Capítulo treinta

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Shinso era un idiota.

No, Eijiro se arrepentía de ello, él era más idiota. ¿En qué estaba pensando cuando accedió a dejar ir a Katsuki a la fiesta?

Porque, no es que estuviera de acuerdo, pero tampoco supo porqué lo hizo.

—Quizás porque ya está creciendo.— había dicho Mirio. El mayor reprimió esa idea, ¿Katsuki crecer? No quería ni pensarlo—. Tienes que admitirlo.

—No.

Al principio Katsuki le enviaba mensajes a Eijiro, diciéndole que le agradecía por la confianza que él le había dado y por dejarlo ir a la fiesta.
Eijiro no estaba feliz por ello pero no le quedaba de otra que contestarle a su novio y decirle que confiaba en él.

—¿Confías en él? —pregunta Mirio. Eijiro lo mira mal—. ¿¡Qué!?

—Confío en él, pero en Shinso no.

Luego del último mensaje, en el que Katsuki le envió una docena de emojis de corazones,
-y todos de distinto color- ya no volvió a escribirle más.

Eijiro supuso que había llegado a la fiesta.

Y al cabo de unas horas, Eijiro revisaba el celular cada diez minutos, preguntándose cuándo se dignaría Katsuki en responderle.

¿Cómo pudo haber sido tan estúpido y aceptar de que Katsuki se fuese con Shinso?

Mirio lo estaba observando, estaba seguro de que si su amigo seguía caminando en círculos iba abrir un agujero en el suelo.

—Eijiro… —lo llamó, pero éste siguió dando vueltas, mordisqueando sus uñas e ignorando su presencia.

—¿Mhm?

—Son las 11:20 —revisó su reloj, viendo las manecillas cambiar de posición—.
Y no me has dado de comer.

Eijiro paró en seco y giró a ver a su amigo.

Entornó sus ojos. Mirio tragó duro y de inmediato supo que mejor hubiese sido no haber dicho nada.

—Te estoy contando de lo que me molesta de Shinso, sobre lo que me irrita su comportamiento ¿¡Y me vienes a decir de que no te he dado comida!?

—Ehm… sí.

—¡Pero deja de comer un poco, hombre! ¿Acaso no ves que estás gordo?

Mirio se sintió ofendido, pero su estómago resonó en la silenciosa habitación.

—Eijiro, me estoy muriendo de hambre. Y hago ejercicio, mantengo mi dieta.

—Cenamos hace dos horas.

—Lo sé, han pasado siglos de ello.

Eijiro había estado de un humor de perros, pero no pudo evitar reírse de aquello.

—Vete a buscar comida.

Mirio se puso de pie y mientras pasaba frente al espejo se echó una ojeada en el.

—Oye, no estoy gordo. —porque estaba muy en forma a decir verdad, su abdomen estaba más marcado que hace dos semanas atrás—. Me has pegado un gran susto.

Pero su amigo no le estaba prestando atención, estaba viendo a un punto fijo de la pared, sentado en su cama.
Se miraba tan aturdido.

—¿Eijiro? —Mirio lo observaba desde el reflejo del espejo—. Eijiro, deja de atormentarte.

—No me estoy atormentando. —dijo con una voz neutra, tan lejano de la realidad—.Solo estoy pensando. —empezó a parpadear, saliendo de su trance y mirando a Mirio—
¿Qué crees que estén haciendo?

Posesivo [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora