su nombre era Billy, lástima que ese era un nombre bastante común y sería como buscar una aguja en un pajal.

Si tan sólo ese muchacho logrará que permaneciera más tiempo en la línea podría rastrear la llamada y atrapar al mal nacido.

Era tan solo cuestión de tiempo.

Esferas rotas ᴮⁱˡˡʸ ᴸᵉⁿᶻDonde viven las historias. Descúbrelo ahora