Capítulo X: En la cima de la soledad, el inicio.

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El sol seguía brillando en un verano demasiado caluroso y lleno de posibilidades. Nahuel, sin embargo, había optado por encerrarse y evitar las salidas fortuitas. Era común que le invitaran para salir por las noches. Él seguía eligiendo quedarse encadenado a su consola de video juegos. Nada de lo que pudieran ofrecerles esas salidas le interesaba. No obstante, Omar era demasiado insistente y no iba dejar que su amigo pasara todas las noches en soledad. —Óyeme bien Nahuel, nuestro grupo de amigos es grande. Pero esta vez son unos pocos los que quieren ir a conocer un boliche en Lanús Oeste.— le decía Omar mientras Nahuel pulsaba distintos botones de su joystick. 

—¿De quiénes hablamos?— preguntó fingiendo interés. Dado que no dejaba de mirar la pantalla. 

—Iríamos en el auto de Nicolás, también está Ezequiel y seríamos nosotros dos. Una salida de cuatro, un grupo pequeño.— Omar respondió, pero su amigo seguía sumergido en su juego. El silencio perturbado por las pulsaciones continuas y nada más. Omar se percató del juego, era el PES y un partido al azar. —¿No te aburres de jugar contra la máquina? Ya estás jugando a la máxima dificultad y ganas con poco esfuerzo ¿Qué sentido tiene?— a Nahuel no le quedaría más remedio que contestar.

—Todos los partidos son distintos.— dijo sin más. —Pero está bien, entiendo que puede aburrir un poco ganar siempre en la mayor dificultad. No tiene sentido seguir como tú dices, entonces, dejémoslo al azar. Sí gano por más de cinco goles, vamos con Nicolas y Ezequiel.—

La apuesta era absurda, más sabiendo que dependía del mismo Nahuel. Si no quería ir bastaba con que dejara de anotar goles. En cambio, si quería ir haría lo contrario. Todo parecía indicar que no tenía intenciones de ir. —Está bien, aunque de todas maneras yo iré, aunque no vayas.— determinó Omar, sabiendo que de esa manera no tendría presión alguna por jugar.

Asombrosamente, Nahuel realmente se esforzó por aumentar el marcador a su favor. Inesperadamente logró seis goles después de un arduo partido frente a la IA de la consola. —Bueno, en realidad no tengo ganas de ir, pero una apuesta o promesa se cumple.— Nahuel se alistó para salir junto a Omar. 

Fuera de esperar nada espectacular, Nahuel observaba a través de la ventanilla del carro. Un barrio para nada conocido. Seguramente eso era lo que impulsó a Omar e insistirle tanto para ir. Luego de estacionar caminaron hasta el supuesto boliche, La Casona, así se llamaba. Cuando estaban a cincuenta metros de la puerta ya se visualizaba la gente. Fue allí donde el desinteresado se sorprendió. Las rejas que decoraban el ingreso tenían en las puntas dragones, que, encendidos como antorchas, simulaban el aliento del mítico animal. Ya dentro del boliche, que, por cierto, tenía dimensiones considerables y gran variedad de pistas. No dejaba de ser un salón de baile más. Caminaron hasta la pista principal, donde la fiesta tropical mostraba un show de un grupo conocido. Nahuel deambulaba con el ritmo de la música buscando dar con una pareja furtiva, Omar iba con él. Su amigo tuvo más suerte consiguiendo a una chica interesada. Sin embargo, para él, las cosas eran distintas. Después de pasar al segundo tema, notó como la compañía que tenía se desinteresaba completamente. Con un gesto le decía a Omar que aprovechara el momento y se verían más tarde. 

Siguió paseando al ritmo de la música para llegar dónde Nicolás y Ezequiel estaban, aun sin pareja. —Parece que Omar tuvo más suerte que nosotros.— dijo Nahuel abordándolos. —Igualmente reconozco que el lugar está bueno.— indicó. 

—Y pensar que tú no querías venir.— comentó Nicolás respondiendo al comentario de su amigo.

Con un gesto brusco, Ezequiel le pedía a Nicolás algo de atención. Había una pareja de chicas bailando. Simplemente solicitaba complicidad para intentar ligar. Allí mismo, fueron bien recibidos los dos. Lo que dejaba completamente solo a Nahuel. —Mierda, me quedé solo.— pensó en voz alta. —De saber que algo así pasaría, me hubiera quedado jugando...— agregó para dar unos pasos hasta la pared más próxima. Apoyó su espalda cruzándose de brazos y maldiciendo su suerte.

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