Capítulo 3

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Abro los ojos gradualmente para acostumbrarme a la luz que hay en la habitación, bostezo mientras veo hacia la ventana, es un hermoso día. Por un segundo olvido que mi familia ha muerto, durante ese segundo me siento completa y feliz, luego al recordarlo mi corazón se rompe en mil pedazos y las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.

— ¿Por qué no pude ser yo? — Digo golpeando la cama con rabia. — Si tan solo Jonathan no hubiera salido del closet ¿Por qué no pudo hacerme caso al menos una vez en su vida?

Cubro mi rostro con la almohada y grito lo más fuerte que puedo, me quedo allí durante unos segundos, pensando aun en ese día, quito la almohada de mi rostro, estiro mi brazo hacía la mesa de noche para tomar el reloj, logro alcanzarlo y ver la hora ¡Son las 10:26!
Me levanto de a poco para no lastimarme, voy al baño para tomar una ducha, abro la llave de la regadera, el agua comienza a correr, me quedo mirando al suelo, veo las gotas de agua que rebotan un poco al golpearse contra el suelo de la ducha, cierro los ojos con mucha fuerza, los recuerdos de mi casa comienzan a venir a mi mente, aún recuerdo la mirada de mi madre, aquel dolor en su mirada al verme en las escaleras, sabía que me matarían, a mí y a mi hermano, quizás lenta y dolorosamente, sin piedad, ni siquiera por ser jóvenes, nada les importó, para apuñalarnos de aquella manera tuvieron que estar muy molestos, estaba claro que nos odiaban, la pregunta es ¿Por qué? ¿Qué les hicimos Jonathan y yo? No voy a parar hasta saber por qué lo hicieron. Suspiro profundamente, al tiempo que sacudo mi cabeza levemente para volver a la realidad, me paro debajo de la regadera, siento como aquella agua caliente recorre mi cuerpo, al llegar a mis heridas siento ardor, un poco de sangre comienza a brotar de ellas, así que tomo una rápida ducha, al salir, me pongo la ropa interior y un pantalón azul. Busco entre las gavetas algo con que limpiar las heridas, afortunadamente encuentro un par de gasas, con ellas limpio cuidadosamente la sangre en mi abdomen y luego con las restantes limpio los bordes de las heridas con un poco de agua tibia, me quedo un rato sentada en la cama, esperando a que pare el sangrado. Me pongo una blusa amarilla sin mangas y unas calcetas para calentar mis fríos pies, cepillo mi cabello, el cual está sumamente enredado, así que tardo varios minutos en hacerlo, lavo mis dientes en el lavabo, me veo en el espejo y noto que mis ojos están hinchados por tanto llorar, toco aquellas bolsas con los dedos de mis manos, me aparto del espejo y vuelvo a la habitación, ordeno mis cosas de nuevo en la maleta, ya que todo estaba desordenado, doblo las blusas y los pantalones, la ropa interior la pongo enrrollada en ambos lados de la maleta, pongo los zapatos primero, luego los pantalones y las blusas, dejo la maleta al lado de la cama para poder arreglarla. Miro un par de fotografías de mi familia, es lo único que me queda ahora, un par de fotografías, antes lo tenía todo y no supe apreciarlo lo suficiente. Abrazo el oso de peluche de Jonathan, no puedo creer que ya no esté, desearía que no hubiésemos peleado ese día, nuestro último recuerdo juntos es una pelea por unos tontos audífonos. Guardo las fotografías en la mochila, todas menos una donde estamos todos, la fotografía fue tomada un cuatro de julio, fuimos a universal studios, fue el año antes de que fuera a la universidad. Dejo junto a la fotografía el oso de mi hermano antes de salir de la habitación. Busco a Alex por todos lados, pero no lo encuentro, cuando entro al comedor veo una nota en la mesa.

Halley:

Me levanté temprano para ir a trabajar, no quise despertarte, el desayuno está en el microondas, siéntete como en casa, te veo al llegar.
Cuídate bonita.

Alex

Alex, siempre tan considerado, desde que lo conozco ha sido un buen amigo, siempre me ha apoyado y cuidado, recuerdo incluso una vez quise sorprender a mi padre en su cumpleaños, tomé un vuelo desde mi universidad en Georgia, al aterrizar no encontré ningún taxi, ni siquiera un solo Uber, Alex fue por mí a las dos de la mañana para llevarme a casa. También recuerdo esa vez que estaba a punto de abandonar la universidad por ese semestre, estaba totalmente estresada y abrumada por la cantidad de carga académica, él condujo hasta mi universidad para convencerme de quedarme, de no darme por vencida, me ayudó a organizar mis horas de estudio y tareas, para poder tener tiempo de dormir, es un buen amigo, es uno de los mejores amigos que he tenido a lo largo de mi vida.
Voy a la cocina, abro el microondas y saco lo que Alex preparó para mí, unos deliciosos panqueques, él sabe perfectamente que adoro los panqueques, son los más deliciosos que he probado en toda mi vida, era eso o que tenía mucha hambre.

Confía o muere. (1/2) En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora