Maratón 3/4.
Los meses habían pasado volando y diciembre había llegado hacía pocas semanas. El frío y la nieve no tardaron en aparecer, cubriendo los terrenos de la mansión Malfoy con finas capas blancas que relucían tanto como un bonito diamante.
Si había algo que le gustaba a Aries era el invierno, las vacaciones en familia, la nieve, su cumpleaños. Ella nació el día de Navidad, un veinticinco de diciembre, once años atrás. Había sido la alegría de Regulus Black, quien vio un poco de luz entre tanta oscuridad que le rodeaba; sin embargo, su nacimiento trajo la desgracia en la familia McNeil, pues Claire murió en el parto. Era un riesgo que la joven pareja sabía que había, pero su decisión fue sacar el bebé hacia delante y que, en cualquier caso u ocurriese cualquier cosa, la vida de la niña era lo más importante. Por eso era algo agridulce aquél día para la ya no tan pequeña Aries. Conocía la historia de su mamá, su tía Narcissa se había encargado de explicársela cuando cumplió cinco años. También sabía que no tenía un papá como sus amigos, pero que le cuidaba desde el cielo. Para Arabella, las dos estrellas más brillantes del firmamento eran sus papás. Y es que, a pesar de todo, consideraba a su madrina una segunda madre. Así como Draco, para ella era su hermano pequeño.
La mañana de ese veinticinco de diciembre amaneció más temprano de lo habitual. El frío caló sus huesos nada más pisar el frío suelo marmoleo de su habitación, corriendo rápidamente a ponerse unos calcetines gruesos y sus zapatillas. Antes de bajar, decidió lavarse la cara y adecentarse un poco, ya que llevaba el pijama mal puesto y su larga melena castaña parecía un nido de pájaros, como si no se hubiese peinado en la vida. Se hizo unas trenzas mal hechas, pero que servían para evitar mostrar el horror de melena con el que se había despertado hacía menos de media hora. Decidió ponerse un batín por encima, que tenía sus iniciales grabadas en el costado superior izquierdo.
"Hace más frío que cualquier otro día" pensó la cumpleañera, antes de salir de su habitación.
Cuando llegó al recibidor, lo primero que hizo fue ver a un par de elfos que corrían de un lado a otro. Escuchó también los gritos de Narcissa Malfoy, quien seguramente estaba dándoles órdenes para tener todo listo para el cumpleaños de su niña. Inconscientemente, la última Black sonrió. ¡Por eso le encantaba su día! Recibía muchos regalos, era más malcriada de costumbre, y sus tíos siempre dejaban que sus amigos pasaran el día con ella en la mansión. . . que es verdad, tampoco tiene muchos amigos, pero los suficientes como para ser feliz y que se acuerden de ella en su cumpleaños. Por eso, siempre dice que son los mejores amigos del mundo.
― ¡Buenos días! ―exclamó, casi gritando, entrando al salón principal.
La mirada de Narcissa se dirigió hacia ella, a quien sonrió con orgullo. Su pequeña cumplía once años, en nueve meses empezaría sus estudios en Hogwarts, donde se convertiría en una mujer. En ella veía la perfecta combinación de sus padres, de su familia: los ojos, grisáceos y brillantes, le recordaban a Sirius cuando era un niño. Esa sonrisa tan perspicaz, a veces traviesa, era igual a la de Regulus, igual que los hoyuelos que se le marcaban al sonreír. Las pecas que había alrededor de su nariz era como las de Claire, quien había sido su mejor amiga desde que eran unas niñas. Pero su carácter, sin duda, se había forjado a lo largo de los años. Era la perfecta combinación de todas las personas que la habían cuidado hasta ahora. Tenía ese toque de rebeldía, que tanto caracterizaba a Sirius y Andrómeda; esa valentía, que heredó de Regulus; era una niña de lo más risueña y vivaz, aunque Lucius Malfoy se había encargado que no lo mostrase. Había aprendido de la elegancia y el porte de su madrina.
―Mi pequeña ya es toda una niña mayor ―comentó la bruja, acercándose a su sobrina para depositar un beso en la frente impropia―. Siéntate, enseguida servirán el desayuno. Luego iremos a un sitio, como te prometí. Y comeremos aquí, cuando lleguen tus amigos. Por la tarde, podrás abrir todos los regalos.
La menor asintió con entusiasmo, yendo a sentarse a la silla donde se sentaba siempre. Pocos minutos más tarde, entró su tío, quien la felicitó, sin darle ninguna muestra de cariño. No obstante, tampoco le sorprendía que fuese así, por lo que no le dio más importancia de la que tenía. Y al rato, después que Narcissa bajase de nuevo, apareció Draco.
( . . . )
Llevaba un vestido azul con unas medias negras, unas botas negras y un abrigo, también negro, que cubría gran parte de su cuerpo. Esa mañana, después de desayunar, su tía la había peinado como le gustaba: le había hecho una trenza africana, recogiendo toda su melena castaña, por lo que dejaba que sus ojos grises marca Black brillasen con más ilusión que nunca, pues no había mechones cayendo por su rostro de porcelana. Cuando llegó al recibidor, un elfo ya tenía su bufanda y sus guantes, de color verde como la casa Slytherin, su futura casa, como siempre decía.
― ¿Estás lista? ―le preguntó su madrina, acomodando su abrigo correctamente―. Solo serán treinta minutos, es lo máximo que te puedo dar sin que tu tío se entere.
Cabizbaja, asintió. Le parecía muy poco tiempo, pero si quería seguir visitando, de vez en cuando, a sus tíos, no le quedaba más opción que esa.
―Está bien, Ina ―murmuró, sonriendo―. ¡Eres la mejor!
Narcissa besó la frente de su sobrina y le ordenó a un elfo que la llevase al lugar donde vivían Ted y Andrómeda Tonks. Quizás, ella sería feliz de llevar a su sobrina a aquella casa y conversar con su hermana mayor, que fue repudiada hacía ya casi veinte años, aproximadamente. Pero, ni ella misma estaba preparada para aquello ni nadie de su casa o sus allegados permitirían esa traición; por lo que siempre era Froodie quien acompañaba a Aries a su casa.
Una vez ahí, la niña que recién cumplía once años, llamó al timbre. El elfo no la dejaría sola, siempre se quedaba con ella. Pocos minutos más tarde, cuando el frío empezaba a calar sus huesos y sus mejillas y nariz se tornaron de un color rojizo debido al frío que hacía fuera, Ted Tonks abrió la puerta.
― ¡Aries! ―exclamó el mayor, abrazándola con fuerza―. No te esperábamos hoy. . .
Al escuchar el grito de Ted, Nymphadora hizo acto de presencia en el recibidor, llevándose también una grata sorpresa.
―Enana. ¡Feliz cumpleaños! ―exclamó la metamorfomaga mayor, contagiando que Aries también cambiase el color de su cabello al que tenía ella, pues también era metamorfomaga.
― ¡Dora, Dora! ―gritó emocionada la niña, dando pequeños saltos―. ¡Ya tengo once años! ¡Ya me ha llegado la carta!
La pequeña Black no podía con tanta emoción. Estaba siendo un día lleno de emociones, que acabaría siendo uno de los mejores días de su vida, sin duda. Aunque el tiempo se le había pasado rapidísimo con sus tíos, lo había disfrutado más que nunca. Su tía Andrómeda le había preparado una tarta de manzana, que era su favorita; y como su tío, Ted, era un muggle, le habían comprado unas velas con dos número uno, por lo que las había soplado más feliz que nunca. Y le habían regalado un diario mágico, en el que poder escribir cosas cuando empezase Hogwarts. Era mágico porque tenía una copia, que se quedaban ellos, y así estarían en contacto y podrían saber de su sobrina sin necesidad de escribirse cartas a menudo.
Volvió a la mansión Malfoy con el elfo y al poco rato, llegaron sus amigos. Jackson Avery era su mejor amigo desde la cuna, pues sus padres lo fueron también en el colegio. Luego también acudió a la celebración Theodore Nott y Blaise Zabini, que aparte de ser los mejores amigos de Draco, también eran amigos de Aries. Michelle Flint y su hermano gemelo, Marcus, llegaron también. Michelle era como su mejor amiga, sabía que serían inseparables en Hogwarts. Y, por supuesto, no podían faltar los amigos de sus tíos, que a pesar de no ser una celebración oficial, acudieron al cumpleaños de la pequeña Aries.
Cumplir once años no se cumplían todos los días y mucho menos los magos y brujas, pues era una fecha especial para ellos. Y para Aries, también lo fue. El mejor regalo de todos había sido la carta de Hogwarts.
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Conociendo a Aries Black [ 1 ]
FanfictionAries Black es la única hija de Regulus Black y Claire McNeil. Sus padres fueron la pareja perfecta durante sus años escolares, pero desgraciadamente Claire murió durante el parto y al año, Regulus desapareció. Todos le creyeron muerto, pero Albus D...