Capítulo V: Madurez repentina, el inicio.

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Nada más emocionante que correr tras un esférico de cuero cosido relleno de aire en su interior. Nahuel estaba corriendo tras él, seguido de muchos de sus adversarios, con el agravante de ser el guardameta de su equipo. —¡Patea!— era el grito de uno de sus compañeros y el deseo general. Dos adversarios lo encerraron por ambos lados, sin embargo, eso no lo detuvo, chutó. El balón golpeó en el poste y se fue afuera. El silbato que sonó anunciaba la finalización del partido.

—Bueno, estuvo bastante cerca...— le dijo uno de sus rivales. Esa anotación hubiera sido el empate del partido.

Nahuel no dio importancia a los acontecimientos, muchos estaban desconforme con su decisión de patear al arco, mientras otros lo alentaban por haberlo hecho. Finalmente, otro individuo se acercó. —Para mí estuvo bien, era tu oportunidad, tú la generaste.— Nahuel estaba secándose el sudor cuando escuchó la voz que le halagaba. Miró a su costado para guardar mayor atención. Se trataba de un muchacho con porte inferior que él. Unas enormes paletas dentales que dejaba escapar de una simpática sonrisa. Observó sus pies, llevaba botines.

—Estoy oxidado, no creo que vuelva a jugar en el equipo.— comentó con negatividad. Para Nahuel, ese partido era una prueba técnica. Volvía al club, queriendo destacarse profesionalmente, pero para él, su oportunidad de brillar había terminado.

El muchacho que lo adulaba se sentó en las gradas. —Es una pena, yo creo que jugaste bien. A pesar de que te hayan anotado cinco tantos, la realidad es que tapaste varios disparos y tu acometida final hacia la portería contraria...— el joven hizo un gesto con sus brazos. —¡Fue genial!— enfatizó. —Lástima el final...—

—De todas formas, no volveré a jugar se manera profesional.— Nahuel también se sentó en las gradas. Pero dos escalones más abajo y dándole la espalda a su adulador.

—Sebastián, soy de la categoría 87.— dijo el muchacho presentándose.

Nahuel se sintió en la obligación de responder al saludo y presentarse también. —¿87?— consultó, Sebastián asintió. —Eres dos categorías menores, suerte en tu práctica de hoy. Mi nombre es Nahuel.— se puso de pie, tomó su bolso y se disponía a retirarse.

—¡Espera!— gritó Sebastián. —Nosotros no tenemos arquero, nos vendría bien que juegues con nosotros. Recuerda que el límite de participación es de dos categorías.— el menor dejó en clara sus intenciones.

Nahuel pensó en la oferta, no estaba para nada cansado y aún tenía la necesidad de ganar un partido. —Está bien. Pero será sólo por esta vez, no pienso regresar al club después de este partido.—

El partido inició rápidamente, Nahuel se sintió que podría ganar esta vez. Desde su posición tiene la posibilidad de estudiar la situación estratégica, tanto del rival como la propia. Puede deducir de antemano cómo se darán las cosas. Es un privilegio que tienen los guardametas. Por esa misma razón, en muchas ocasiones, el arquero es el capitán del equipo. Finalmente, el resultado previsto fue contemplado. El equipo de la categoría 87 ganó su partido de práctica. Nahuel se sentó en las gradas, tomó su cantimplora y bebió casi hasta vaciarla. Se colocó una toalla llena de sudor alrededor del cuello. Estaba aislado del resto, algo muy contradictorio, dado que cuando el partido se desarrollaba, fue por demás participativo integrándose con el equipo. Sebastián notó eso y se le acercó.

—¡El partido estuvo más que bien, tu participación lo cambió todo!— enfatizó, extendiendo los brazos, siendo muy efusivo.

Nahuel vació su botella. —Exageras...— comentó lanzándole una mirada de desaprobación.

Claramente el mayor de ellos ignoraba por completo al menor. —Dime algo Nahuel ¿Tienes algún plan para este fin de semana?— preguntó Sebastián.

Algo que tomó por sorpresa a Nahuel que ahora lo observaba impresionado. —¿El fin de semana?— repitió por mero reflejo. —La verdad no, no tengo nada planeado.— contestó.

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