4. La desaparición de Clare Harrison

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- ¿Clare Harrison? -murmuro desentendido-No la conozco.

- ¡Jake, ella estuvo en la fiesta anoche, incluso te saludo! -le recriminó Phyl.

-Lo siento, pero no la recuerdo-informo.

Y no mentía, había sufrido un accidente automovilístico el ante año pasado, que le daño el lóbulo frontal, y aquello hacia que tuviera apatía, depresión y problemas en recordar cosas, eventos o personas aunque él hubiera estado presente allí y hablado con ella, no lo recordaba, su mente se encargaba de borrar recuerdos. Y ahora esto le hacia una mala jugada en estos momentos, a la susodicha no se le veia desde la noche anterior y se suponía que se debía de encontrar con su padre pero ella jamás llegó, y ahora por eso a él lo interrogaban, pero por más que lo intentará no podría recordar.

-No mientas niño-pidio el señor Harrison-has visto y hablado con mi hija.

-Tal vez la vi y hable con ella en algún momento-comento-pero en verdad que no lo recuerdo, señor.

Aquello hizo desesperar todavía más al hombre que sentía grandes ganas de golpear al joven. Jake de inmediato comenzó a buscar en los bolsillos de su pantalón, pero lo único que encontró fue la receta médica de todas las pastillas que debía de tomar-Mierda. No está.

- ¿Qué es eso? -sin darle tiempo a responder el mayor le arrebató el papel de las manos, sorprendiendosé al leer todo lo que ingeria el menor, y no insistió más con el tema, era claro que estaba medicado, el chico básicamente se encontraba en otro mundo, o eso es los eu supuso el mayor-Vamonos de aquí, este chico no ayuda de nada.

Cuando estaban por irse, la voz tan apaciguada del menor los detuvo- ¿Es la chica que llamaba al gato? -inquirio-La vi entrar a esa habitación antes de entrar am baño y cuando salí ella ya no estaba.

Ninguno entendió de lo que hablaba, prefirieron no saber y se largaron de la casa, yendo directo a la estación de policía, el menor se quedó allí sentado por más tiempo con la mirada perdida en el reloj de pared hipnotizado por el lento movimiento que poseían las manecillas del mismo, tuvo que sacudir varias veces su cabeza para librarse de aquel tildado en el que se sumió. De un salto se levanto de su asiento, no recordaba muy bien que era lo que hacia allí sentado, no lograba recordar como era que había llegado hasta allí... Los síntomas estaban empeorando, casi a las corridas fue hasta en donde estaba el teléfono y comenzó q marcar al número que tenía grabado en el interior de su cardigán turquesa, se llevó el teléfono al oído y espero.

- ¿Jake? -escucho la voz del doctor Meléndez del otro lado de la línea.

-Doctor Meléndez, si soy yo-afirmo-esta ocurriendo con más frecuencia, cada vez estoy olvidando las cosas, doc... Tengo miedo de olvidar todo.

Un suspiro pesado se oyó, haciendo temblar al menor-Jacobo... Te voy a enviar una nueva receta de fármacos por correo, te llegarán mañana y vas a la farmacia más cercana y los pides, si no surtan efectos, vas con algún doctor local y le pides que te haga un nuevo diagnostico, y tu no te preocupes más, te aseguro que no vas a olvidar todo.

-Pero...

-Jacobo-interrumpio firme el mayor-Ten por seguro que no vas a olvidar más... Por otro lado, ¿dime como han funcionado los estabilizadores?

-En eso eh mejorado un poco-informo más tranquilo-Aunque la otra noche me dio un arrebato, ¡Pero supe controlarme esta vez!

El hombre soltó una risa, por la emoción y orgullo con lo que había dicho aquello, eso era una muestra que el tratamiento funcionaba-Me alegra oírlo-comento sonriente, aunque sabía que el chico no podía verlo-Y antes que corte la llamada, Jacobo, quiero que vayas a unas consultas con algún psicólogo local, tal como hacías aquí.

-Eh, si, no se preocupe buscaré alguno que me atienda.

-Perfecto-exclamo satisfecho-llamame cualquier cosa.

El chico tan sólo asintió lentamente con la cabeza, cortando la llamada se fue hacia la cocina, el hambre estaba comenzando hacerse presente en él, y fue hacer lo dicho, siendo en todo momento observado por aquel hombre que no paraba de hacer tales llamadas obscenas, estaba perplejo, había visto al chico tomar ya antes varias pastillas de distintos frascos, y se sorprendió al saber que eran para esa cosa que le había dicho aquel hombre, el término se le era vagamente familiar, pero no sabría decirlo.

[...]

La señora Mac no paraba de agradecerle a su sobrino por haberle arreglado la puerta, ya no se atrancaba ni rechina más, lo cual lleno de dicha a la mujer. Esa misma noche tuvieron como invitado al señor Harrison, el padre de Clare, quien mantenía una mirada torba hacia el chico, que desconocía por completo la razón de dicha mirada, su memoria le había vuelto a fallar y sonreía por compromiso pese a el incómodo ambiente, además Jake tenía cosas más importantes por las que preocuparse, necesitaba encontrar a alguien que lo escuchara y aconsejara, para eso era el psicólogo, ya mañana iría a buscar uno, ahora debía dedicarse en ayudar a poner la mesa para cenar.

- ¿Recordas quien es mi hija ahora?

Le pregunto de forma repentina haciendo sobresaltar al chico por la respuesta, trago en seco incómodo, no sabía si estaba bien responder con la verdad o simplemente mentir, toda esa situación era como una tortura.

-No se quien es su hija-declaro sacando de sus casillas al mayor-y tampoco se quien es usted, y que hace en la casa de mi tía.

- ¡¿Eres estúpido acaso?! -exclamo, parándose de sus asiento.

-No señor.

Su mirada estaba baja, tuvo que morderse el labio en un intento de que las lágrimas no brotaran de sus ojos, tal vez se veía rudo, como un rufian, pero era demasiado sensible y miedoso, y toda esa situación le ponía la piel de gallina. Barb se dio cuenta de aquello, compadeciendose del chico, salió a su defensa- ¡No creo que sea necesario que le levanté la voz!

- ¡Pues yo creo que este chico sabe algo! -exclamo aspero- ¡Y no me lo quiere decir!

Al chico ni siquiera pudo articular una sola palabra para entonces ya había roto en lágrimas, sorprendiendo a más de uno en esa habitación-Yo no recuerdo nada, y no crea que no lo intento-murmuro entre sollozos- ¡Intento recordar las cosas pero es difícil! ¡Esto me lo dificulta!

Señaló su cabeza, más específico, aquella parte en al que estaba ubicada aquella gran cicatriz que atravesaba parte de su ojo y cráneo, el semblante del mayor paso a ser uno de enojo a uno de angustia, fuera lo que fuera, lo que le había sucedido al chico le afectaba en la memoria a un grado de olvidar eventos y personas.

El mayor prefirió no insistir más en el tema y se fue del comedor, siendo seguido por las dos mujeres, dejando sólo al chico, quien tenía la mirada perdida en el movimiento lento de sus pies, mientras las lágrimas no paraban de salir de sus ojos humedeciendo sus ropas.

Desde el interior de los muros había alguien quien deseaba acercarse y consolar al menor, aunque aquel impuso fue controlado, confundiendo a su portador, ¿desde cuando le había tomado cariño a ese crío? No lo sabía. Y al no saberlo lo aferraba de sobremanera. E hizo lo único que podía hacer en esos instantes. El teléfono sonó y de forma automática el chico fue responder al llamado, y de alguna forma por aquella respiración pesada lo tranquilizó de alguna forma, era extraño.

-Oh, Jake, no llores más-sintio un escalofrío al oir aquello-pronto nos vamos a encontrar cara a cara y ya no abra razón para llorar.

La llamada fue cortada, y sus lágrimas se detuvieron, ya no estaba asustado ni triste, no sabía como sentirse, si perturbado o feliz, sentía una mezcla de ambos en su interior. Aquel sujeto sabía que estaba llorando y eso lo perturbo, pero sonaba como si quisiera consolarlo, lo que en el fondo, ¿lo alegró? No tenía la menor idea.

Esferas rotas ᴮⁱˡˡʸ ᴸᵉⁿᶻDonde viven las historias. Descúbrelo ahora