Capítulo veintinueve

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¿Cómo se llama aquella sensación que no te deja tranquilo y te carcome por dentro?

Estabas cansado de sentirte tan solo.

Una buena vida, lindas chicas, gastar por el alcohol, sin preocuparse por ninguno, y sin pensar en el futuro.
Vivías la vida tan bien…

Muy emocionante al parecer.

—Llámame cuando puedas. —besó su mejilla, para bajar de su regazo e irse con un despampanante contoneo de caderas.

Eijiro sonrió, observando el número que ésta le dejó en un papel.

¿Cómo era que se llamaba ella?
¿Camila? ¿Camie?

Reflejabas tanta despreocupación en tu rostro, tanta felicidad por sí solo, aún puedo verte por los pasillos riendo sobre maldades cometidas. Aún veo la sonrisa en tu rostro, tan radiante, tan simple y tan perfecta.

—¡Hey, Eijiro! —llamó Keigo desde el otro extremo del salón— ¿Listo para la fiesta de hoy?

—¿Bromeas? ¡Estoy emocionado por ello!

Cuando por dentro no eras más que un hombre marchito. No dejabas que nadie te viese como eres, te escondías bajo un mecanismo de defensa reprimido, ¿Qué era lo que estabas ocultando? ¿Qué era lo que no querías mostrarnos?

—Eijiro. ¿Todo en orden?

—A la perfección.

Pero perfección no era un sinónimo de que todo estuviera bien.

Porque aún las personas duras, sufren.

Aún los que no ves llorar, lloran.

Aún los que encuentras riendo, se deprimen.

Esos que ves acompañados por muchos en realidad están solos.

Él era uno de ellos.

Él comprendía lo que era estar ayudado por todos, pero apoyado por ninguno.

05/09/2015

«Nombre: Kirishima Eijiro
Edad: 15 años.
Nacido en: Prefectura de Kagoshima.»

El director, cuyo nombre era Taishiro, hizo a un lado la carpeta del expediente del chico.

Hace media hora que éste había entrado a su oficina y desde entonces no había hablado en ningún momento.

—¿Entonces vienes de la Prefectura de Kagoshima?

El anciano entrelazó sus dedos, tomando una postura educada detrás del escritorio color caoba de su oficina.

Había pasado casi una hora desde que los padres del chico que tenía frente a él, habían llegado para implorar que aceptara a su hijo para el colegio de UA.

Pero en todo ese tiempo el chico no había respondido ninguna de sus preguntas.

Solo se mantenía de brazos cruzados, viendo hacia su pecera sin ninguna mínima expresión.

—¿Eijiro?

—¿Para qué me sigue preguntando si sabe que no voy a responderle? —le dice en seco, pesadamente, pero siendo la primera vez que habla durante ese tiempo.

El director queda perplejo ante su dureza y con torpeza acomoda su corbata, como si con eso llegara a calmar sus repentinos nervios.
El chico tenía carácter para solo tener 15 años.

—B-Bien. Puedes retirarte.

Como despedida; el pelinegro se pone en pie y envés de darle un apretón de manos de forma civilizada, éste desaparece de su oficina, tras cerrar la puerta de un fuerte portazo.

Posesivo [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora