Capítulo XIV: Venciendo a Dios, el inicio.

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Conforme pasaban los días se acercaba el cumpleaños número dieciséis de Nahuel. La expectativa por una fiesta un poco más concurrida que las anteriores se intensificaba. Lo mínimo que el muchacho esperaba, era festejarlo de la mejor manera con todo su entorno, tanto compañeros de la escuela como con amigos del barrio. Quizá, tanto berrinche juvenil lo haría olvidar la otra realidad que tenía oculta en las sombras. No obstante, tampoco se podía dar el lujo de hacer mucho ruido. Si de todo lo que él hacía se enteraban en la escuela, ahora también sería igual en su barrio.

No era nada del otro mundo. Nahuel quería pasar un cumpleaños dentro de todo tranquilo, en compañía de amigos, conocidos y por qué no, con su novia. Probablemente así, las cosas entre ellos mejorarían. —¡¿Cómo que no puedes venir?!— replicó Nahuel.

Sara bajaba la mirada y trataba de no contestar agresivamente. —No puedo, tengo que encargarme de unas cosas en casa ese día.—

Nahuel recordó que Sara ayudaba mucho en su casa y no quiso quedar como un cretino. —Está bien...— dijo bajando el tono, pero claramente ofuscado. —Pero podríamos pensar en otra fecha, si es que no puedes dejar esas cosas para otro día.— ahora era más empático. Sin embargo, para Sara daba igual.

—No.— dijo ladeando la cabeza. —Festeja tu día tranquilo. Después de todo, nosotros trataremos de pasarla lo mejor que podamos ese mismo día, aquí, en la escuela.— Sara daba por hecho que la fiesta sería fuera del día de nacimiento.

—Ok.— con mucho desgano, Nahuel se dio la vuelta para volver a su curso. —Será en otra ocasión, después de todo no será la única oportunidad de ir a una fiesta.— estaba claro que le molestaba. Era egoísta, pero era claro que todo lo que ocurría sumaba a la mala relación que estaban atravesando.

El timbre sonó, pero eso no fue suficiente para cortar la concentración de Nahuel. Copiar el desarrollo de aquel ejercicio matemático lo era todo para él en ese momento y a pesar de estar en recreo, siguió deslizando la lapicera sobre el papel. —¡Nahuel te buscan!— gritó uno de sus compañeros, lo escuchó, sin embargo, le restó importancia suponiendo que era Elizabeth para tener una de sus charlas doctrinarias. —¡Qué te buscan hombre!— insistió segundos más tarde, pero él siguió ignorando. Aunque fastidiado se dio la vuelta. La expresión en el rostro bastó para dejar en claro que el muchacho no quería que lo molesten. Sara, al verlo tan desencajado, se fue mostrando una impresión triste.

—Eres un cretino, tan odioso tienes que ser.— reclamó Anahí sentándose en su pupitre compartido.

Nahuel la observó, hablaba en serio. —Tengo que terminar de copiar. El próximo profesor que venga borrará el contenido y podría atrasarme en la materia.— dijo justificándose.

Anahí abrió su propia carpeta para enseñarle. —Bastaba con que me la pidieras a mí. No le habías reclamado el hecho de que ella nunca se acercaba y eras tú quien lo hacía todo el tiempo. Ahora pensará que solo era para humillarla.—

—¡No seas tan dramática!— cortó él lanzando el lápiz contra la mesa. —Estaba distraído, pero tampoco pediré disculpas por algo sin sentido.— orgulloso en su fundamento, Nahuel cerraría su espacio.

Un nuevo timbrazo anunciaba el siguiente receso. Esta vez, Nahuel salió al patio para sentarse en el mismo lugar de siempre, en la pared ocultándose de la vista desde el patio central. No esperaba ser abordado nuevamente por Elizabeth que, sentándose a su lado, iba a cuestionar su actitud también. —¿Por qué no estás con Sara? ¿Pelearon?—

Se tomó su tiempo para contestar. Pensando en todo lo que tenía guardado en su cabeza. Lo que pensaba de ella, lo que Sara pensaba y lo que realmente creía era la conclusión mejor adaptada. —¿Y por qué debería importarte?— la pregunta enmudeció a la chica por la incomodidad. —¿Es por el simple hecho de ser nuestra amiga en común?— Elizabeth apenas alcanzó a menear la cabeza. —No entiendo qué buscas...— se puso de pie. —Dijiste que ibas a presentarme a tu hermana. Pero como tengo novia ya no es una posibilidad. Así y todo, me quieres conocer, quieres ser mi amiga.— Nahuel gesticulaba, los movimientos eran bruscos reflejando enojo. —¿Sabes que cree Sara?— Elizabeth negó con un movimiento de su cabeza. —Que estás interesada en algo más que una amistad. Y es lo mismo que creo yo con esta actitud tuya.— Nahuel se cruzó de brazos.

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