Capítulo 44 "Falling / Dancing With Your Ghost"

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La tensión, el silencio y sus semblantes habían dejado atónitos a cada uno de los que esperaban por ellos. Haberlos conocido por tantos años y vivir a su lado una inmensa cantidad de sentimientos no se comparaba con aquella forma en la que dejaron a todos sin palabra alguna, verlos salir destrozados, con ojos enrojecidos y sin poder formar una oración clara que no fuera acompañada de lágrimas, había sido la clara imagen de la desintegración de los Hiddleston.

Ninguno fue capaz de cuestionar, persuadir o mencionar algo al respecto, en cuanto los mellizos subieron al modelo Acura junto con su madre, Hemsworth subió directo al asiento del conductor y abandonaron la residencia a una velocidad que les fue imposible percibir, tal vez porque sus sentidos estaban tan disipados por sus sentimientos, porque la vulnerabilidad que vivían era abrumadora y cruel, porque la traición era innecesaria, humillante y desgarradora, o tal vez simplemente era el hecho de que desmoronarse y llorar hasta cansarse era el único modo en el que podían dejar ir un poco de esa inmensa carga que se almacenaba en ellos sin mucha consideración.

En un inicio y sin pensarlo, Chris ofreció su residencia para que los mellizos y su madre pudieran quedarse con ellos, pero Lorely no lo aceptó, agradecía la honesta nobleza y generosidad de sus amigos, pero sabía que no eran lo que ella y sus hijos necesitaban, por muy cruel que fuera aceptarlo, vivir aquella separación, esa traición y ese dolor, debía ser algo que únicamente les concerniera a ellos, no a terceros, no a oportunistas, no a nobles amigos, ni a amores sinceros, aun cuando eso ultimo fuera muy agradable, debían vivirlo únicamente ellos.

El australiano manejó por casi media hora rumbo al este de la capital, sin ser capaz de profanar el triste silencio que los invadía, apenas pudo comunicarse con Chris y Stanley para asegurarles que él protegería a la familia que llevaba a bordo, aparcando la camioneta minutos después, ayudó a descender a Lizzie, acompañada de su mellizo, ambos siguieron a su madre y finalmente se adentraron a la residencia que Lorely había preparado meses atrás...

-¿Por qué no suben sus maletas a las habitaciones? – sugirió Lorely con un impresionante tono amoroso que traía una significativa paz a sus hijos, haciéndolos asentir, ambos se dirigieron al segundo nivel en completo silencio.

La residencia tenía poca calidez al no haber sido ocupada antes, sin embargo, el amplio cobertizo que conducía a un jardín trasero, los dos niveles, la ubicación del estudio, los colores claros de las paredes, muebles oscuros y acabados elegantes en vidrio y cedro, dejaban en claro que había sido elegida y decorada con el gusto de su única dueña.

-Recuerdo cuando venimos a verla por primera vez – rompió con el silencio Hemsworth a las espaldas de su jefa – Detestaste la combinación de colores chillantes y los reemplazaste por ese marfil – ella intentó dedicarle una media sonrisa y asintió mientras uno al otro se miraban e inevitablemente el tema salía a flote - ¿Hace cuánto la preparaste para habitar?

-Desde que lo supe – contestó con tristeza y dejó que su cuerpo cayera directo a uno de los largos sofás, llevando sus manos a su rostro y comenzando a llorar desconsoladamente.

-Hey – susurró el australiano al sentarse y abrazarla con fuerza hacia él – Nada de los que está pasando es tu culpa, no mereces esto Lore.

-¿Tu lo sabías? – intentó preguntar entre lágrimas.

-Lo sospechaba, pero la verdad, esperaba equivocarme.

En realidad, no era el único en sospecharlo, su compañero y dupla de trabajo lo sospechaba junto con él, pero las circunstancias los hacía limitarse hasta que no supieran más, por lo que el abrazo fue aún más fuerte acompañado de una media sonrisa alentadora cuando la puerta principal se abrió por Stanley y se adentró rápidamente hasta quedar sentado en la alfombra de la sala de estar para tomar las manos de su mejor amiga.

La Decisión es NuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora