Capítulo 12.

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Pociones siempre había sido una de las asignaturas favoritas de Aries. Ya desde antes de entrar en Hogwarts, Severus Snape se encargaba de enseñarles el noble arte de las pociones a los hermanos Malfoy, como les llamaba él, en la mansión. Tenían una mazmorra dedicada a ese arte y Aries, desde que tenía uso de razón, se pasaba horas encerrada ahí, preparando pociones, aunque siempre bajo la supervisión de algún adulto, pues no se fiaban de lo que pudiera ocasionar la niña, sabiendo lo bromista y la facilidad que tenía de meterse en problemas.

Así como todos los profesores, Snape comenzó la clase pasando lista, pero no prestaba atención a los alumnos de la casa Gryffindor. De hecho, tan solo alzó su mirada cuando mencionó el nombre de Aries, asegurándose así que nadie dijera nada por apellidarse Black.

―Vosotros estáis aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de preparar pociones ―comenzó. Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo―. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de vosotros dudaréis que esto sea magia. No espero que lleguéis a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos. . . Puedo enseñaros cómo embotellar la fama, preparar la gloria, e incluso detener la muerte. Si sois algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar.

Más silencio siguió aquel pequeño discurso. Aries Black soltó una risita por un comentario tonto de Jackson Avery, que estaba sentado a su lado. Para ella, pociones era un arte y todo lo que estaba bien en el mundo, así que no dejaría que nada ni nadie estropease la que era la mejor asignatura de todas.

―Cállate, idiota ―susurró, sin quitar la mirada de Snape, que seguía hablando―. Tú sí que eres un alcornoque como los que dice tío Severus ―añadió, con una sonrisa malvada, sabiendo que su mejor amigo no tardaría en hacer drama.

― ¡Señorita Black! ―exclamó, de la nada, el profesor―. ¿Desea contestar algunas preguntas? Ya que veo que está habladora hoy.

―Disculpe, profesor, solo le decía a Avery que prestase atención ―comentó, en un murmuro, pero sin agachar la cabeza―. Aunque, como bien ha dicho, contestaré sin problemas.

Y la arrogancia y superioridad de la Black no tardó en aparecer y ser real. Severus Snape ocultó las ganas de sonreír, sabiendo que sabría las respuestas sin tardar en contestar.

― ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?

Aries, sonrió triunfante. Sus amigos más cercanos ya estaban cerca de celebrar los nuevos puntos.

―Asfódelo y ajenjo son los ingredientes principales del Filtro de Muertos en Vida, cuya poción puede ser tan poderosa como para poner a dormir una persona ―contestó, con esa altanería tan característica suya, segura de sí misma.

―Excelente ―asintió el jefe de la casa Slytherin, para después seguir preguntando―. ¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar?

― ¡En el estómago de una cabra! ―prácticamente gritó, mostrando la emoción―. Es el antídoto principal para casi todos los venenos, profesor.

―Y dígame, Black. ¿Cuál es la diferencia entre acónito y luparia? ―Snape miró fijamente a la niña, que tenía claro que sería la mejor de la clase y prácticamente de la escuela desde que pisó, unos minutos atrás, por primera vez las mazmorras de pociones.

―No puede pedir una diferencia cuando es la misma planta ―contestó, por última vez, sin pensárselo dos veces y sin dudar.

―30 puntos para Slytherin, perfectas respuestas ―y miró al resto de estudiantes, con cara de pocos amigos, como de costumbre―. Y el resto, ¿por qué no están apuntando las respuestas que su compañera ha dado?

Se produjo un súbito movimiento de plumas y pergaminos. Las serpientes miraban con orgullo a Aries, quien se regodeó basándose en su pasión por las pociones. Se sentía como en casa. Cuando todos terminaron de apuntar, Severus Snape colocó a tocos en parejas, para que empezasen con una poción sencilla, conocida como cura de forúnculos. Se paseó con su larga capa negra, observando cómo pesaban ortiga seca y aplastaban colmillos de serpiente, criticando a casi todos menos al pequeño grupo privilegiado del cual Aries formaba parte, que parecían ser más diestros que el resto.

Aries Black se encontraba junto a su inseparable amiga, Michelle Flint, preparando la poción. Snape se paró frente a ellas, aprovechando para decirles a todos que mirasen la perfección con la que Black y Flint habían cocinado a fuego lento los pedazos de cuernos. La pelinegra sonreía con arrogancia, eso era más fácil que quitarle un dulce a un niño de cinco años.

―Antes que termine la clase, quiero que todos dejen un frasco con su poción en mi escritorio ―anunció, tras mirar la hora en su reloj de pulsera―. Quedan cinco minutos. Si han realizado correctamente la poción, deberían poder apagar el fuego y verterla en el frasco que les he dicho. Pueden recogerlo en la estantería del final de la mazmorra. ¡Y no se olviden de etiquetar con su nombre!

La clase llegó a su fin y, para los Gryffindor, eso era un alivio. Fred y George Weasley, felices pese a todo, habían conseguido que les quitasen diez puntos a cada uno y, junto a Lee Jordan, ya pensaron como molestar a la niña Black, pues parecía ser el blanco de sus bromas. . . Lo que no sabían es que podrían ser devueltas, o bien que se convertirían en grandes amigos.



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¡He vuelto! Después de cuatro meses, por fin tengo otro capítulo escrito. He de admitir que me ha costado bastante seguir la historia, pues el primer libro es el más "aburrido" y no empieza lo bueno hasta que Potter llega al colegio (segundo libro). Pero, pese a eso, intentaré tener un capítulo por semana.

¡Nos leemos pronto! Y no os olvidéis de votar y comentar <33

Conociendo a Aries Black [ 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora