Capítulo XIII: Encuentro con Dios.

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Los minutos se le hacían eternos, cada día le resultaba más difícil matar el tiempo. Lo único que podía hacer mientras esperaba, era fumarse un cigarrillo. Ver a su novia antes de la prehora era una prioridad para él. No obstante, con el paso de las semanas se transformaba en una tortura. Le dio una pitada profunda a su cigarro y cuando soltó el humo, lo observó elevarse al cielo. Cuando bajó la mirada se sorprendió de ver quién se acercaba a él. —¿Esperas a tu novia?— preguntó Alejandra colocándose justo a su lado.

Se vio sorprendido. —Sí, parece que no es ningún secreto.— contestó sonriente.

Con un gesto, Alejandra, quería transmitirle complicidad. —Eres el principal culpable de que eso se sepa. Por lo visto en este último tiempo te convertiste en el chico más popular del turno tarde.—

—Tienes que estar bromeando si piensas que yo quise cosa semejante.— dijo tirando el cigarrillo a medio terminar. —Pero el que tú estés aquí significa que nuestras situaciones son similares.— agregó.

—Eres muy perceptivo.— aseguró su amiga. —Mauri también tiene prehora.— Alejandra certificaba la información que manejaba el delegado de turno.

—Pues me alegra mucho que manifiestes tus sentimientos antes de dejarlos guardados en la nada misma. Mírate.— le dijo señalándola. —Ahora tienes novio cuando el año pasado te considerabas una inexperta.— el tono era burlón, pero Alejandra no se ofendió.

—Cállate, tampoco te la des de maestro idiota.— soltó sonriente mientras caminaba hacia Mauricio que acaba de llegar.

Nahuel saludó con un gesto guardando distancia a su ex compañero de curso. —Eso mismo fui.— eso fue algo que solo él pudo escuchar.

Sonaba el primer recreo, para él, pareció haber pasado una eternidad. Asistir a clases desde temprano cuando era totalmente innecesario para su jornada lo fastidió. Se posó en la entrada de su curso, no fue para acompañar a su pareja. Decidió quedarse allí contemplando la nada misma, hasta que unas voces agudas perturbaron su paz mental. Se trataba de dos jovencitas conversando con alguien del otro tercero. Parecían ser chicas de primer año intentando persuadirlo de algo. Cuando tomó mayor atención, se dio cuenta que una de ellas se le estaba declarando y quería verse después de clases. —Qué descaradas.— pensó. Tratándose de chicas recién ingresadas y que fueran tan lanzadas. En ese momento, notó que la acompañante de la declarante lo observaba, él desvió la mirada. Intuyó que podrían abordarlo y se retiró al interior de su curso.

Al salir de la escuela encendió un cigarrillo, había esperado todo el día para hacerlo. —Estás fumando bastante.— comentó Sara algo preocupada.

—Puede ser.— dijo él restando importancia. —Es para engañar el estómago, no tengo nada de comer ni plata para comprarme algo...—

—¿Por qué no te acercaste en los últimos recreos?— cuestionó Sara.

Lo tomó por sorpresa ¿Se trataba de un reproche? —No quiero sonar grosero, pero no me dio la gana.—

Sara detuvo el paso. —¿Ya no quieres estar conmigo?—

Antes de que el ambiente se volviera un fastidio para él, sonrió. —No lo veas así. Simplemente me he dado cuenta de que si no soy yo quien se acerca, tú tampoco lo haces.— claramente era un reproche.

—Trataré de mejorar eso...— ella no tenía mucho más para decir.

A los ojos de los demás, Nahuel estaba teniendo una relación importante, aunque puertas adentro parecía todo lo contrario. Para él, seguir con una atadura que no llevaba a nada comenzaba a desgastarlo. Si alguien más notaba una cosa así. Seguramente tendría la herramienta para liberarlo. Casualmente, la distancia comenzó a tomar posición dentro de aquel noviazgo. El muchacho dejó de asistir antes a la escuela o bien cuando tenía que irse para su casa, lo hacía usando el bus regular. Algo que había abandonado hacía tiempo. Fue en uno de esos viajes, acompañado por Romina, una de sus compañeras, que pasó algo fuera de lo común. Mientras ellos reían, entre tanto por los comentarios absurdos de Nahuel, había alguien que asientos más adelante volteaba para verlos.

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