Capítulo veintiuno

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Katsuki había husmeado la habitación de Eijiro, encontrándose en uno de los cajones de su mesa de noche aquella cámara Nikon con la que Eijiro siempre sacaba fotos en eventos familiares. El menor la tomó entre sus manos, mordiendo nerviosamente su labio inferior, preguntándose si a Eijiro le molestaría el hecho de que había registrado sus cosas.

Se sentó en el regazo del pelirrojo, quién estaba lo suficientemente dormido como para sentir el leve pesor de Katsuki sobre él

—Kiri....—llamo el menor, pero ese no respondio.—. Despierta dormilon... Quiero mi beso de buenos dias.

Katsuki admiró por varios segundos a su novio, observando cada perfecto detalle de su duro rostro. Desde su cabello rojo y desordenado, de la barba que comenzaba a salirle, hasta su fornido pecho descubierto. Su piel estaba maravillosamente palida, provocando miles de sensaciones explosivas en el estómago de Katsuki cada vez que al dormir entrelazaban sus piernas; y el color de ellas, junto a las pálidas del menor, combinaban de forma perfecta.

Tomó con su dedo índice el labio inferior de Eijiro, moviéndolo hacia abajo y luego soltándolo, provocando un sonido de "boop" que lo hizo reír como un niño.

Lo mantuvo haciendo unas cuantas veces, riéndose traviesamente.

Eijiro era la persona más holgazana que Katsuki había conocido en su vida.

Cualquier cosa que tuviera que ver con universidad, despertar temprano y estudiar; no le gustaba para nada.

Lo único que podía amar su novio, aparte de él, por supuesto. Era; el boxeo, su van y su motocicleta. Incluso el ejercicio, algo que el menor no podía hacer en lo más minino. 

—Kiri, despiértate. Estoy aburrido.— se recostó en su pecho, sintiendo la calidez de su novio y escuchando su corazón palpitar con tranquilidad. Los eventos de la noche anterior rodearon sus pensamientos, recordando el como su novio había descubierto que usaba encaje femenino y la manera en que le había insinuado que se las mostrara.

Sus mejillas comenzaron a arder de nuevo, escondiendo su rostro en el pecho de su novio.

El solo recordar la manera en la que Eijiro lo tocaba le hacía sentir maripositas en su estómago. E incluso un cosquilleo más allá de su abdomen.

Comenzó a jugar con su pecho, admirando que detrás de ellos había un tatuaje, muy cerca de sus clavículas.

—¡No, Eijiro! ¡No quiero ver!.— decía cubriendo sus ojos con sus manos aquella vez en la que Eijiro lo había invitado a la tienda en donde se hacía los tatuajes.

—¿Es tu novio? -- preguntó el tatuador limpiando el pecho del mayor con alcohol—. Es un niño.

—Hazme el maldito tatuaje.— gruñó éste.

Ante el recuerdo, su piel se ponía de gallina.

El solo pensar nuevamente la piel rojiza y la púa dolorosa, le causaba escalofríos.

El menor volvió a reincorporarse, pero esta vez con la cámara en mano.

Cerró uno de sus ojos, mientras que el otro permaneció abierto para poder ver desde el diminuto lente a qué quería tomarle foto.

Ahí seguía un Eijiro dormido, ausente de que su novio estaba ya despierto.

Katsuki pensó que era la escena perfecta para almacenarla en su mente, pero principalmente en una fotografía y así poder guardarla siempre para saber a quién pertenecía.

El sonido de click hizo despertar a Eijiro.

Pesadamente abrió sus ojos y se cegó por los reflejos de los rayos del sol entrando por la puerta del balcón. Frotó sus párpados y volvió a abrirlos.

Posesivo [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora