Capítulo IX: Amistad truncada.

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Se acercaba la finalización de clases, era un día más caluroso dentro del colegio y la obligación de ir por deber cierres de materias no era para todos los alumnos. Nahuel sabía que estaba en falta, pero poco le importó. Sabiendo que con dos materias previas pasaría de curso, lo tenía sin cuidado y disfrutaba de su último día lectivo. Sin embargo, para Alejandra no era así. Ella tenía unas cuantas materias por rendir y le preocupaba más, no volverle a ver por un tiempo.

—¡Uff, qué calor! La verdad esto es terrible. No sé para qué me quedo. Ya no hay nada más que me ate a terminar el día aquí.— comentó Nahuel mientras se balanceaba en la silla.

Jazmín dejaba de escuchar música en su walkman. —Ya pasé se año, pero si no rindo geografía me quedará para Febrero, no tengo intenciones de venir.— dijo mientras retiraba el casette para rebobinarlo con la lapicera.

—Estoy en tu misma situación Jazmín, no me interesa llevarme materias, cuando puedo rendirlas ahora.— dijo Alejandra que no despegaba su mirada de Nahuel.

Gerardo parecía bastante inquieto. Había dejado de balancear su silla y retiró su atención al frente del salón. —Si hubiese controlado mis impulsos no me habría atrasado tanto y no tendría las materias que tengo para rendir...— se lamentaba.

No había más de seis alumnos en el curso y cada uno parecía perdido en sus pensamientos. Nahuel comenzó a observar a Jazmín que había terminado de rebobinar su cinta con la lapicera. —Permiso.— dijo tomando la cinta. Simplemente para ver el rótulo y constatar que había grabado allí.

Sin embargo, Jazmín le retiró abruptamente el casette de las manos. —¡Dame eso! En tus manos puede durar poco tiempo.— Nahuel no le dio importancia, incluso notó que segundos más tarde Gerardo tomaría la cinta y ella no le llamó la atención. Para desgracia de esta, el muchacho se puso a jugar con ella. Lanzándola hacia arriba, haciendo palmas y luego atrapándola para repetir el movimiento. Al tercer intento, el casette se estrelló contra el suelo. Los carreteles de cinta se dispersaron por el suelo mientras Gerardo corría tras ellos y el resto de sus compañeros explotaron a carcajadas.

—Ahí lo tienes. Eso se llama karma, dijiste que en mis manos duraría poco tiempo y por lo visto hay alguien que me superó.— Nahuel también reía, pero con menos intensidad. No quería herir el orgullo de su compañera de fórmula.

Hubo un silencio prolongado, el timbre sonó para anunciar la última hora. Nahuel salió del curso para sentarse en la banca del patio principal. Ya tenía todas sus notas así que al finalizar el recreo se iría a su casa. Repentinamente una de sus compañeras se acercó. Se trataba de Romina, la compañera de banco de Alejandra. —¿Ya te vas no?— cuestionó. Él asintió. —Y no nos veremos hasta el año siguiente...— la afirmación no era necesaria, eso era un hecho. —Es una pena, es como si no quisieras ver lo que tienes enfrente.—

La manera tan indirecta que usaba Romina lo impacientó. —Ve al grano.— dijo fastidiado. Pero, para eso, debía traicionar los deseos de alguien más. —¡Qué fastidio! ¡Yo no soy ciego!— dijo exaltado. —Sé lo que sucede a mi alrededor. El problema aquí no soy yo ¿Lo entiendes?— Nahuel quería que Romina sirviese de mensajera. —Ella tiene que dar el paso...—

—¿Entonces sabes de sus sentimientos?— Romina se asombraba. Nahuel asintió. —Pero tú eres el hombre...— añadió infundadamente su compañera.

—No es razón para que yo sea el que deba actuar... Dejemos de hablar del tema.— Nahuel se levantó.

—¡Espera, no te vayas!— Romina intentó persuadir a su compañero de una decisión que ya había tomado.

—Romina, tú no puedes determe. Es más, no eres tú quién debe pedirme que me quede.— lo dejó claro. Nahuel esperaba mucho más de Alejandra.

Fue al aula a tomar sus cosas. Salió despidiéndose de todos los que quedaban y caminó con naturalidad hasta la salida del colegio. —¡Espera!— Alejandra se acercó a él.

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