Era un problema de perspectiva. Allí, parado en el borde de la tarima, se preguntó por qué subió en primer lugar. Movía los dedos de sus pies para liberar algo de tensión, pero cuando estos hacían contacto con el filo de la mampostería los retraía nuevamente. —¡Dale tírate de una buena vez, cagón!— gritó desde abajo Alberto. Todas las miradas apuntaron a él. La gente conocida y la que no, todos esperando a que Nahuel se tirara del trampolín. Pensó que tenía la obligación de mostrar valentía, no sólo lo llamaron cobarde, sino que sus amigas, el sexo opuesto, era participe de lo que podría ser una hazaña para el muchacho. —¿Dónde está Ezequiel?— se preguntó en voz alta. En ese preciso instante, fue empujado al vacío.
Sintió cómo el agua ocupaba toda su garganta. El sorpresivo empujón lo condenó a realizar un gesto involuntario. Abrir la boca era lo peor que podía hacer, cayendo en una profundidad como esa. Movió sus brazos enérgicamente hasta que pudo salir a flote. Llegar al borde lateral de la piscina era imperativo para no ahogarse. Cuando finalmente lo logró, al principio le costó recuperar el aliento. Miró con lentitud a su alrededor, nadie le hablaba, luego observó en la tarima metros arriba. —¡Hijo de tu puta madre!— vociferó. Salió de la piscina rumbo a las escaleras para volver a ascender. Sin embargo, para cuando llegó a la cima, Ezequiel ya se había lanzado. Esta vez saltó sin miramientos, esperando así, alcanzar a su agresor.
—¡Ya cálmate! ¡Era una broma!— anunciaba Ezequiel mientras se alejaba para que su amigo no lo alcanzara. No obstante, Nahuel se abría paso en el agua con movimientos bruscos en dirección a su agresor.
Se había acercado amenazantemente a Ezequiel, cuando sintió que le tomaban del brazo. —¡Detente Nahuel!— fue María quien lo sujetó. El impulso hizo que la muchachita se le viniera encima. Nahuel volvió en sí, cuando se percató de que involucró a su amiga.
María perdió el equilibrio, cayendo directamente sobre Nahuel. En el agua, los movimientos eran lentos y torpes. Él simplemente se limitó a sostenerla tomándola de los hombros. —¿Estás bien?— la mirada del púber se fijó en el pecho de su amiga. Sintiéndose avergonzado retiró su vista hacia otra dirección, donde se percató que Fernanda logró interpretar su incomodidad.
—Ya estoy bien, puedes soltarme.— dijo María, haciendo que el muchacho se sintiera aún más incómodo que antes. La soltó, pero no pronunció palabra alguna. Nadó hasta uno de los extremos de la piscina para salir de la misma. —¡¿A dónde vas?!— para María la actitud de Nahuel era infantil. Él simplemente la observó de reojo y caminó hasta el vestuario de hombres.
Era simple, los instintos más viriles del muchachito lo habían traicionado. Eso sumado a la llamada de atención visual por parte de su amiga, se vio superado por la situación y decidió huir del lugar. Fue tan solo por unos minutos, hasta que se sintiera más cómodo. Mientras caminaba alrededor de la piscina, fue abordado por Fernanda. Nada pudo hacer para evitar la confrontación. —¡Relájate!— enfatizó. —No diré nada.— dijo bajando la voz guiñándole un ojo.
—De todas maneras es algo absurdo. Se trata de un reflejo involuntario.— se justificó él.
Sonriendo Fernanda le dio unas palmaditas en el hombro. —Está bien. Pero que tus reflejos no te engañen demasiado. La bikini de nuestra hermana tiene algo de relleno...— nuevamente le guiñaba el ojo.
La mirada de Nahuel volvió a bajar, pero esta vez a los pechos de Fernanda, que notoriamente estaba más desarrollada que su otra compañera de curso. —¡Lo siento, no era mi intención!— gritó lanzándose a la piscina de repente.
El resto del día, Nahuel se la pasó evitando a las muchachas apegándose más a sus amigos. Y al llegar la tarde noche, de regreso al barrio, Nahuel sintió la necesidad de visitar a Noelia. Después de todo, Omar tenía razón cuando le dijo que no debería darle tantas vueltas. Tocó el timbre de su departamento. Ella bajó a recibirlo. —Entra— le dijo invitándolo a ingresar al edificio. —Por aquí— Nahuel la siguió sin chistar. Más sabiendo que se dirigían a las escaleras. Noelia vivía en un sexto piso, era demasiado entusiasta pensar que evitaban el ascensor para subir hasta su departamento. Pero luego de subir tres pisos él se detuvo. —¿No era mejor subir por el ascensor?— ella lo miró, no quería responderle, le causaba cierto pudor. —Para nada. Pero debemos seguir subiendo. Y no hables fuerte, la acústica de este lugar nos delata.— Noelia siguió ascendiendo y no volvió a voltear. No lo hizo ni cuando subió dos pisos, ni cuando había subido cuatro más pasándose de su hogar. Nahuel no la cuestionó, ya suponía cual era el destino. Llegaron a la salida a la terraza, pero la puerta estaba cerrada como era costumbre. Sin embargo, estaban por encima de los otros nueve pisos restantes, en una especie de ante pasillo. —Entonces querías venir...— dijo Nahuel, pero fue silenciado con un beso en los labios. Literalmente Noelia se le había venido encima y no pudo reaccionar. Mejor, pensó. Porque ahora estaba dejándose llevar por la situación y el impulso de la preadolescente.
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Sentimientos Pasajeros
Teen FictionBitácoras de vida. El desarrollo de un jovencito que a lo largo de su adolescencia, descubre distintos sentimientos. Los conflictos personales que lo obligan a relacionarse con su entorno. Afrontando así distintas situaciones que lo nutrirán de valo...