Parece que hubiese pasado los tres últimos días cargando una gran piedra sobre los hombros y no un hermoso y devorador sentimiento dentro del alma, con cada luna que llega mis fuerzas parecen irse acabando con mayor rapidez, el estado de debilidad física, contrasta con la ráfaga de vida que el nombre de esa dama le ha inyectado a mi espíritu, pues debo decirle (a usted quien lee y aún no entiende de que hablo), que desde que mi piel se encontró de frente con la de esta bellísima mujer, pues, mientras que mis emociones estallan y me permiten contemplar las maravillas de estar vivo, las energías de mi cuerpo físico se diluyen como la sal en un vaso de agua.
Mi piel, antes de un envidiable color y sana apariencia, ha comenzado a tomar matices amarillentos. Cada vez que me levanto de dormir el sueño de los justos, pareciese que estuviese hecha de viejo papel pergamino arrugado. Mis manos ahora temblorosas e incapaces de sostener con naturalidad un lápiz, una vez permanecieron varios días sin abandonar la escritura para cantar a esta bella mujer lo que su amor le hacia a mi alma. Pero como le decía, desde que esta comparte mi lecho cada vez más mi debilidad de cuerpo se hace notoria con cada mañana que llega.
Y sé que usted podría estar pensando ahora que la carga de pertenecerle a alguien o la fogosidad de las noches sin sueño sean la razón para esto que cuento, pero entonces como se explican mis ganas de vivir y la felicidad que me invade el corazón, ya que de otra forma es común que el decaimiento físico sea acompañado por el desconsuelo mental, si este fuera el caso.
El hecho al final de todo, es que este estado envejecido y cansado de mi cuerpo, no ha hecho que ella me ame menos, nada de eso, es más, ella es tan inseparable de mí como el día en que por primera vez su mirada me sedujo y cada día se acuesta a mi lado luciendo aún más hermosa y más deseable a mis ojos.
* * *
Hoy me he despertado asombrado, atónito ante lo que me ha ocurrido. Recordará usted que hace un par de días le hablaba yo, de una preocupación que me llenaba el alma, le comentaba sobre mi debilidad orgánica y mi energía sentimental, recordará - ¡Oh, por Dios, si seré tonto!- que le hablaba de cómo con cada despertar ella lucía más joven y yo más acabado - tan cerca de la verdad y tan lejos de mi entendimiento -, por eso espero recuerde cuando le comenté sobre un estado que sonaría como una condición anémica grave, sin explicación ni justificación aparente. Pues he aquí que he encontrado la respuesta.
He pasado horas muertas preguntándome como es posible que mi cansancio no posea razón explicable ni motivos visibles, ya que si bien soy un hombre que no le teme a un poco de trabajo duro, he realizado faenas más arduas en mi vida y nunca había yo pasado por esto. No puede ser por la edad, me he repetido mil veces, pues aún no he llegado, ni por mucho, a la edad en que un hombre pierde sus facultades físicas. He intentado apartar de mi cabeza, sin éxito, cierto pensamiento molesto que me recuerda que el primer síntoma de esta extraña dolencia que me aqueja se presentó justo después de la primera noche de estar junto a la mujer que me llenó la vida, no quería, pues, relacionar nada malo con el ser que le trajo esperanza a mi vida vacía.
Pero, que idiota se vuelve el hombre cuando no acepta las realidades que su cerebro le muestra y las acalla con los latidos del corazón. Esta mañana, junto a la debilidad que ya se ha vuelto costumbre en mi, noté por un segundo que ella no reposaba a mi lado como lo hace siempre, ella suele despertarse mucho después que yo lo he hecho, y sólo hasta bien entrada la mañana, no se libera ella de la prisión de Morfeo.
Me quedé echado de espaldas, que es la posición en la que siempre duermo, tratando de espantar los últimos rastros de sueño de mis ojos, cuando pude lograrlo, intenté incorporarme, pero al despegar la espalda de la cama, un dolor que me hizo ver por un momento las llamas mismas del infierno, me obligó a exhalar un grito terrible, sentía la piel arrancada de la espalda, como rasgada por una mano invisible. Despellejado en carne viva, con el dolor ardiendo en mi dorso, me di vuelta para descubrir la razón de semejante agonía.
Asombrado, atónito y sin habla sólo pude mirar que en las blancas sábanas de mi cama se dibujaba con mi sangre seca y escrito al revés el nombre de la mujer a quien amo, restos de mi propia piel, ayudaban a remarcar el patronímico de mi compañera, lancé un grito aterrado, comprendí lo que había ocurrido, y corrí a buscar entre mis viejos volúmenes aquel que habla sobre antiguas leyendas, al encontrar lo que buscaba, leí:
Lámias: personaje de la mitología griega e hispánica sobre el cual existen varias descripciones, según algunos, lucía de la cintura para arriba como una hermosa mujer, y hacia abajo como una horrible bestia de cuatro patas, según otros, de la cintura para abajo, Lámia o Lámias, tenía cuerpo de serpiente; este ser tenía la facultad de disfrazarse cuando se enamoraba de un hombre mortal, le seducía y luego se alimentaba de su sangre y carne mientras este dormía.
Me levanté de mi silla, camine de arriba abajo mi habitación, maldije con todas mis fuerzas y a voces por toda mi casa al endemoniado monstruo del cual me había enamorado.
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De Sombras y Otros Reflejos
Short StoryHistorias cortas de gente sin nombre, en momentos sin fecha, construidos a partir de las sombras de la noche...