El primero de septiembre llegó. Los días, desde su visita al callejón Diagón para comprar sus utensilios para el primer curso, habían pasado muy rápidos. Aries no dudó ni un segundo en leer todos los libros que necesitaría aquel primer año, leyendo también alguno más avanzado que había en la biblioteca de la mansión Malfoy. La niña siempre había sido muy autodidacta, desde que aprendió a leer gracias a las institutrices que le enseñaban (junto al piano, las bellas artes y la iniciación al mundo de la magia) que leía libros sobre el mundo mágico, las artes oscuras y cómo combatirlas, incluso sobre criaturas mágicas que tanto amaba.
No había pegado ojo prácticamente en toda la noche, por eso, cuando los primeros rayos de sol del alba entraron por la ventana de su habitación, la ya no tan pequeña Aries despertó. O, mejor dicho, abrió los ojos y se levantó. Tampoco quería despertar a nadie, por lo que se aseó sin hacer ruido, aunque sí escuchó a Froodie, su elfo doméstico, entrar en su alcoba mientras se duchaba.
Como el baúl ya lo había dejado preparado antes de acostarse la noche anterior, el elfo tan solo se lo llevó de ahí, ya listo. La fémina salió del baño y se vistió, dejando el uniforme del colegio para cambiarse antes de llegar a la estación de Hogsmeade. Se puso una falda negra con una camiseta de tirantes blanca y una chaqueta de punto encima, que era de color verde como la casa Slytherin. Al rato, cuando ya bajó a desayunar, su madrina trenzó su cabello en dos hermosas trenzas que ató con un par de lazos, de modo que ningún mechón cayese por el rostro de la menor. Se lo agradeció dándole un beso en la mejilla y subió a su habitación, para asegurarse que no se dejaba nada. Sabía perfectamente que, de ser así, Narcissa se lo mandaría junto a los dulces que le prometió.
( . . . )
Faltaban poco más de diez minutos para las once de la mañana. Los Malfoy ya se encontraban en el andén nueve y tres cuartos, con Aries empujando el carrito y Draco sentado sobre el baúl. Lucius desaprobaba esa actitud, pero ya tendría tiempo de remediar eso cuando Aries se fuese al colegio. Narcissa, en cambio, estaba feliz de ver a sus dos pequeños ser felices, aunque notaba el temor en el rostro de Aries. Por ello, le dio un suave apretón en el hombro cuando se pararon frente al andén, antes de cruzarlos, y después le sonrió con dulzura, como siempre hacía. Y así, con la ayuda y seguridad que su madrina le proporcionaba, empujó con todas sus fuerzas el carro y junto a su primo, cruzaron la barrera que separaba el andén muggle del andén mágico.
Aries abrió los ojos rápidamente al ver que no chocaron, sino que pasaron sin problema alguno. El agradable olor que desprendía aquel lugar era todo lo que necesitaba para estar bien. El sonido estridente del tren, los gritos y conversaciones de las diferentes familias, incluso las charlas entre amigos que podían escucharse a lo lejos. Sin duda alguna, esto sería uno de los momentos más importantes de su vida.
Extrañaba a sus padres, le hubiese encantado vivirlo junto a ellos. Pero ahora ya no era una niña pequeña y entendía que no podría ser, pues su mamá murió al nacer ella y su papá también estaba muerto. . . o eso creía ella.
Lo primero que hizo fue subir sus cosas al tren, quedándose solo con su kneazle, a quien había nombrado Regulus, que viajaba en su maletín. Y ya, notando como los nervios empezaron a apoderarse de ella, se acercó de nuevo a su familia.
―Un comportamiento digno de tu posición, Arabella. No quiero recibir ninguna carta por mal comportamiento ―la reprendió Lucius Malfoy, con esa mirada altiva y ese tono tan característico que tenía―. Espero que seas seleccionada para Slytherin o iré yo a buscarte, personalmente, para mandarte a Durmstrang.
―Sé que seré Slytherin, tío ―contestó la muchacha, segura de sí misma―. Si encuentras ese libro que pedí, mándamelo, por favor ―le pidió, antes de mirar a su madrina―. Te extrañaré un montón.
―Y nosotros a ti, princesa ―aunque no le agradaba mostrar sus sentimientos en público, Narcissa abrazó a su ahijada y besó su frente, con dulzura―. Controla ese temperamento que tienes y dale recuerdos a Severus de parte nuestra.
Asintió con la cabeza, besando la mejilla impropia también.
―Por fin dejaré de verte todos los días, bebé ―bromeó, soltando una carcajada―. No me extrañes mucho, nos veremos en Navidad.
―Ya era hora que te fueras, mocosa ―rió Draco, dejando que su prima le diera un abrazo―. Elegiré el sitio del viaje de Navidad tan bien como pueda, prometido.
Ambos se dieron una última mirada de complicidad y Aries se despidió, por última vez, antes de subir al tren.

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Conociendo a Aries Black [ 1 ]
FanfictionAries Black es la única hija de Regulus Black y Claire McNeil. Sus padres fueron la pareja perfecta durante sus años escolares, pero desgraciadamente Claire murió durante el parto y al año, Regulus desapareció. Todos le creyeron muerto, pero Albus D...