Capítulo treinta y dos

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—Lárgate de aquí, mocoso.— gruñe Eijiro.
El niño, quién intentaba tocar la cola de su azulado disfraz, al verlo, salió corriendo de inmediato.

Eijiro soltó un soplido hacia los mechones de cabello que caían sobre su frente, levantándolos con esto un poco.

Los niños corrían de aquí para allá por todo el jardín y él ya no quería ponerse esa insufrible cabeza del disfraz.

Era el cumpleaños de sus hermanos y alguno que otro niño que recién comenzaba a caminar ya estaba correteando e intentando jalonearle la cola de su disfraz.

Se supone que él era Sullivan, el monstruo de Monster Inc. Quería ahorcar a Iida por eso, se supone que él era el que tenía que disfrazarse, pero éste convenció a Katsuki para que persuadiera a Eijiro, y con ese pestañeo coqueto y esos besos con sabor a menta que el menor le dio, no pudo negarse a la propuesta.

—¡Vuelve a ponerte la cabeza! —gritó Iida desde el otro lado del jardín, subido sobre una escalera para colocar la piñata infantil.
En cuanto se rió de Eijiro este mismo se desequilibró y cayó al césped con la escalera encima.

Já, que idiota.

Sin embargo, en cuanto volvió a ponerse la cabeza del disfraz, los niños gritaron emocionados y nuevamente tuvo que imitar una voz rasposa y jugar con los niños a la atrapadera.

—Katsuki… estás quemando las cebollas. — Momo lo regresa a la realidad y el menor pega un brinquito. Mira hacia la parrilla, en donde observa los trozos de cebolla con un color ennegrecido. Él se sonroja y Momo se ríe—. No te preocupes, está bien.

—Lo-lo siento…

—No hay problema. —le sonríe. Katsuki se siente avergonzado de sí mismo y se permite echarse la culpa. Todo por voltear a ver a Eijiro y ver cómo jugaba con los niños. Ahorita mismo lo estaba viendo de nuevo, levantar a un niño del suelo y fingir que se lo iba a comer; el niño no dejaba de reírse. Él sonrió, melancólico.
Momo se dio cuenta.— Es adorable, ¿no?

Katsuki no despega la vista de ellos y sigue sonriendo.

—Sí, es muy lindo. No se comporta así usualmente.

—Bueno, contigo sí.

Él la mira. La chica no sabe si sus mejillas están sonrojadas por el calor del fuego de la parrilla o por el comentario acerca de Eijiro.

—Sí, es cierto. —ella quiere abrazarlo, Katsuki está jugando con el borde de su suéter, algo que hace por su timidez—-. Pero es difícil entrar en su mente ¿sabes? —regresó a ver a Eijiro—.
Nunca se sabe lo que él está pensando…

Momo frunció el ceño.
Ahora ella estaba quemando las cebollas.

—Yo sé lo que piensa al verte, una vida contigo. Fin de la historia. —y sin decir más mete las cebollas a un tazón y le dedica una cálida sonrisa a Katsuki antes de retirarse al comedor del jardín.

Al cabo de una media hora Eijiro está volviendo a sudar debajo del disfraz, esta vez no se ha quitado la cabeza de Sullivan y cada vez que ve a Katsuki lo saluda con su gigantesca mano azul y éste siempre se ríe porque seguramente él se ha de ver muy cómico.

En cambio, cuando ve a Mirio, suele sacarle su gigante y azulado dedo del medio y éste comienza a ahogarse de la risa como usualmente lo hace.

Los niños estaban encantados con Eijiro.

Bueno, en realidad, con Sullivan.
Porque con Eijiro seguramente ya hubieran salido huyendo. De todos los niños, incluyendo a sus hermanos, y si descontásemos la edad, Katsuki era su niño favorito.

Posesivo [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora