Visitas Inesperadas

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Su mirada no se alejaba de mí y del plato con comida ubicado frente a mi, estaba siendo algo molesto, pero sabía que solo comiendo haría que no lo siguiera haciendo.

—Quiero oír...

—Estabas en la misma sala, en los mismos minutos que lo dije, lo escuchaste muy bien —lo interrumpo. Me empezaba a sentir enojada, quizás por él y por todo.

—¿Por qué decidiste ocultarlo? —pregunta con total seriedad. Desde que me senté no se ha separado de la pared con sus ojos fijos en mí.

Decido tomar algo de agua para calmarme; las palabras de mis abuelos resuenan con fuerza en mi mente cuando estamos enojados podemos decir cosas de las cuales nos podemos lamentar más adelante.

—Decidí que era mejor así —comento con fingido desinterés mientras paso el dedo sobre los lados del vaso de vidrio.

—Si quieres que nosotros funcionemos como pareja, debes hablar conmigo —replica, lo observo de reojo y noto que se encuentra apretando su mandíbula, así como sus manos en dos puños.

—No les tome importancia sabes, los primeros dos o tres mensajes eran totalmente distintos a los más recientes, pero seguían siendo nada relevantes —hablo para tratar de menguar la densa atmósfera del lugar.

Cristopher camina hacia la mesa, deja sus manos sobre el respaldo de una de las sillas, pero luego se aleja para rodear la mesa e irse frente a las ventanas que dan vista a la ciudad.

—Bueno los primeros mensajes fueron cuando no teníamos una relación, no éramos nada —hablo y trato de hablar con lógica y razón para que entienda.

—Y ahora, estos últimos son una notoria amenaza y aun así te callaste —comenta con notorio mal humor, hasta que al final deja salir un sonoro suspiro—. Antonia esto me preocupa mucho, es tu seguridad la que está en un aparente juego macabro y me altera el pensar que no te puedo ayudar.

No puedo dejar de pasar sus palabras, su confesión provoca cierto remordimiento en mi actuar.

Sin embargo, debo manejar algunos asuntos de forma personal; yo también lo quiero, pero lo que menos deseo es que otras personas salgan perjudicadas.

Me levanto y al estar detrás, paso mis manos sobre su estómago y pego mi rostro a su espalda.

—No quiero que más personas se vean envueltas en algo que aun desconozco, confieso que mi actuar fue algo egoísta y te prometo que no volverá a pasar, pero también quiero que entiendas que no deseo depender siempre de ti —menciono en voz baja.

—No te prometo nada, pero no olvides que estaré a tu lado —informa más calmado.

Aprovecho para dar unos pasos cortos y quedar frente a él —Ahora que he comido un poco y hemos hablado, puedes besarme —bromeo un poco, pero dejando en claro mi petición.

Su sonrisa se expande con lentitud sobre su rostro, una de sus manos toma mi cintura y la otra mi barbilla, cierro los ojos cuando nuestros labios se tocan, es un beso lento; paso mis manos a sus hombros y en medio de mi impulso enredo mis piernas alrededor de su cintura lo que él pasa su brazo bajo mis gluteos. El ritmo de nuestro beso aumenta y en segundos me encuentro sentada sobre la mesa, con Cristopher en medio de mis piernas, trato de alejarme cuando escuchamos el teléfono del apartamento sonar, pero él me lo impide.

—El... teléfono... —las palabras dejan de salir cuando sus besos inician un recorrido sobre mi barbilla hacia mi cuello.

Los cosquilleos en mi parte baja pasan a ser muy fuertes e incluso dolorosos por la necesidad y como si Cristopher leyera mi mente desabotona mi pantalón y me ayuda a quitarlo. Me dejo caer sobre la mesa e ignoro lo frío que está cuando las manos y boca de Cris siguen un claro recorrido sobre mi cuerpo.

A Fuego Lento [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora