Postres de fresa

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Martina pensó que ir a un centro comercial sería buena idea y lo es, de esa manera podríamos despistar a los guardaespaldas contratados por Cristopher; ahora estábamos dentro de una tienda de lencería mirando algunas prendas exclusivas. Llevo en mi mano algunas cosas que Martina ha escogido para ella y otras, que supuestamente, me quedarán perfectas.

Con mi mirada recorro el lugar, algunas mujeres de diferentes edades están como nosotras, mirando y comprando, otras tres son las encargadas del lugar atentas a cada movimiento. Cuando miro hacia la entrada no pasan desapercibidos los dos hombres que nos custodian, nos miran de manera repetitiva a ciertos intervalos de tiempo, bajo sus ojos no tenemos escapatoria. Me detengo en ellos hasta que un hombre, o mejor, un adolescente con su camiseta de al parecer su lugar de trabajo ingresa al local con un domicilio.

—Tienes alguna idea —comenta Martina al llegar a mi lado mientras finge mirar algunos bikinis.

—No es tan fácil, solo dame... —Dejo mis palabras en el viento cuando algo me llega a la mente— ¿Quieres un domicilio?

Al realizar la pregunta Martina me observa con confusión, con la mirada le señalo a el joven que se encuentra en la caja, al parecer recibiendo el pago de su entrega.

—Pero no podemos pedir un domicilio a la droguería y que nos lo entregue aquí —La desilusión es notorio en la voz de la mujer que me acompaña, pero yo solo le pido algo de calma.

—Él será nuestra fachada —comento mientras miro a nuestra posible ayuda y anoto en mi teléfono el número para realizar la llamada.

Según los logos y el nombre estampados en la camiseta, se trata de un negocio de postres y al ver el rostro de las trabajadoras al comerlo, son deliciosos. Suspiro y decido llamar, poniendo el teléfono en altavoz.

Buenos días, Sugar los atiende con gran sabor ¿En qué podemos ayudarte? —La voz en la línea para demostrar el azúcar del lugar, parece demasiado dulce e inocente.

—Buen día, me gustaría dos pequeños postres de fresa —comento sin saber si lo que aquello que pido sea vendido el el lugar, Martina sigue sin entender qué es lo que hago.

Tenemos varias especialidades, ¿Cuál desea llevar? —La chica realiza otra pregunta y yo no se realmente que se deba contestar.

—Eh... la especialidad de la ¿casa? —comento con duda, no se me hace raro pensar que la trabajadora del lugar me escuche como una tonta.

Por supuesto, ahora me puede indicar el lugar del domicilio —habla y yo alejo el teléfono y se lo entrego a la joven Ferrer para poder suspirar con gusto.

Escucho a Martina dar la información necesaria y termina la llamada, me entrega el teléfono y su rostro sigue mostrando intriga, pero ahora con una ligera sonrisa.

Sigo caminando por el lugar hasta llegar a unos conjuntos de brasier y tangas en color chocolate y mi mente jugando a ser traviesa hace que recuerde a un hombre; tomo las prendas y busco mi talla, observo con atención su confección y la calidad de la tela, una que me deja satisfecha, a pesar de ser un modelo casual y algo monótono, a mi vista luce delicado, sencillo y cómodo. Decido tomar una percha con el modelo para llevarlo a la caja.

—¡Antonia! —grita Martina con moderación, llamando mi atención y al verla la encuentro con el mismo chico del domicilio anterior, llevando sobre sus manos nuestra orden.

Camino hacia ellos y cuando Martina ha pagado lo que hemos pedido me interpongo frente al chico.

—¿Te gustaría ganar algo de dinero? —pregunto y miro hacia la entrada para dar con los dos responsables de nuestra seguridad.

A Fuego Lento [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora