Capítulo 11.

72 5 0
                                    


La mañana siguiente, Aries fue la primera en despertar. Decidió tomarse un tiempo para sí misma, por lo que se duchó y arregló en poco más de veinte minutos. Una vez se había hecho el nudo de la corbata, ya de color verde y plateado, perfectamente, despertó a sus amigas.

―Niñas, es hora de despertarse ―le dijo a Callidora, que fue despertándose, con parsimonia―. ¡Michelle Flint! Juro que si no te levantas en este mismo instante, mañana dormirás en la sala común.

―Pero, Aries. ¡No me grites! ―exclamó la de cabellos azabaches, apretando la almohada contra su rostro, donde ahogó un grito―. Ya voy, ya voy.

Satisfecha con aquello, la Black se quitó aquella toalla que llevaba en su cabeza y empezó a peinarse. Dejó su melena suelta, pero abrochando un par de mechones que caían por su rostro pálido con unas horquillas de esmeraldas, verdes como la casa Slytherin. De reojo, a través de aquel pequeño espejo que tenían en la habitación, miró a sus amigas de toda la vida, que estaban terminando de acicalarse.

― ¡Es nuestro primer día! ―exclamó Callidora, haciendo que Aries y Michelle pegasen un chillido de emoción.

Las tres chicas salieron de su habitación cuando faltaban cinco minutos para las ocho, dirigiéndose directamente al Gran Comedor. Tal y como su prefecta les comentó la noche anterior en la Sala Común, mientras desayunaban también se les repartía el horario escolar.

―Pásame el zumo de calabaza ―le pidió Aries a Isak, uno de sus amigos―. Gracias, amigo.

―Señorita Black, su horario ―la voz del profesor Severus Snape se hizo presente a sus espaldas, asustándola por unos segundos―. Escúchenme todos o les bajaré puntos a nuestra casa ―avisó el jefe de Slytherin, haciendo que todos, incluso algunos alumnos de cursos superiores, se girasen hacia él―. Soy el jefe de esta casa y espero llevarnos la copa al final del curso, como llevamos haciendo siete años consecutivos. Tienen dos prefectos, junto a los de sexto curso, que les guiarán y ayudarán en sus primeros días. Y si tienen alguna duda, importante he de recalcar, podrán acudir a mí en mi despacho, al lado de la mazmorra dónde impartiré pociones.

Todos parecían haberlo entendido. No asustados, sino que le mostraban el respeto que se merecía y se había ganado con el pasar de los años. Y es que, así como Snape hablaba con los de su casa, el resto de jefes de las casas hicieron lo mismo prácticamente al mismo instante.

―Gracias, profesor ―le agradeció la Black, con una sonrisa que fue medianamente correspondida―. Me mandaron darle recuerdos, por cierto. Mis tíos.

Con un asentimiento de cabeza, el profesor de Pociones dejó a sus alumnos desayunando, para irse a preparar la primera clase.

El desayuno fue eufórico por la gran mayoría. Los gritos no faltaron, las conversaciones triviales se hicieron presentes, los nervios en los de primer año existían, así como también en los de quinto y séptimo curso. Las ganas de empezar estaban en el orden del día, pero a la vez tampoco se tenían ganas. Sin duda, había sido un desayuno normal y corriente en Hogwarts, como todos los años.

Con el horario en su diestra, Aries salió del Gran Comedor después de terminarse una tostada con mermelada de frutos del bosque, siendo acompañada de Jackson. Ambos hablaban sobre algo que le sucedió a la misma Aries antes de subir el tren que, como siempre, tenía aventuras y anécdotas que contar a su mejor amigo. Al que no le sorprendía, en absoluto, todo lo que le ocurría a la pelinegra.

―Empezamos con pociones ―mencionó con alegría la niña, que tiraba del brazo de su mejor amigo con efusividad―. ¡Tengo muchas ganas! ¿Te he contado que me he aprendido la mayoría de recetas de memoria ya?

―Eres un cerebrito, ya lo sé ―el comentario con desgana de Jackson no pasó por alto para la Black, que le pegó con fuerza en el brazo por burlarse de ella―. Está bien, está bien. ¡No me pegues más! ―exclamó, separándose de ella, sobando ligeramente el brazo―. Eres una bruta, Arabella.

― ¡No me llames Arabella! ―gruñó, notando como su melena se volvía de color rojizo intenso, indicando el enfado que le producía ser llamada por su segundo nombre. Una mirada bastó para que se tranquilizara, por parte del profesor, cuando ambos entraron a la mazmorra―, pero es con los Gryffindor. . . no quiero ―lloriqueó.

Conociendo a Aries Black [ 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora