El Jardín

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El jardín parecía un campo de guerra abandonado, y yo él último sobreviviente volviendo a la zona donde los sueños se perdieron bajo el fuego de las metrallas. Pero no era ese el tipo de batalla que en el jardín se habían peleado, no era ese el tipo de heridas que en el jardín se habían producido unos a otros los implicados.

Una vez aquel pequeño pedazo de tierra rodeado por altas paredes cubiertas de enredaderas había sido el sitio de descanso de una juventud agobiada por pensamientos oscuros y un sin fin de cuentos sin terminar en mi cabeza, el escondite de mis fantasías y de sanación para mi corazón herido por el amor, que una que otra vez, encontraba el camino casi olvidado a mi alma pero ya no más.

Ahora cuando mi mirada recorre las secas ramas que caen sobre el amarillo cobrizo del suelo que a mis pies muestra que ha perdido todo asomo de césped y mi pie se apoya en el sucio banco sonde solía sentarme a leer, es en este momento cuando no entiendo en lo que mi vida se ha convertido.

El tiempo en que la confianza me unía al alma de ella, ahora no existe, y como la lluvia que empieza a caer, su recuerdo limpia y ensucia a la vez lo que queda de mí.

Fue mi amiga, luego mi novia, después mi amante y por último mi esposa, me dio la felicidad que ningún hombre espera y la que ningún pesimista cree posible. Me otorgo su vida por el tiempo que duró la mía, pero luego, cuando las sombras comenzaron a rodear mi existencia ella decidió convertirse en una pena mas, justo cuando más necesite su hombro para llorar, ella decidió no estar allí. La he maldecido mil veces por desaparecer justo cuando el peso de mi familia destruida me obligaba a caer de rodillas, en el preciso momento en el que el dinero escaseaba y se esfumaba como agua entre los dedos, en el mismo momento en que mis debilidades afloraban, en ese preciso momento ella no estuvo más.

Si bien es cierto que desearía que ella estuviese aquí, el sólo hecho de verla me haría revolver él estomago de asco, pues ella no estuvo durante la debacle, nunca me brindó su apoyo en las malas, no creo que sería capaz de mostrar su presencia sólo para recordarme su falta, su presencia sería una burla al amor que le tuve, al dolor que hoy siento y a la falta que me ha hecho.

Las grandes y pesadas gotas de agua de lluvia hacen invisibles las lágrimas que, de otra manera, resbalarían por mis mejillas, ahora que soy un don nadie, ahora que mi vida vale un centavo menos que la de cualquiera de los que caminan por la calle, justo ahora es cuando no puedo perdonarle.

Mis manos se aferran al grasoso y enralecido cabello que ahora comienza a mostrar signos de prematuro gris, lloro de desgracia y soledad, me pierdo en mis recuerdos de ella, me hundo en mi rencor hacia la que me abandonó, le grito al silencio de la que me dejó cuando más falta me hacia su calor, camino en círculos alrededor del jardín, pisando la tierra bajo la cual yace ella, jamas le perdonaré el haber muerto.

De Sombras y Otros ReflejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora