La Decisión es Nuestra

Capítulo 15 "As It Was"

Serendipia le hacen llamar a aquello que se encuentra sin buscar, algo que termina siendo hermoso y valioso, un verdadero regalo de la vida, bien, eso fue lo que Sebastian sintió hace casi dieciséis años, cuando conoció a Lorely, se sintió increíblemente afortunado, perdido, eclipsado, cautivado... De saber que aceptar ese trabajo cómo docente, le haría conocer a la mujer de su vida, la mujer que lo curaría y a la que amaría de por vida, tal vez lo habría aceptado mucho tiempo antes, pero hay razones por las que las circunstancias, no ocurren de cierto modo y a ciertos tiempos, pues lo forzado, raramente, resulta bien.

De ese inmenso y sincero amor, se crearon dos frutos maravillosos que ahora llamaban "Mamá" a Lorely, esos dos frutos le hicieron volver a pensar a Sebastian en aquella circunstancia denominada, serendipia, ¿Por qué?, simple, él lo había deseado, se había imaginado con aquella mujer cómo su esposa, con aquellos hijos cómo suyos, aún sin saber que serían mellizos, todos eso, lo había anhelado, pero claro, el amor no es lineal, Tom lo dijo en aquella presentación de su obra "Mi decisión final eres tú", para alcanzar un amor inquebrantable, se necesita más que sólo el anhelo. La confianza, el amor, las metas a futuro y un trabajo constante, son indispensables para ello, sin embargo, el entorno juega un papel determinante para todos.

El entorno fue lo que había fallado en aquel compromiso que tanto Sebastian como Lorely querían, pero no había sido únicamente ese factor, pues sus respectivos pasados y los amores de sus vidas, aún estaban ahí... Presentes, cuidándolos y velando por ellos.

Tal vez todo habría sido muy diferente si Jessica nunca hubiera regresado a la vida de Sebastian, si Tom se hubiera enamorado de otra mujer y hubiera dejado en su totalidad a Lorely, tal vez ninguno de los dos se habría separado, habrían luchado por hacer funcionar sus entornos, y Lorely tendría en su dedo anular un hermoso anillo Cartier, Sebastian viviría en Rumania dirigiendo el gran imperio de Industrias Stan, ambos serían padres de aquellos maravillosos mellizos que se aferraron a la vida en aquel embarazo delicado que dejó las secuelas de un accidente y una mala medicación... Tal vez y sólo tal vez, Lorely no habría tenido que dejar su sueño de ser docente y se habría esforzado por culminar un doctorado y realizar investigación en Bucarest, Sebastian la habría apoyado y habría dado todo de sí para que ambos fueran la poderosa pareja conformada por el señor y señora Stan. Seguramente pudieron haber pensado en tener otro hijo, o sumar a su familia a algún cachorro golden retriever, la raza del primer cachorro que Sebastian tuvo, y una de las favoritas de Lorely... Eso era un sueño, una posibilidad, inconclusa y anhelada, pero que, de ningún modo, les haría arrepentirse de lo que ahora ambos tenían, porque ambos tenían realmente algo maravilloso que, de estar juntos, no habría llegado a sus vidas, William y Nate...

Sebastian sintió el verdadero amor paternal una vez que tuvo a Nate entre sus brazos, sus primeros años al lado de Jessica los adoró y fue realmente feliz, entendió y disfrutó la verdadera felicidad creada por uno mismo, algo que describió con mucho amor en la carta que envió a Lorely hace tantos años.

Y ella, por otro lado, tuvo la oportunidad de disfrutar un embarazo sin riesgos constantes, concibió a William al lado del amor de su vida, disfrutó de sus tres hijos, de sus infancias, y se esforzó en su totalidad para ser una mejor madre, Lorely así lo había querido, y se dedicó a infundirles el amor y confianza que Sebastian habría querido para sus hijos, tal como se lo dijo cuándo se enteró de ellos.

¿Todo eso era una serendipia? Posiblemente sí o no, todo dependía de la forma y el amor en cómo ellos habían valorado cada suceso, por esa razón no se arrepentían de sus decisiones, porque al final, esas decisiones les habían dado a sus preciados hijos, y eso, era algo que compartían en común, aunque lo que ahora más valoraba Sebastian, era ver a sus hijos disfrutando de su compañía, relacionándose entre sí, compartiendo su tiempo y espacio de una forma auténtica, una forma que él no tuvo la oportunidad de disfrutar, pero de la que nunca permitiría que sus hijos se privaran de ello.