Capítulo XV: Venciendo a Dios, el desarrollo.

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Volver a la escuela el lunes con su autoestima por los cielos, era algo que lo reconfortaba bastante. Aquellos que habían sido cómplices necesarios en su fiesta de cumpleaños, tenían la herramienta necesaria para terminar con su noviazgo sin sentido. Ignorar a Sara era algo que ya le salía por naturalidad, no tenía que forzarse a hacerlo. Bastó con que Elizabeth viniera a buscarlo en el primer recreo, con lo que él no contaba, era que la delegada de primer año tenía mucha información respecto a su fiesta. 

—¿De quién te escondes?— le preguntó ni bien lo cruzó.

La pregunta lo fastidió. —Vaya saludo. No me escondo de nadie.— respondió de mala gana.

Elizabeth entendió que fue brusca al confrontarlo sin un saludo. —Hola, perdón por no saludar de antemano. Me extraña que no vayas junto a Sara, no se han visto durante el fin de semana.— cada palabra de la muchacha no hacía más que irritarlo.

—Te estás metiendo demasiado en mis asuntos. Me molesta.— Nahuel se cruzó de brazos, era momento de ponerse serio.

—Los dos son mis amigos.— Elizabeth se dio la vuelta amenazando gestualmente con irse de allí. —Parece que tu fiesta de cumpleaños no sólo fue pecaminosa, sino que también cambió tu ánimo al punto de convertirte en un ser odioso y despreciable.— la delegada de primero séptima caminó rumbo al patio principal.

Algo era claro. Los rumores ya habían empezado a esparcirse y si Elizabeth contaba con información suficiente para llamar a su fiesta de cumpleaños "pecaminosa". Todo indicaba que Sara también sabía y quizá mucho más. No fue ni en el primero, ni en el segundo recreo, llegado el tercero ya tenía la certeza que Sara no se acercaría si él mismo no lo hacía. El que estaba en falta era él. Quién besó a María estando en pareja con Sara, no era nadie más que él. No fue sino, hasta el último recreo que Sara lo abordó. 

—Si no me acerco yo... está bien, después de todo el sentimiento de culpa debe estar revolviéndote la consciencia.— Sara no se guardaba las palabras.

Nahuel entendió que, si sabía de María, era lógico su accionar. —¿Sentimiento de culpa? Como quieras, por lo visto quieres hablar de la fiesta, ya te han ido con el cuento.—

—No, no. Aquí no. Yo hoy salgo una hora antes que tú, te espero en la Plaza de la Misericordia.— luego de anunciarlo, Sara se fue por donde vino.

El timbre sonó y los pocos alumnos del turno tarde que quedaban empezaron a salir. Ya era de noche, las 19:20hs. en mediados de julio significaba ausencia completa del sol. Nahuel caminó las tres cuadras que hacían falta para llegar a la plaza donde Sara lo había citado. —Mierda, no se ve nada.— bufó. Encontrar a su pareja podría resultar difícil porque no especificó nunca en qué parte de la plaza lo esperaría. Fue entonces, después de haber recorrido el lugar por unos minutos que la encontró sentada en uno de los tantos bancos. —Aquí estás.— anunció su llegada mientras monitoreaba los alrededores. No obstante, era un reflejo para esconder lo que realmente quería ver. Un rostro serio y algo triste. Probablemente Sara, ya tenía una decisión tomada. —¿Quieres que me siente a tu lado?— preguntó él, señalando una necesidad de sentirse más cómodo con una situación que no lo era.

Sara esta vez lo miró fijamente antes de contestarle. —Da igual. Siéntate si es lo que quieres.— indicó. El tono de su voz era tan irónico que el mismo Nahuel descartó la idea de sentarse a su lado.

—Bueno ¿De qué querías hablar?— una interrogante falsa, él ya sabía con exactitud de qué quería hablar su novia.

—Deja el cinismo de lado. A estas alturas debo ser la burla de toda la técnica cinco. Aquella que sale con el delegado de turno, el mismo que en sus fiestas termina con cualquiera...— los ojos de la delegada de segundo año estaban llenos de lágrimas.

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